Era un atardecer algo gris, nublado, quién recuerda si de primavera. Allá por 1977, con cuatro añitos, el mundo se abría a mis ojitos de nene petisito y morochito enrulado. Mi cabecita lo recuerda perfecto. Esa tarde, acompañado por papá Rafael, conocí la barrera amarilla y negra de la estación de mi Carapachay. Y la mano grandota de papá tomó la mía y me hizo tocar la barrera, haciéndome saber otra cosa nueva como tantas que iba incorporando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario