Siguiendo con la insociedad, sigo con mis amigos tan queridos los choferes de colectivos, especialmente los de la línea 314 que cubre buena parte de la zona de Vicente López. Ya había contado varias duras, pero ayer al mediodía tuve otra real odisea. Ya arranqué mal a la ida cuando me dejó media cuadra más adelante del lugar donde debía ir. A mí me dejaste media cuadra menos y me fui a cualquier lado. Pero peor, y vergonzoso, fue la vuelta, cuando me bajó a más de cinco, en cualquier lado donde quiso, un tipo que venía paveando con el maldito celular y con una chica acompañante, que lo tenía bastante entretenido con charla, cuando lo único que debe hacer es estar atento a su tarea. Me perdí, grité pidiendo ayuda, no salía nadie, una mujer que no quios ayudar (ver más arriba), al final el destino de Dios que me guía hizo que un señor saliera de su casa al escuchar mi basstón, se compadeció de mí y me acompañó a mi casa. El chofer, su amigovia, siguieron viaje alegremente. La que tenía que laburar, ni hablar. Nada, chicos, es la síntesis perfecta de la Argentina de hoy, que jamás me cansaré de criticar y denunciar. Porque estos tipos, porque así se los llama, deben ser denunciados.
Ah, a la chica acompañante: corazón, el asiento donde te sentaste es para discapacitados y embarazadas, no para que vos boludees con tu amiguito. Felicidades.
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