No sé qué es lo que pasa. Pero en los últimos años, las fiestas de fin de año son para muchos un problema, una serie de líos, hasta una carga. Contrariamente a antiguas épocas donde las familias esperaban Navidad y Año Nuevo con ansias, hoy por hoy, por muchos motivos, sobre todo sociales, la gente no está expectante del 24/25 y del 31/1.
¿Por qué sucede esto? Hay algunos factores que pueden incidir, pero que no llegan a explicar la causa de estos sentimientos. Por supuesto que el caos cultural y de valores de la sociedad tiene mucho que ver, con parejas desunidas, mal unidas, gente enfrentada por h o por b, temas familiares de distinta índole. También las desgracias o tristezas que cada uno de nosotros tiene, en mayor o menor medida, afectan el normal desarrollo de estas noches especiales, casi que a uno lo aíslan de lo que sería un lindo clima. Otros son indiferentes por indiferencia a la cuestión religiosa, que por supuesto no es lo único dominante en las fiestas, al fin y al cabo es una reunión de almas como cualquier otra, claro que especial. Algunos incluso no la pasan por costumbre. Y la mayoría suele ver estas fechas como un problema en ciernes, como un compromiso pesado que hay que sacarlo de encima. Aunque, lógicamente, después todos terminamos celebrando con la mayor onda posible.
Sea como fuere, fechas tan lindas y que deberían traer un poco de aire fresco a toda esta vorágine en que vivimos son lo contrario. También se prestan a mucha hipocresía, podemos saludarnos hoy e insultarnos mañana. O querernos bien sólo por unas horas durante la madrugada. Lamentablemente, la semana navideña no escapa a esta decadencia total en la que estamos inmersos. Así Es La Vida llama a que festejemos en serio, bien, en paz, en armonía familiar, con sinceridad. Y que hagamos de las fiestas eso que son y deben ser: unas fiestas.
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