Después de larga espera, dos inusuales meses de receso, este fin de semana volvió el fútbol argentino oficial con otro torneo raro, el Transición 2016, otro acomodo de apuro con sólo 16 fechas en 114 días, 30 equipos y un descenso para continuar el ridículo acomodo de menos conjuntos en Primera, tras el no menos ridículo conglomerado de 2015. Con dos zonas de 15 y una jornada de interzonales (clásicos), nuestro golpeadísimo fútbol vuelve a rodar. Y con la pelota, el caótico folklore de todos los días y años: jugadores que recién se ponen a punto, refuerzos que esperan papeles para debutar, encuentros mediocres, presiones injustificables por ganar todo el tiempo. Pero ahora venimos con la novedad, nefasta por cierto, de la violencia de futbolistas. Porque antes, la también injustificable violencia era propiedad de los hinchas, especialmente de las ya poderosas barras bravas. Pero después de las varias locuras del verano de entrenamiento, el panorama pasó a preocupar más de lo pensado.
Al juego fuerte y a veces desleal ya habitual, ahora parecen estar de moda las grescas sobre el campo, como si fueran niños peleándose en una vereda o en una playa. La pésima entendida garra, la que hay que poner con la pelota en los pies, se puso de manifiesto en varios cotejos veraniegos que supuestamente eran para estirar músculos, tomar ritmo futbolístico y agregarle placer a las vacaciones de los turistas. Lo sucedido en el Boca-River marplatense y sobre todo en Estudiantes-Gimnasia, probablemente la mayor locura histórica que se recuerde en un verano, encendió alarma de preocupación y alerta tal que llegó a las tapas de los diarios y al mismo Gobierno que está luchando esforzadamente contra la violencia de afuera. Pero las duras sanciones a los mal educados del domingo pasado no alcanzan para cambiar un clima tenso cada vez más creciente. Con la vuelta del fútbol, las presiones por ganar a toda costa, por ser campeón o evitar el descenso, histeria avalada y a veces alimentada por la prensa, puede retornar el lío. Que ya no es sólo de las tribunas, ahora también es de esos jugadores que se autoapodan “machos” y que de eso no demuestran nada. Ojalá sólo debamos trabajar sobre cuestiones de la pelota, porque para los puños existe el boxeo. El fútbol es para los vivos, dice el dicho futbolero, pero los vivos de cabeza y pies, que esperemos predominen.
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