En aquella preciosura que fue El Principito estaba aquella gran frase "lo esencial es invisible a los ojos". Un visionario su escritor, el francés Antoine de Saint-Exupery, porque la frase es muy para estos tiempos. Porque a tantos años transcurridos de la novelita, el mundo, que somos nosotros, sigue soslayando, mirando de reojo lo esencial. Por ejemplo en esta maldita cuarentena, porque no niego que es maldita, pero se ve que no sabemos bancarla como es debido, con paciencia, inteligencia, sabiduría. Porque antes que cuidarnos de esta porquería (que recordemos es mortal) preferimos ir a tomar café o mate, salir pegados, ser irresponsables. No critico a quienes quieren salir a trabajar, por Dios. Sí a los que protestan por no reunirse, no jugar fútbol, que piden protocolo para cualquier cosa. A los que no saben convvivir en familia, en grupo. A los que las quieren todas.
Eso, lo esencial no son todas. ¿Qué es lo esencial? Lo que realmente hace falta, no todo, no lo secundario. Esta semana tuve albañiles en casa y si bien me pude bañar o cocinar, me fastidié y estuve incómodo. Ahí pensé: bueno, lo esencial, una ducha, un techo, una comida. No todos, desgraciadamente, tienen esa bendición. Entonces valoré lo esencial. Ahora que todo está terminado, ah, sí, ahora sabés cómo lo disfruto. Pero valoremos lo que importa. Lo vital. Lo necesario, la necesidad, no lo que creemos necesidad. Lo demás, bienvenido sea. Y si no, tenemos lo que tenemos, que es mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario