Vivimos, con justa razón, a caballo de lo que pasa en este mundo agitado. Casi que cabalgamos la vida. Pero, creamos o no en Dios, sabemos que la vida no termina en este mundo agitado, sino en el que Dios, Jesús, María, los santos, por qué no varios seres nuestros habitan. Hoy, 15 de agosto, la Iglesia recuerda el misterio de cuando la Virgen, Nuestra Madre para los desprevenidos, ascendió al cielo en cuerpo y alma, en lugar de morir como nosotros. Por lo que Ella vive esa realidad que un día nosotros también viviremos. Que ya no tendremos que tragar las porquerías de este mundo contaminado, que ya pasaremos una vida en serio, un mundo en serio, con gente en serio, entre ella nuestros amados. Un día viviremos la misma suerte que María. Creamos o no, tengamos esa esperanza presente y comportémonos con ella, en vez de arruinarnos de pecado, para que así sea.
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