viernes, 5 de diciembre de 2014

MANDELA, UN AÑO DESPUÉS: SIEMPRE ENTRE NOSOTROS

Hoy 5 de diciembre, con distintos actos en todo el mundo y sobre todo en Sudáfrica, los hombres de buena fe recordamos el primer aniversario de la desaparición física de ese ángel encarnado llamado Nelson Rolihlahla Mandela. El primer presidente negro de su convulsionado país y premio Nóbel de la Paz en 1993 fue el responsable de la paz que hoy impera en Sudáfrica, ya que contribuyó grandemente a la abolición de esa vergüenza llamada "apartheid", donde los blancos eran dioses y los negros diablos para el gobierno, que encima tuvo la delicadeza de enjuiciar y más aún condenar a Nelson a cadena perpetua en 1963, sólo por querer el amor y la comprensión entre los hombres y las mujeres de su país sin distinción no sólo de color o raza, sino de cualquier otra cosa que los pudiera desunir. Nelson pasó 27 años en la prisión, primero de Robben Island y luego de Pollsmoor y de Victor Verster. Se realizaron campañas mundiales pidiendo por su liberación. Finalmente, y en medio de una gran agitación social popular, el 2 de febrero de 1990 fue liberado por el entonces presidente Frederik De Klerk, que se arrepintió de continuar con esa porquería y además trabajó junto a Mandela en su abolición, por lo que no sólo Nelson sino también De Klerk ganó el Nóbel. Y entre ambos acordaron las primeras elecciones presidenciales de la historia sudafricana. Fue entonces que el 10 de mayo de 1994, Madiba (como lo apodaban por el nombre de la tribu donde habiía nacido en 1918) fue elegido primer presidente por abrumadora mayoría como líder de su natal Congreso Nacional Africano (ANC). Y apenas asumió no sólo buscó la unidad y la reconciliación invitando a otros partidos a unirse a su gobierno, sino que entre otras mil obras promulgó una nueva Constitución y creó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación para investigar las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante aquella nefasta época. Pero sin duda su obra más hermosa fue la de ser impulsor del Mundial de rugby de 1995, que los famosos Springboks ganaron en su honor, el cual Mandela les devolvió entregándole la Copa al capitán Francois Pienaar, y vistiendo la camiseta número 6, justamente la de Pienaar. Y como si Dios lo hubiera destinado, menos de un año más tarde, Sudáfrica reempazaba a Kenia como organizador de la Copa Africana de Naciones y el 3 de febrero de 1996, le ganaba a Túnez 2-0 para llevarse la CAN, que Mandela entregó al capitán Neil Tovey, líder de una selección que había vuelto a competir recién en 1992 y donde coexistían pacíficamente blancos y negros. Su humildad llegó al punto de renunciar a un segundo mandato, por lo que el 14 de junio fue sucedido en el poder por Thabo Mbeki. Luego se dedicó entre otras cosas a obras de caridad y a ayudar al combate de la pandemia del SIDA con su Funación Nelson Mandela. Pero también volvió a acordarse del deporte, del que fue gran practicante en sus años de prisionero, y nuevamente fue impulsor de un gran torneo de fútbol, el Mundial de la FIFA, gracias a lo cual en 2004 su amado Sudáfrica le ganó el concurso a Marruecos por cuatro votos y logró (como en 1995 con el rugby y 1996 con la Copa Africana) la organización de la Copa del Mundo, que se realizó en 2010, con 10 magníficos estadios, uno de los cuales se llamó Nelson Mandela Bay, en Port Elizabeth. Y donde el local hizo una gran tarea en su tercer aparición mundialista con una gran victoria sobre Francia, aunque no pasó la primera ronda por diferencia de gol con México y Uruguay, a la postre cuarto. Pero Nelson sí fue ganador y estuvo aquel 11 de julio en el imponente Soccer City de Johannesburgo, en su última aparición pública, viendo cómo España vencía a Holanda 1 a 0 en tiempo extra y ganaba el primer título de su historia. Después, su luz en este mundo siguió brillando hasta principios de aquel 2013, cuando fue internado en un hospital de Johannesburgo por dolores que obviamente traía de su tiempo en prisión. Pero el aura de Madiba continuó aún en la enfermedad hasta aquel 5 de diciembre, cuando cambió de domicilio y se mudó de su amada Sudáfrica por la que tanto luchó al reino del Señor. Y allí, un año después, permanece junto a Jesús, la Madrecita María, mi mamá Anita y otros ángeles, charlando de todo un poco. Tal como Jesús, Nelson fue enjuiciado y condenado sólo por querer dar amor sin nada a cambio. Pero, también como Jesús, un día Nelson Mandela ganó la vida eterna. Y desde allí, claro, nos ilumina con su sabiduría y su paz a nosotros, los de este mundo tan convulsionado como aquella Sudáfrica. Simple y sencillo como él: a un año de su partida, Madiba sigue junto a nosotros y para siempre.

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