domingo, 29 de enero de 2017

¿SERÁ POSIBLE UN BOCA-RIVER SIN LÍO?

Boca y River simbolizan sana pasión, y más si juegan una Copa, aunque sea la Luis Nofal de verano. Sin embargo, parece que el superclásico ahora es excusa para que los jugadores, en general de muy mal comportamiento, quieran ganar a lo guapo, como si fuera el barrio. Profesionales, en varios casos de larga trayectoria, que no lo demuestran en la cancha.

Faltas, algunas blandas, otras duras, otras descalificadoras,líos entre futbolistas, tumultos, amonestados, expulsados, incidentes no entre hinchadas, que también es criticable, sino entre los que manejan una pelota. Para colmo, el árbitro Pitana contribuyendo con algunas decisiones amparadas en un reglamento ridículo expulsando técnicos. Para colmo, Guillermo Barros Schelotto, entrenador de Boca, entrenador repetimos, es decir, quien debe impartir calma desde el banco, protestando como en su época de jugador, haciendo un innecesario show escondido en el banco tras ser expulsado. Y la locura del cierre que derivó en tres tarjetas rojas a Insaurralde, Benedetto y Driussi, aunque Pablo Pérez y Centurión, que llevaron la voz cantante de la escaramuza, se quedaron en el campo.

Como comentamos anoche, es una lamentable repetida costumbre, nada sana, que los dos grandes del fútbol argentino hagan semejantes papelones a la vista del mundo, porque los partidos salen para todo el mundo. Que pensarán en Europa de ver que el gran espectáculo nacional, en lugar de ser un juego, un disfrute, un deporte, es una escalada de violencia que es tan o más preocupante que la de las tribunas. Porque si los de adentro la generan, estamos listos. Ya pasó en la Sudamericana 2014, en el escándalo del gas pimienta de la Libertadores 2015. Pero también pasó los dos veranos anteriores.

En 2015, en la victoria de Boca 1-0 con gol de Cristaldo, Leonel Vangioni le pegó duro a Pavón y no lo dejó seguir en la cancha, fue amonestado y luego, por algo similar, expulsado, igual que Maidana que metió un codazo. El año pasado, cinco rojas, una (la de Jonathan Silva en Boca) a los 10 minutos, encontronazos como anoche, Maidana, Tévez, agresiones, de todo menos superclásico. Ayer, de nuevo, tres expulsados, tres DT afuera, uno correcto, los otros dos no, mucha pierna fuerte, mucha fricción. La famosa mentalidad, muy errada, de jugarse la vida, de poner todo. Hay que poner con la pelota al pie, no con los pies y sin pelota.

Todo el mundo habla del partido, del 2-0, del fútbol, y está bien. Pero no dejemos de costado que estos líos Boca-River vienen de tiempo atrás, y ya parecen un indisoluble de cada súper. Como no era antes, más allá de la rivalidad; 30 años atrás ambos protagonizaron un 3-3 inolvidable. Hoy sólo parece que se gana con temperamento mal entendido. A ver si en el próximo, sea la ocasión que sea, se dejan de ensuciar y se dedican a lo que saben y a su profesión: jugar. A ver si un superclásico sin violencia es posible. Sin violencia de jugadores.

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