Este
lunes viviré un aniversario más especial
que ninguno de este 2020. Se cumplirán 30 años de la fiesta de fin de la
secundaria en el Instituto Martín Güemes de mi Carapachay. De una noche inolvidable
de ese inolvidable 1990 de mis 17. Pero antes de esa noche hubo un día tan
largo como hermoso de recordar.
Aquel
7 del 90 fue recordadísimo por lo maratónico y trascendente, en esa primera
semana de mis grandes definiciones, ya que en el mismo día debía dar examen de
mi quinto año de Inglés. Ese soleado y caluroso viernes arrancó saliendo en el Peugeot
Pero
la tensionante jornada no terminó allí: del centro me volví hasta casa para
prepararme para la fiesta del Güemes. Primero le llevé un regalo a mi profesora
particular Cristina por fin de Inglés; encima en el camino mi papá casi se toma
a golpes de puño con un camionero que no le dejó paso. De vuelta me afeité, me
bañé, me puse el traje que me habían prestado y viví la gloriosa fiesta. Cuando
llegué a las 11 sentí gran alivio, me aflojé y cené una exquisita pizza
mientras miraba Fútbol de Primera. Había terminado un día tan agotador como
inolvidable.
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