lunes, 20 de agosto de 2018

LA PÉSIMA COSTUMBRE DE COMER CON SAL

Aunque me cueste, trato de entender los usos y costumbres de esta sociedad. Pero hay algunos que, aunque no sean beneficiosos, la gente los sostiene a capa y espada. Uno de ellos es el comer con sal. Una cosa es el gusto por la comida, yo no suelo hacerme problema por ello pero entiendo a los que sí. Pero muy distinto es meterle sal en cantidad. O aunque sea poca. Primero, porque todos los médicos desaconsejan el uso del producto blanco para cuidado cardíaco. Y además, porque los alimentos, en su mayoría, tienen su propio gusto. La carne en sus distintas variedades, las verduras, la papa, los quesos, por citar algunos, ya poseen su sabor, incluso ciertos contienen sal. Y para mí salarlos encima es quitarles el gusto, casi como la identidad propia. Es decir, comemos carne salada, no carne. Papa salada, no papa. Como digo siempre, terminamos no sabiendo qué comemos. Falta sólo ponerle sal al café con leche. Tremendo. Que la vida debe tener sal, sí. Pero no se la agreguemos nosotros a placer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario