El sensacional juego de mesa fue uno de los regalos que recibí en la Navidad del 85, última de mi infancia. El juego era un recorrido por las distintas edades de la historia sobre un tablero plegable de cartón muy bien ilustrado, con cuatro fichas de colores, un cubilete azul con un dado y tarjetas de paso a la siguiente edad. Con su ficha y tirando el dado, el participante iba avanzando casilleros según el número del dado. Pero además podía avanzar más o retroceder mucho si caía en las casillas que marcaban acontecimientos históricos, por ejemplo 6 para adelante con “Descubrimiento del fuego” o 3 para atrás con “Pozo Negro de la Historia”.
Así llegaba a la zona de pasaje a la próxima era, donde debía caer en esas flechas que llevaban allá, y sacaba una tarjeta que podía conducirlo a la siguiente (Pasaporte a la Historia) o dejarlo en la que estaba (Barrera Cerrada). De esa forma, el que arribaba primero al Año 2000 ganaba. Era fascinante y emotivo, ya que uno podía llevar mucha ventaja y de pronto, no pasar de edad o caer en nada menos que Descenso a la Prehistoria desde la Edad Moderna. Aparte del verano 1986, me divertí con él esos primeros meses ya de adolescencia. Fantástico.
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