Cómo definir a esa mujer que un día me trajo a la luz del mundo terrenal, y que así me aseguró la del cielo un día. Cómo decir en pocas palabras 37 años de purísimo amor. Cómo decirle cuánto la amo. Cómo agradecerle, pagarle todo lo que me compró, no sólo lo material, la vida misma. Cómo olvidarla…
Ella, Anita, mamá Anita, es como la madre de cada uno de nosotros, única, irrepetible, especial. Por qué no perfecta, aunque sólo la Virgen María, Nuestra Madre del cielo, es perfecta. Fue, es, será, porque es eterna, la persona más importante, la mujer más importante de mi vida. Como lo es la madre para cada uno de los seres humanos, amada o no, reconocida o no. Recuerdo que yo la solía definir risueñamente como “una prócer de mi historia”, y ella reía, su gran especialidad, enseguida.
Recuerdo tantas cosas, imaginen 37 años de piel. Mañanas, tardes y noches, hasta madrugadas, dando hasta lo último de su ser para nosotros, al menos para quien escribe. A este humilde ser humano que trajo a pesar de sus dolores, un atardecer de abril de 1973. Y que, aunque haya cambiado de dirección, sigue siendo mi madre. Simple, dulce, alegre, charlatana, sencilla como siempre. En ella, la profe de danzas, Nita para los conocidos y familiares, quiero homenajear y besar a cada madre en este, su día. Por supuesto a la Virgen, Madre de madres, que hoy la cuida en su nuevo hogar. El mejor regalo para cada madre es alabar a la de uno. La mía, mamá, siempre mamá.
Diego Martín Yamus Camerucci, hijo de Ana Luján Camerucci de Yamus
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