Puede ser morocha, rubia, gorda, delgada. Joven, vieja, bonita, más o menos, por qué no fea. Puede ser amable como histérica. Puede ser dulce como amarga. Puede ser buena como mala, de buen corazón como de malas intenciones. Puede ser justa e injusta. Pero, seguro, algo que no puede ser sino es: un ser humano. Y como tal, debe ser valorada como es. La mujer, ese ser tan expuesto, frágil en este mundo enloquecido de hoy, siempre es igual de preciosa. Porque preciosa es su naturaleza. Sólo con escuchar su voz y darse cuenta de su sexo se puede considerar preciosa. Porque preciosa es su alma, por más defectos que tenga. Es un tesoro, por más oxidado que en su interior espiritual pueda estar. Por eso, mi amor a todas ustedes, mujeres, en este, su Día, el Día Internacional de la Mujer. Personalmente, pido disculpas por mis incorrecciones con ellas, que las he tenido, y rezo para que sean respetadas y también respeten al género masculino, porque todos nos debemos respeto. Por supuesto, primero ellas. Primero las damas, siempre preciosas.
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