La formación de la Tierra donde vivimos, pisamos y respiramos cada segundo tiene miles de increíbles secretos. Sabemos que existen cinco continentes: América, Asia, Africa, Europa, Oceanía y también esa gran masa helada, la Antártida. Esos continentes están a su vez divididos en regiones, países, ciudades, localidades. Pero hubo una vez en que existió un todo con nombre propio, un solo continente. Se llamaba Pangea, una gigantesca superficie de tierra emergida que era casi todo nuestro planeta. Se formó por las famosas placas tectónicas, aquellas que tanto mueven el piso con sus vaivenes, dando origen a terremotos o tsunamis. Fue parte de la Prehistoria, del período conocido como Carbonífero, entre la era Paleozoica y Mesozoica, hace cientos de millones de años. Estuvo durante unos 160, hasta que las mismas placas lo fragmentaron en dos continentes: Gondwana, como esa banda de reggae chilena, y Laurasia, que con el tiempo se rompieron y gestaron los continentes que conocemos hoy. Qué loco debe haber sido vivir en un solo continente, no habría sido muy difícil comunicarse. Estoy en Pangea, vivo en Pangea, me voy a Pangea.
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