Bienvenidos a Así Es La Vida, un blog de todo un poco, una charla con un amigo, sin tiempo ni espacio, sin intereses, sin estructuras. El caminar de un ciudadano por la vida. Dedicado a mi madre Anita.
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miércoles, 13 de noviembre de 2019
NO NOS OLVIDAMOS DE ANGOLA
Si ustedes siguieron Así Es La Vida desde el comienzo, recordarán que me ice muy amigo de la jefa de prensa de la Embajada de Angola en la Argentina, la adorable Rosa Mangueira. Luego fui invitado por ella a aquella lujosa, inolvidable fiesta de independencia en 2016. Le compuse un tema, Rosa de Angola, que pueden ver en mi canal DIEGO CANTAUTOR en YouTube. Y aparte, la nación del suroeste de Africa me trae mi primer recuerdo del amado continente negro. En 2018 Rosa partió definitivamente a Luanda, la capital, su residencia. Desde entonces se la extraña un montón, su cariño, su valía humana, cómo se esforzaba para hablar en español, hasta que me pidió que le enseñara. Las personas hermosas, las vivencias bellas no se van con el físico de la gente, quedan archivadas en el disco de nuestra alma. Angola se quedó para siempre en mi vida, antes y después de esos aconteciientos. Por eso, esta semana que festejó el 11 de Noviembre sus 42 añitos de libertad de la colonización portuguesa, no nos olvidamos: felicidades para los angoleños residentes en el país y para todo ese pueblo caluroso como el Africa.
jueves, 20 de diciembre de 2018
LA ANGOLEÑA VOLVIÓ A SU PAGO...
Si siguen Así Es La Vida, recuerdan que en una de mis experiencias de vida conocí una angoleña, la jefa de prensa de la Embajada de Angola en Buenos Aires, Rosa Mangueira. En ese momento yo trabajaba en el programa radial Amor por Africa y Rosa era una seguidora. Entonces, con el cariño que siento por el país del suroeste africano, me contacté con ella, primero por amabilidad y luego por si podía pescar algún trabajito de periodista allí. Y ese 2 de diciembre de 2014 (ver "Mi amanecer en Angola") la vi por primera vez, todo un honor para mí con todo lo que la mujer, Africa y la raza negra representa. Seguimos contacatados estos años, incluso fui a aquella inolvidable fiesta de la independencia de 2016, hasta que esta semana me enteré desde la Embajada que cumplió su misión y regresó a su país, donde vive con su marido y sus dos hijos. La angoleña se fue a su pago, pero como cada ser maravilloso que Dios me pone en el camino, quedó en mi grata memoria para siempre. Desde aquí le enviamos felices fiestas y lo mejor para su futuro.
sábado, 12 de noviembre de 2016
SOÑANDO DESPIERTO EN UNA MÁGICA NOCHE ANGOLEÑA
Fue una noche de ensueño. Mäs que vivirla, casi fue soñar despierto con la magia de una noche perfecta de noviembre. Así fue la de este viernes, cuando asistí a la fiesta del aniversario de la independencia de Angola, mi querida Angola, que se puso hermosa para festejar sus 41 añitos. En un imponente escenario natural, las estrellas brillaron doblemente en el agradable clima primaveral, y la música y el ambiente alegre y cálido redondearon una jornada inolvidable para mi corazón.
Invitado por la divina Rosa Mangueira, les recuerdo la jefa de prensa de la Embajada, a quien conozco por mi participación radial en Amor por Africa, viví el honor y la alegría grande de estar en medio del caluroso grupo angoleño. Llegué junto a papá a las 7 y cuarto, tras un viaje largo y complicado en colectivo y un inesperado remise, a esa residencia de las Lomas de San Isidro, zona de altísima categoría del norte de Buenos Aires. Tras pisar la alfombra roja sobre el cemento y pasar la recepción, muy bien saludados, nos encontramos con el amable Ramiro, el joven argentino asistente de Rosa, a quien yo buscaba con ansias para darle un beso, pero una lástima que no apareció. Y las correctísimas recepcionistas nos pidieron sacarnos una foto protocolar con Hermínio Joaquim Escorcio, el embajador. El hombre, impecablemente trajeado, me saludó dándome la mano, yo lo saludé en portugués “Boa noite, feliz dia da independença” y le pregunté “¿vocé é o embaixador?”, con aplomo de mi conocimiento del idioma por TV Bandeirantes del 93. Me contestó sí amablemente, me tomó del hombro y posamos para la foto. De esa entrada bajo techo al imponente parque, lleno de mesas con manteles blancos, una pileta enorme iluminada, luces blancas por todos lados y hasta un pasto tupido, tan prolijo que asombraba, pura clorofila. “Nunca vi nada igual, tanto lujo”, comentaba extasiado papá mientras degustaba las entradas y la bebida que las mozas traían. Un gentiío argentino y africano, vestido de etiqueta, era el sonido de la reunión. Todo era impecable, todo fue impecable.
Ahí estuvimos parados un rato, admirando el atardecer naranja que caía sobre la fiesta angoleña, matizado por la cadenciosa música funcional. Yo no podía creerlo, no lo pude en toda la noche. Llegó la negrura nocturna, sólo cortada por el brillo de las luces del parque, y en semejante belleza visual, tipo 8 y media, comenzó formalmente el festejo, con los himnos de los dos países. Yo canté el argentino y seguí con curiosidad el de Angola, aplaudiendo en muestra de amor profundo. Acto seguido llegó el discurso de Escorcio, muy ameno y poco contracturado pero sobrio, en portugués y luego traducido al español e inglés por una joven mujer y al francés por otro joven. Enseguida, al borde de las 9, empezó la opípara cena, en mesas con cuatro copas y dos vasos por comensal para dar una idea del momento. Yo no pensaba en comer, primero que no tenía mucho hambre,segundo que la felicidad que sentía la dejaba de costado, enganchado entre el presente y los recuerdos del 85 que ya conté. Y sobre todo, por mi miedo escénico con la comida, que el embajador había anunciado que sería típica de Angola. Tenía referencia de cuando visité a Rosa en 2014 que los angoleños consumen mariscos. Y en efecto, llegaron cazuelitas con carne hervida, la famosa “feixoada” (similar a las lentejas) y todo tipo de frutos de mar, pulpo, bacalao, sardinas, entre otros. Todo regado por varias clases de bebidas con y sin alcohol, yo tomé Coca Cola helada mientras saboreaba aliviado la carne, que papá me fue a buscar de unos puestos cerca de la entrada.
En el transcurso de la cena, y mientras oía angoleños sentarse cerca nuestro, uno me saludó “buenas noches” en trabajoso español, y yo respondí “boa noite” con seguridad. Y un rato luego, apareció lo mejor de la preciosa noche: la exhibición artística angoleña, con varios números de danzas bajo un increíble fondo musical autóctono, rigurosamente descripto por el presentador argentino. Así fueron pasando la revita, la kisomba y al final el kuduru, llenas de despliegue y juego de luces perfectos. Y cuando yo creía que todo sería color rojo y negro, los de la nación del suroeste africano, un impactante “enganchado” bailable matizó la jornada. Y al borde del gran escenario, la gente se puso a mover desenfrenadamente, en un amplio abanico musical que fue de Roxette y David Lee Roth a Gilda, Osmani García y Ricky Martin. Nosotros seguíamos todo desde nuestras perfectas sillas, aunque luego nos acercamos al lugar. Mientras tanto, nos sorprendíamos con la presencia del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, y saboreábamos exquisitos palitos de helado, lujosa torta y delicioso café bien angoleño, fantásticamente atendidos por las mozas. Todo el tiempo, mi mente jugueteaba entre lo que estaba viviendo y 31 años atrás de esos días de primavera 1985, lo que me llenaba el alma.
Cerca de las 11 y 20, mientras la música seguía retumbando a puro ritmo y sonido, decidimos irnos, no había mucho más, al menos no nos enteramos. Y saludamos a Ramiro, que me felicitó por haber estado y nos charló divinamente; le consulté por la estrella faltante. “¿Dónde anda Rosa?”, con tono de ansia. “Je, sólo Dios sabe”, fue su clara respuesta. Parece que mi querida amiga angoleña estuvo en la organización y luego se fue, si no la hubiéramos visto. Me despedí de él, que me prodigó un abrazo más cálido que su gente, y tipo 12 abordamos el auto que nos devolvió a casa. Así fue el sueño. Mágico, precioso, feliz. Como un cuento. Como la realidad de esta mágica noche, como la de la independencia de Angola. De mi dulce Angola.
Invitado por la divina Rosa Mangueira, les recuerdo la jefa de prensa de la Embajada, a quien conozco por mi participación radial en Amor por Africa, viví el honor y la alegría grande de estar en medio del caluroso grupo angoleño. Llegué junto a papá a las 7 y cuarto, tras un viaje largo y complicado en colectivo y un inesperado remise, a esa residencia de las Lomas de San Isidro, zona de altísima categoría del norte de Buenos Aires. Tras pisar la alfombra roja sobre el cemento y pasar la recepción, muy bien saludados, nos encontramos con el amable Ramiro, el joven argentino asistente de Rosa, a quien yo buscaba con ansias para darle un beso, pero una lástima que no apareció. Y las correctísimas recepcionistas nos pidieron sacarnos una foto protocolar con Hermínio Joaquim Escorcio, el embajador. El hombre, impecablemente trajeado, me saludó dándome la mano, yo lo saludé en portugués “Boa noite, feliz dia da independença” y le pregunté “¿vocé é o embaixador?”, con aplomo de mi conocimiento del idioma por TV Bandeirantes del 93. Me contestó sí amablemente, me tomó del hombro y posamos para la foto. De esa entrada bajo techo al imponente parque, lleno de mesas con manteles blancos, una pileta enorme iluminada, luces blancas por todos lados y hasta un pasto tupido, tan prolijo que asombraba, pura clorofila. “Nunca vi nada igual, tanto lujo”, comentaba extasiado papá mientras degustaba las entradas y la bebida que las mozas traían. Un gentiío argentino y africano, vestido de etiqueta, era el sonido de la reunión. Todo era impecable, todo fue impecable.
Ahí estuvimos parados un rato, admirando el atardecer naranja que caía sobre la fiesta angoleña, matizado por la cadenciosa música funcional. Yo no podía creerlo, no lo pude en toda la noche. Llegó la negrura nocturna, sólo cortada por el brillo de las luces del parque, y en semejante belleza visual, tipo 8 y media, comenzó formalmente el festejo, con los himnos de los dos países. Yo canté el argentino y seguí con curiosidad el de Angola, aplaudiendo en muestra de amor profundo. Acto seguido llegó el discurso de Escorcio, muy ameno y poco contracturado pero sobrio, en portugués y luego traducido al español e inglés por una joven mujer y al francés por otro joven. Enseguida, al borde de las 9, empezó la opípara cena, en mesas con cuatro copas y dos vasos por comensal para dar una idea del momento. Yo no pensaba en comer, primero que no tenía mucho hambre,segundo que la felicidad que sentía la dejaba de costado, enganchado entre el presente y los recuerdos del 85 que ya conté. Y sobre todo, por mi miedo escénico con la comida, que el embajador había anunciado que sería típica de Angola. Tenía referencia de cuando visité a Rosa en 2014 que los angoleños consumen mariscos. Y en efecto, llegaron cazuelitas con carne hervida, la famosa “feixoada” (similar a las lentejas) y todo tipo de frutos de mar, pulpo, bacalao, sardinas, entre otros. Todo regado por varias clases de bebidas con y sin alcohol, yo tomé Coca Cola helada mientras saboreaba aliviado la carne, que papá me fue a buscar de unos puestos cerca de la entrada.
En el transcurso de la cena, y mientras oía angoleños sentarse cerca nuestro, uno me saludó “buenas noches” en trabajoso español, y yo respondí “boa noite” con seguridad. Y un rato luego, apareció lo mejor de la preciosa noche: la exhibición artística angoleña, con varios números de danzas bajo un increíble fondo musical autóctono, rigurosamente descripto por el presentador argentino. Así fueron pasando la revita, la kisomba y al final el kuduru, llenas de despliegue y juego de luces perfectos. Y cuando yo creía que todo sería color rojo y negro, los de la nación del suroeste africano, un impactante “enganchado” bailable matizó la jornada. Y al borde del gran escenario, la gente se puso a mover desenfrenadamente, en un amplio abanico musical que fue de Roxette y David Lee Roth a Gilda, Osmani García y Ricky Martin. Nosotros seguíamos todo desde nuestras perfectas sillas, aunque luego nos acercamos al lugar. Mientras tanto, nos sorprendíamos con la presencia del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, y saboreábamos exquisitos palitos de helado, lujosa torta y delicioso café bien angoleño, fantásticamente atendidos por las mozas. Todo el tiempo, mi mente jugueteaba entre lo que estaba viviendo y 31 años atrás de esos días de primavera 1985, lo que me llenaba el alma.
Cerca de las 11 y 20, mientras la música seguía retumbando a puro ritmo y sonido, decidimos irnos, no había mucho más, al menos no nos enteramos. Y saludamos a Ramiro, que me felicitó por haber estado y nos charló divinamente; le consulté por la estrella faltante. “¿Dónde anda Rosa?”, con tono de ansia. “Je, sólo Dios sabe”, fue su clara respuesta. Parece que mi querida amiga angoleña estuvo en la organización y luego se fue, si no la hubiéramos visto. Me despedí de él, que me prodigó un abrazo más cálido que su gente, y tipo 12 abordamos el auto que nos devolvió a casa. Así fue el sueño. Mágico, precioso, feliz. Como un cuento. Como la realidad de esta mágica noche, como la de la independencia de Angola. De mi dulce Angola.
viernes, 11 de noviembre de 2016
!FELICIDADES ANGOLA!
Música típica de Angola
Hoy es otro día muy tocante para quien escribe. Angola, el país del suroeste africano por quien tengo un amor muy especial, cumple 41 años de independencia. Este 11 de noviembre se conmemora el día en que se declaró la emancipación de Portugal en 1975. Aquellos recuerdos de infancia (VER PRÓXIMA ENTRADA), que me traen los primeros de mi amada Africa, y mucho más todavía aquella inolvidable experiencia de mi visita a la Embajada hace casi dos años afloran otra vez en mi corazón. Y lo harán hoy, cuando iré a la fiesta de su aniversario que luego les detallaré. Saludos a la divina Rosa Mangueira, jefa de prensa de la Embajada aquí en Argentina, y a todos los angoleños residentes en el país y en el mundo que puedan leer estas pocas pero cariñosas líneas.
jueves, 10 de noviembre de 2016
INVITADO A LA FIESTA PATRIA DE ANGOLA
Si ustedes han leído este humilde blog, recuerdan mi amor por Angola, el país del suroeste africano. Y se acuerdan de que hace dos años fui a la Embajada, me entrevisté con la divina Rosa Mangueira, la jefa de Prensa (ver “Mi Amanecer en Angola”) y pasé un momento increíble, de ensueño. Bueno, mañana viernes es el Día de la Independencia de Angola. Se cumplen 41 años desde su emancipación de Portugal en 1975. Y esta tarde Rosa me llamó y muy dulce, gentil, amable, me invitó a la fiesta conmemorativa, que será mañana a las 19 en un lugar de San Isidro, zona norte de Buenos Aires. Con el orgullo que me da que alguien de África me haga ese regalo, y con el brillo de aquel recuerdo de mi infancia (ver “Angola: el comienzo de mi interés por Africa”) estoy muy contento y ansioso por estar mañana con los cálidos angoleños, empezando claro por la morena y amable mujer. Será otro bello momento de este 2016 de bendiciones, de buenas, que incluyó Tribunero.com, mi psicóloga Nora, mis recitales, mi vuelta a la iglesia y más. Será, claro, otro momento con Africa y mi amada Angola. Mañana les cuento.
sábado, 6 de agosto de 2016
VOLVÍ CON LA ANGOLEÑA
Si siguen Así Es La Vida, seguro recuerdan a mi conocida de Angola, la adorable Rosa Mangueira, jefa de prensa de la Embajada, a quien conocí intentando trabajo aquel 2 de diciembre de 2014 (ver “Mi amanecer en Angola”). Ese momento fue toda una revolución por el aprecio que tengo por el país del suroeste africano. Bueno, como hacía rato no teníamos contacto, resolví llamar al número que tenía en mi agenda, y resulta que atendió el contestador y me enteré del cambio de sede y, por consiguiente, de dirección y de teléfono. De la calle La Pampa se fueron a Virrey Loreto, en plena Capital. Entonces, llamé ahí, pedí con Rosa y al rato, una voz de mujer con tonada portuguesa, el idioma de Angola, me dijo hola. Y me emocioné al charlar con la angoleña, que me reconoció en seguida, me trató de usted y me ratificó que por el momento no hay chance de escribir (como había planeado cuando tuve audiencia con ella) para la Embajada. “No tenemos cómo pagarte, para colmo estamos peor que antes”, repitió, aludiendo a la actual situación económica del país. Igual, fue como siempre una alegría, un orgullo por el amor que tengo por Africa y por Angola. Quedé en llamarla para ir a verla, son esas relaciones que, sin llegar al grado de amistad, también hacen feliz a uno. Y hay que aprovecharlo, no cualquiera tiene una amiga angoleña.
martes, 2 de diciembre de 2014
MI AMANECER EN ANGOLA
Música angoleña con Tina Duarte y Njozi Lami y su canción Malange.
Les voy a contar una historia que no parece real, más de cuento de hadas. Pero gracias a Dios fue y es realidad: mi primer día con alguien y algo de Angola, el precioso país del sur de Africa.
Video promocional de Luanda, capital de Angola.
Como ustedes saben, soy periodista deportivo actualmente activo. Fue así que buscando algo más de trabajo, se me ocurrió llamar a la Embajada de Angola en Buenos Aires, por el aprecio que desde niño tengo por Africa y especialmente por el país del petróleo, el que contaré más adelante. Me atendió la amable recepcionista Roxana un lunes por la mañana. Le comenté de mi interés en escribir de las noticias deportivas de Angola para la Embajada, ya que estoy muy informado del tema y también de la nación, y me sugirió que pidiera audiencia con Rosa Mangueira, la jefa de prensa, de la que yo tenía buenas referencias por mi participación en un programa de radio sobre el continente. Así hice enviando un mail a la dirección dada por Roxana.
Para mi gran sorpresa, Rosa me respondió al día siguiente: “Estimado Diego, me gustaría conocerlo personalmente. Vamos “marcar” un encuentro para después del 11 de noviembre (día de la independencia de Angola)”, escribió a mi mail en su trabajoso español, ya que los angoleños hablan en portugués. Sentí una emoción como pocas veces, más allá de que en este difícil 2014 mío ya había estado con gente africana como el señor Hypolytte, el cordial funcionario de la Embajada de la República Democrática del Congo.
Pero parecía que la audiencia por pedido de trabajo no prosperaría, ya que tras el 11 volví a escribir varias veces y no recibía respuesta de Rosa. Ya estaba pensando que ella, como ocurre con muchas personas conmigo, no estaba interesada en ayudarme. Volví a llamar una mañana, tras casi 7 pedidos de entrevista, y la recepcionista me informó que la señora se había ido de viaje a su Luanda natal, la capital de Angola, y que al día siguiente la telefoneara nuevamente o le escribiera. No tuve tiempo por trabajo que esa misma noche a las 23, Rosa me respondió confirmando un encuentro para el martes 2 de diciembre. Otra vez la emoción llenó mi alma. Ahora sí, el sueño iba a hacerse realidad...
Programa "Amar Angola", con Jorge Neuhrman.
Esperé ansioso ese martes, en el que casualmente cumplía 9 años de aquel glorioso reencuentro con los chicos del San Antonio, la imborrable escuela primaria. Llegó por fin esa soleada mañana algo calurosa. Me levanté a las 7 para bañarme y prepararme. Y tras el desayuno fui con papá en un largo viaje de tren y dos colectivos, el último el 19 de mi amadísimo Carapachay,hasta la Embajada situada en el barrio de Belgrano en Buenos Aires. Y tras el interminable periplo que aumentaba mi ansiedad, empezaron a sucederse los grandes momentos. El primero llegó a las 10.14, cuando un encargado nos dejó pasar la puerta del imponente lugar. Allí caminamos por un bellísimo jardín al aire libre y entramos a la recepción: sí, ya estaba en Angola. Luego de dejarle a Roxana nuestros datos, papá y yo nos sentamos en los comodísimos sillones de cuero mientras mirábamos TV Angola y a mi se me salían los ojos de mis órbitas del lujoso y acogedor lugar. Pero no precisamente por eso, sino porque con el correr de los minutos no podía creer estar en la Embajada, lo mismo que estar en Angola.
Mientras iba y venía gente a hacer todo tipo de trámites y el teléfono y el timbre no cesaban de sonar, llegó el segundo gran momento. A las 10.53, siete minutos antes de la hora pactada con Rosa, la recepcionista me llamó diciéndome que la señora quería hablar conmigo. Con gran alegría, fui al escritorio, tomé el teléfono y hablé por primera vez con alguien de Angola. “Bon día, pido perdón pero estoy um poco atrasada, llegaré em 20 minutos”, me dijo en su mezcla de portugués y español. Le agradecí y me senté a esperar. El que no esperó fue mi corazón, que obviamente empezó a palpitar con cada segundo que corría. Personas seguían yendo y viniendo, saliendo y entrando a la Embajada, haciendo consultas, charlando, haciendo pedidos...
TV Angola, programa educativo.
Por fin, el momento cumbre llegó a mi vida. A las 11.22, sin que nadie me avisara, Rosa se apareció en la recepción y tomándome de la mano me saludó amablemente. “Hola Diego, soy Rosa”. “Hooola, Rosa, buen día, mucho gusto”, dije con inmensa alegría. Había terminado de encontrarme con una representante de mi amado país africano. Y una dignísima representante: la negra y joven Rosa, de unos 45 años, estaba bien vestida y perfumada y se mostró muy amable. Así nos invitó a papá y a mí a pasar a su despacho, donde nos dejó un rato solos ya que tenía que atender otros asuntos. Entretanto, una empleada nos trajo café.
Por fin a los diez minutos volvió Rosa con su asistente argentino Ramiro. Y desde ese momento, más o menos las 11 y media de la mañana, me quedé sorprendido, casi pasmado. Fue notable por demás la dulzura, calidez y humildad de la simpática angoleña. Lo primero que nos dijo fue: “Perdón por mi atraso, es que anoche falleció mi madre”. Por supuesto lo lamentamos profundamente. Y enseguida agregó: “Lo segundo que quiero decirles es que ustedes tienen abiertas las puertas de la Embajada de Angola para lo que necesiten. Pueden llamar, escribir para lo que quieran”. Extraordinaria.
Era el comienzo de la entrevista, que duró media hora y donde le dije que yo sabía hablar bastante bien el portugués, gracias a esos gloriosos días de 1993 viendo TV Bandeirantes de Brasil. Y más adelante, le conté mi proyecto. Ahí ella me informó que por este año no sería posible que yo escribiera para ellos, primero porque no le dan mucha importancia al deporte y sobre todo porque les interesa más difundir la cultura general de Angola para nosotros los argentinos. Entonces se me frunció un poquito el alma. Pero lo acepté rápidamente, cómo no iba a hacerlo con tanta humildad y calidez de su parte. Y seguimos charlando de todo un poco; le conté de por qué mi amor por Angola, el primer país africano del que tengo recuerdo; le pregunté muchas cosas del país (que detallo en próximas notas), sobre todo del “futebol” tan popular en la nación. Pero además de Angola en general, su gente, su cocina, sus costumbres muy parecidas a las nuestras, lo que también escribo en la próxima entrada.
Formación de la selección de Angola en 2012.
Volviendo a mi proyecto laboral, Rosa dijo la tercera frase bella de la mañana. Cuando hablamos de dinero, yo le repetí varias veces que no me importaba en lo más mínimo cobrar, sólo quería trabajar para tan hermosa gente. Ella insistió: “Sí, está bem o primeiro día, o segundo, mais ya o tercero YO NO ME SIENTO BIEN AL NO PAGAR”. Increíble pero real. Cuando acá en Argentina muchos sinvergüenzas aceptan la no paga y encima se atreven a faltarme el respeto, la divina Rosa daba una clase magistral de sencillez y humildad a los ojos de Jesús y María, que de más está decir que me acompañaban junto a papá. Eso sí, Rosita aclaró que ellos no disponen de muchos fondos. y sobre el espinoso tema finalizó: “Déjame ver o nosso projeto para o prossimo ano...”. En efecto, ella se iba a Luanda en dos semanas a pasar las fiestas de fin de año y unas vacaciones, y me informó que ya estaría disponible en febrero para reanudar las tratativas.
Finalmente, a las 12 la saludamos y nos acompañó hasta la salida. Le deseé feliz Natal (Navidad en portugués) y me dio un beso en cada mejilla, como se acostumbra en Angola y muchos países africanos. “Brigado, brigado (gracias)”, repetí yo en mi intermedio portugués, y nos fuimos. Eran las 12.08 cuando con papá caminamos la empedrada calle hasta la parada del 19. Y desde la llegada del colectivo y otros dos hasta casa, volé en mis pensamientos sin importarme nada de la gran cantidad de ruidos que se oía a mi alrededor. “Qué divina la angoleña”, decía en voz alta para mí mismo, sentado al lado de un señor, ya que papá se había ido hacia atrás. Y así hasta que a las 13.40 aproximadamente llegué a mi hogar, cansado pero superfeliz. Sí, se había cumplido mi sueño: ese 2 de diciembre de 2014, amanecí en Angola.
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