Tenemos que ser sinceros. Como argentinos, "hinchamos" por nuestros colores, por la tierra donde nacimos, que amamos. Pero somos periodistas. Y como periodistas debemos ser imparciales, más allá de nuestros colores, nuestra tierra, nuestro corazón. Argentina, por varias razones, grupales, individuales, futbolísticas, anímicas, no merece estar en el próximo Mundial de Rusia, lo que es factible tras el 1-1 triste de este martes en cancha de River ante un tal Venezuela.
Un equipo pobre, anémico, irresoluto, inofensivo (¿cómo sólo 16 goles en 16 partidos?). Futbolistas que están demasiado inflados, que hacen goles y grandes actuaciones en las ligas europeas contra rivales de poco o ningún fuste. Un entrenador, Jorge Sampaoli, que seguramente tiene cualidades, porque sino no merecería estar sentado en el banco del equipo, que atrona a la opinión pública con el anuncio de un esquema superofensivo,con tres en el fondo (basta de tres en el fondo), toda una revolución más mediática que futbolística. Un equipo que no reacciona ante la adversidad, que no contagia, que no mete, salvo casos como este revelador Marcos Acuña. Entonces, es lógico que Argentina esté quinto, con peligro de sexto, y por más que suene a chiste, pensando más en Nueva Zelanda, el campeón de Oceanía que le tocará en un probable repechaje, que en ser grande de Sudamérica, en pelearle la punta de la tabla a Brasil o Uruguay.
Siguen los pecados de siempre. Técnicos que se encaprichan con estrellitas fugaces que no se brindan por un nombre tan grande como Argentina. Que se encaprichan queriendo inventar la pólvora con líneas de tres, con esquemas más matemáticos que de fútbol, 3-3-1-3, 4-4-1-1, vaya a saber qué raro número de teléfono más. Futbolistas, principales culpables, indolentes, displicentes, bajos de nivel, cuando en Europa rompen todos los récords de goles y actuaciones. Estamos cansados de tanto pecado repetido. De tanta decepción. De ser, por qué no, el papelón de Sudamérica. Argentina, bicampeón del mundo, no puede con Venezuela. No pudo allá (2-2 tras ir 0-2) ni este martes, donde también iba perdiendo y su empate lo hizo un defensor, Feltscher. Y la lista de miserias sigue, y es larga, y se acrecienta. Entonces, se cae de maduro: Argentina no merece el Mundial que busca. Por más que nos duela.
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