El último día del 88 arrancó al mediodía, cuando estuve brindando en el local de ropa de mi familia en la famosa avenida Santa Fe, en Capital, con mis padres y gente de locales vecinos como Patricia. Cuando volví a casa me acosté un rato, llevado por el intenso calor. Sin querer dormí una plácida siesta que terminé dos horas después algo somnoliento.
Pero tras una ducha me sentí muy bien. Y gracias a todo eso pude disfrutar una agradable noche entre la cena en el patio, la presencia de mi madrina Marta y los suyos y mis abuelos, mis bromas con los "enganches" haciéndole grabar a mi abuelo el tango “Cambalache” y un corto show de baile a mi cargo sobre el pasto del gran fondo, ya en el nuevo año. “La verdad Diego te felicito, fuiste el más movido de la noche...”, me elogió mi abuela. Uno de los mejores 31 de mi historia, a tono con aquel glorioso 1988.
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