Es triste, muy triste. Nada más doloroso que la pérdida de vidas en un accidente. Más aún si los infortunados son deportistas a punto de ganar un torneo, sea cual fuere. Esta madrugada, el avión que llevaba al plantel de fútbol de Chapecoense, club brasileño finalista de la Copa Sudamericana, a disputar la primera partida en Colombia, cayó en una zona montañosa de Antioquia, en suelo colombiano. 76 personas perdieron su vida, entre ellas la mayoría de los futbolistas y su cuerpo técnico, sólo sobrevivieron tres deportistas.
Qué decir cuando hay una muerte. Una o 1200, una o 76, una o dos, sea conocido o no. En el caso de este ser humano, periodista, lamento que en el siglo XXI todavía haya que saber de fallas en un avión, cuando estamos hartos de la ultratecnología.
Lo único importante es enviar las condolencias y las oraciones de Así Es La Vida a los familiares, al club y a los hinchas del mismo. Porque por más que no sean cercanos, hasta el otro día los critiqué en mi crónica en Tribunero.com por su nivel de juego, el cual es mi trabajo, son seres humanos. Y como tales, merecen nuestra atención. Aunque la misma sea triste, tan triste.
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