martes, 2 de diciembre de 2014

MI AMANECER EN ANGOLA





Música angoleña con Tina Duarte y Njozi Lami y su canción Malange.

Les voy a contar una historia que no parece real, más de cuento de hadas. Pero gracias a Dios fue y es realidad: mi primer día con alguien y algo de Angola, el precioso país del sur de Africa.



Video promocional de Luanda, capital de Angola.

Como ustedes saben, soy periodista deportivo actualmente activo. Fue así que buscando algo más de trabajo, se me ocurrió llamar a la Embajada de Angola en Buenos Aires, por el aprecio que desde niño tengo por Africa y especialmente por el país del petróleo, el que contaré más adelante. Me atendió la amable recepcionista Roxana un lunes por la mañana. Le comenté de mi interés en escribir de las noticias deportivas de Angola para la Embajada, ya que estoy muy informado del tema y también de la nación, y me sugirió que pidiera audiencia con Rosa Mangueira, la jefa de prensa, de la que yo tenía buenas referencias por mi participación en un programa de radio sobre el continente. Así hice enviando un mail a la dirección dada por Roxana.

Para mi gran sorpresa, Rosa me respondió al día siguiente: “Estimado Diego, me gustaría conocerlo personalmente. Vamos “marcar” un encuentro para después del 11 de noviembre (día de la independencia de Angola)”, escribió a mi mail en su trabajoso español, ya que los angoleños hablan en portugués. Sentí una emoción como pocas veces, más allá de que en este difícil 2014 mío ya había estado con gente africana como el señor Hypolytte, el cordial funcionario de la Embajada de la República Democrática del Congo.

Pero parecía que la audiencia por pedido de trabajo no prosperaría, ya que tras el 11 volví a escribir varias veces y no recibía respuesta de Rosa. Ya estaba pensando que ella, como ocurre con muchas personas conmigo, no estaba interesada en ayudarme. Volví a llamar una mañana, tras casi 7 pedidos de entrevista, y la recepcionista me informó que la señora se había ido de viaje a su Luanda natal, la capital de Angola, y que al día siguiente la telefoneara nuevamente o le escribiera. No tuve tiempo por trabajo que esa misma noche a las 23, Rosa me respondió confirmando un encuentro para el martes 2 de diciembre. Otra vez la emoción llenó mi alma. Ahora sí, el sueño iba a hacerse realidad...



Programa "Amar Angola", con Jorge Neuhrman.

Esperé ansioso ese martes, en el que casualmente cumplía 9 años de aquel glorioso reencuentro con los chicos del San Antonio, la imborrable escuela primaria. Llegó por fin esa soleada mañana algo calurosa. Me levanté a las 7 para bañarme y prepararme. Y tras el desayuno fui con papá en un largo viaje de tren y dos colectivos, el último el 19 de mi amadísimo Carapachay,hasta la Embajada situada en el barrio de Belgrano en Buenos Aires. Y tras el interminable periplo que aumentaba mi ansiedad, empezaron a sucederse los grandes momentos. El primero llegó a las 10.14, cuando un encargado nos dejó pasar la puerta del imponente lugar. Allí caminamos por un bellísimo jardín al aire libre y entramos a la recepción: sí, ya estaba en Angola. Luego de dejarle a Roxana nuestros datos, papá y yo nos sentamos en los comodísimos sillones de cuero mientras mirábamos TV Angola y a mi se me salían los ojos de mis órbitas del lujoso y acogedor lugar. Pero no precisamente por eso, sino porque con el correr de los minutos no podía creer estar en la Embajada, lo mismo que estar en Angola.

Mientras iba y venía gente a hacer todo tipo de trámites y el teléfono y el timbre no cesaban de sonar, llegó el segundo gran momento. A las 10.53, siete minutos antes de la hora pactada con Rosa, la recepcionista me llamó diciéndome que la señora quería hablar conmigo. Con gran alegría, fui al escritorio, tomé el teléfono y hablé por primera vez con alguien de Angola. “Bon día, pido perdón pero estoy um poco atrasada, llegaré em 20 minutos”, me dijo en su mezcla de portugués y español. Le agradecí y me senté a esperar. El que no esperó fue mi corazón, que obviamente empezó a palpitar con cada segundo que corría. Personas seguían yendo y viniendo, saliendo y entrando a la Embajada, haciendo consultas, charlando, haciendo pedidos...



TV Angola, programa educativo.

Por fin, el momento cumbre llegó a mi vida. A las 11.22, sin que nadie me avisara, Rosa se apareció en la recepción y tomándome de la mano me saludó amablemente. “Hola Diego, soy Rosa”. “Hooola, Rosa, buen día, mucho gusto”, dije con inmensa alegría. Había terminado de encontrarme con una representante de mi amado país africano. Y una dignísima representante: la negra y joven Rosa, de unos 45 años, estaba bien vestida y perfumada y se mostró muy amable. Así nos invitó a papá y a mí a pasar a su despacho, donde nos dejó un rato solos ya que tenía que atender otros asuntos. Entretanto, una empleada nos trajo café.

Por fin a los diez minutos volvió Rosa con su asistente argentino Ramiro. Y desde ese momento, más o menos las 11 y media de la mañana, me quedé sorprendido, casi pasmado. Fue notable por demás la dulzura, calidez y humildad de la simpática angoleña. Lo primero que nos dijo fue: “Perdón por mi atraso, es que anoche falleció mi madre”. Por supuesto lo lamentamos profundamente. Y enseguida agregó: “Lo segundo que quiero decirles es que ustedes tienen abiertas las puertas de la Embajada de Angola para lo que necesiten. Pueden llamar, escribir para lo que quieran”. Extraordinaria.

Era el comienzo de la entrevista, que duró media hora y donde le dije que yo sabía hablar bastante bien el portugués, gracias a esos gloriosos días de 1993 viendo TV Bandeirantes de Brasil. Y más adelante, le conté mi proyecto. Ahí ella me informó que por este año no sería posible que yo escribiera para ellos, primero porque no le dan mucha importancia al deporte y sobre todo porque les interesa más difundir la cultura general de Angola para nosotros los argentinos. Entonces se me frunció un poquito el alma. Pero lo acepté rápidamente, cómo no iba a hacerlo con tanta humildad y calidez de su parte. Y seguimos charlando de todo un poco; le conté de por qué mi amor por Angola, el primer país africano del que tengo recuerdo; le pregunté muchas cosas del país (que detallo en próximas notas), sobre todo del “futebol” tan popular en la nación. Pero además de Angola en general, su gente, su cocina, sus costumbres muy parecidas a las nuestras, lo que también escribo en la próxima entrada.


Formación de la selección de Angola en 2012.

Volviendo a mi proyecto laboral, Rosa dijo la tercera frase bella de la mañana. Cuando hablamos de dinero, yo le repetí varias veces que no me importaba en lo más mínimo cobrar, sólo quería trabajar para tan hermosa gente. Ella insistió: “Sí, está bem o primeiro día, o segundo, mais ya o tercero YO NO ME SIENTO BIEN AL NO PAGAR”. Increíble pero real. Cuando acá en Argentina muchos sinvergüenzas aceptan la no paga y encima se atreven a faltarme el respeto, la divina Rosa daba una clase magistral de sencillez y humildad a los ojos de Jesús y María, que de más está decir que me acompañaban junto a papá. Eso sí, Rosita aclaró que ellos no disponen de muchos fondos. y sobre el espinoso tema finalizó: “Déjame ver o nosso projeto para o prossimo ano...”. En efecto, ella se iba a Luanda en dos semanas a pasar las fiestas de fin de año y unas vacaciones, y me informó que ya estaría disponible en febrero para reanudar las tratativas.

Finalmente, a las 12 la saludamos y nos acompañó hasta la salida. Le deseé feliz Natal (Navidad en portugués) y me dio un beso en cada mejilla, como se acostumbra en Angola y muchos países africanos. “Brigado, brigado (gracias)”, repetí yo en mi intermedio portugués, y nos fuimos. Eran las 12.08 cuando con papá caminamos la empedrada calle hasta la parada del 19. Y desde la llegada del colectivo y otros dos hasta casa, volé en mis pensamientos sin importarme nada de la gran cantidad de ruidos que se oía a mi alrededor. “Qué divina la angoleña”, decía en voz alta para mí mismo, sentado al lado de un señor, ya que papá se había ido hacia atrás. Y así hasta que a las 13.40 aproximadamente llegué a mi hogar, cansado pero superfeliz. Sí, se había cumplido mi sueño: ese 2 de diciembre de 2014, amanecí en Angola.

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