Es un mal mundial, por lo menos argentino, digo por la sociedad que conozco y muchas veces padezco. Prometer y no cumplir. Esas malditas frases de "te voy a llamar" o "nos vemos" o porquerías por el estilo, que tal vez emanan de gente de buen alma, pero que por el resultado te dan bronca e impotencia igual. Lo peor es que es una costumbre arraigada en la gente. En lugar de cumplir directamente, prometen lo que luego o se olvidan o, peor, prefieren olvidar. Entonces, claro, cómo uno puede hacer amigos, relaciones, cómo no estar con recelo con la gente. Incluso con otra gente que nada tiene que ver y uno, injustamente, se la agarra.
Si me habrá tocado y toca casipermanentemente , mis seudoamigos de los bares o de otros tantísimos lugares que no lo son con sus malditas actitudes. O, también, mucho, con las cuestiones laborales: vos mandás un curriculum de lo que sea y ni te contestan, mandás una solicitud de algo y nada, y eso te da ganas de putearlos de arriba abajo. Llamo a bares de la zona Norte para conseguir presentaciones de música, me piden que envíe material y no me contestan sí o no, tremendos irrespetuosos. No se van a ampollar los dedos por enviar una respuesta que, incluso, deben hacer como protocolo de comunicación con el cliente/solicitante. Pero no, los tarados/as te pasan de largo.
Pésima costumbre, pecado capital, mentira en cualquiera de sus formas. Claro, es lo más fácil en esta sociedad fácil, que se molesta por todo, que todo "le rompe las…", como suele decirse. Se puede, no es tan difícil, decir la verdad, ser honesto. Pero preferimos la cobardía, el escondite de la mentira. Así estamos, después no nos quejemos de lo mal que está el mundo. Si nosotros acostumbramos a mentir.
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