jueves, 29 de junio de 2017

LA ÚLTIMA VEZ QUE ARGENTINA GRITÓ CAMPEÓN DEL MUNDO

Como tantos aniversarios, Así Es La Vida resalta este tan especial. Tanto como que fue el del último título de la Argentina en un Mundial, el de México 86, del que hoy son 31 años, ya 31. Tanta agua corrió, pero no pudo ni podrá con esos recuerdos de gloria, tanto los del fútbol como los de mi vida por entonces. A modo de homenaje a aquellos eternos campeones, aquí la crónica que escribí el año pasado, justo para esta fecha, a 30 años, en Tribunero.com.

Finalmente el día había llegado. Quién lo hubiera pensado, después de tanta crítica, tanto descreimiento, tanta polémica, típica de un pre Mundial. Aquel 29 de junio de 1986 en México, la Argentina de Bilardo arribaba a la gran oportunidad de ganar el máximo torneo del fútbol por segunda vez y coronar así una tarea impecable, llena de brillo, llena de Maradona. Pero había un rival, y qué rival. La afortunada Alemania Federal, que a los tropezones fue hasta la final, aparecía con toda su potencia, sus atletas, su fortaleza. Y el estadio Azteca era el majestuoso escenario del majestuoso momento.

Casi 115 000 testigos decoraban las tribunas para un partido de dos polos opuestos: los lujos, el genio argentino ante la fuerza, la disciplina alemana. Los de Franz Beckenbauer, que comenzó su ciclo justamente con la albiceleste en 1984, se lanzaron a atacar pero fueron bien contenidos por una Argentina que, como en todo el torneo, tomó la iniciativa en las dos áreas y buscó sin tener miedo de quién estaba enfrente. A los 6 minutos fue la primera emoción cuando un córner fue peinado y Batista no llegó a tocarla por muy poco. A pesar de sus intenciones, Alemania sólo inquietó una vez, a los 18 minutos y con un tiro libre de Brehme rechazado por Pumpido que debió ser ejecutado de nuevo por no esperar al árbitro, el brasileño Arppi, por lo que Maradona protestó y se llevó la primera tarjeta amarilla.

La Selección, tras un rato de letargo, fue por el primer gol y a los 22 minutos, Maradona habilitó a Cuciuffo, que fue derribado por Lothar Matthaeus, uno de los marcadores del 10. Burruchaga, de gran tarea, envió el centro, el pintoresco Schumacher salió mal y José Luis Brown cabeceó al primer gol. El que necesitaba para tranquilizarse y comenzar a manejar mejor el trámite.

Y siguió superior, dejando pequeño a una gran escuadra, buscando más como había hecho en los otros encuentros. Un tiro libre de Maradona fue detenido por el arquero y un pase de Burruchaga casi llega a Diego, pero Schumacher lo anticipó. La última fue de Batista, que le pegó sin dirección de afuera.

Todo fue igual en el reinicio. Entró Rudi Voeller por un inexistente Allofs para darle potencia al ataque, pero Alemania casi no se arrimó a Pumpido. Porque Argentina siguió teniendo el control con su excelente mentalidad ganadora. Burruchaga exigió al arquero, cuando Valdano entraba solo por el medio. Y a los 11, en uno de esos avances profundos del medio para adelante, Maradona cedió al Negro Enrique, que le puso un pase fenomenal a Valdano, y el del Real Madrid, no muy fino en los cotejos precedentes, resolvió con un disparo cruzado para un 2-0 que parecía definitivo. Porque a pesar de otro refresco, Peter Hoeness, los germanos no llegaban ni por asomo al área de Pumpido. Encima Brown, lesionado en el hombro en un choque con un rival y una caída, se mostraba igual impasable, lo mismo que el resto de la defensa. A los 22, Valdano desvió arriba un cabezazo y a los 26, un defensor anticipó a Burruchaga que iba a rematar un gran pase de Giusti.

Pero se sabe, nunca hay que bajar la guardia si enfrente está Alemania, aunque vayas 2 a 0 y falten 16 minutos. De tanto centro, consiguió un tiro de esquina, el envío fue peinado y Rummenigge, que no había podido con los centrales, se arrojó al suelo y tocó apenas con su botín al descuento. Los de Bilardo no se quedaron y trataron de llegar, pero ya no mostraron la precisión y la profundidad de antes. Y a los 36, en otro córner, Voeller anticipó de cabeza la mala salida de Pumpido y por entre sus brazos cabeceó para un increíble empate. El partido iba al alargue…

Pero los grandes tienen que aparecer en esos momentos claves. Y Argentina, Maradona y compañía aparecieron. Diego cabeceó para Enrique que le devolvió en el círculo central. Tres contrarios vinieron a rodearlo, pero Maradona metió de primera un pase perfecto para la inolvidable corrida de Burruchaga, que le ganó a Briegel y sobre la salida de Schumacher le pegó cruzado al segundo palo. Iban 41 minutos y, esta vez, parecía realmente la última palabra.

Y lo fue. Alemania otra vez salió alocado, desesperado, sin ideas a buscar un empate lejano, pero chocó con la seguridad de Brown, Ruggeri y la tranquilidad de un once aplomado, sólido. Faltando un minuto, Marcelo Trobbiani ingresó por el cansado pero feliz Burru, y en la primera que tocó le tiró un sombrero a un defensor. Todavía hubo tiempo para que Maradona ejecutara un tiro libre que, de no ser por el gran guardameta alemán, era el cuarto.

Llegó el final, y con él, el éxtasis, la cumbre, la locura de felicidad. Argentina, en ese Azteca donde tres años antes había perdido la final del Juvenil con Brasil, celebraba a lo grande un bicampeonato inesperado y esperado a la vez. Y Diego Maradona se coronaba a los ojos del mundo, el logro que le faltaba para afirmar su presencia en la gloria. Quién lo hubiera pensado, aquellos días del 85 en que Bilardo tuvo que ratificar en la revista El Gráfico su continuidad, cuando la derrota con Perú en el Monumental llevaba al duro repechaje, cuando se perdió con Noruega un amistoso, cuando el escandalete tras el empate con Junior de Barranquilla. Quién, en un pueblo argentino necesitado de que once hombres le dieran una sonrisa por la delicada situación política, con la democracia tan amenazada como la economía. Pero el grupo, ese enorme grupo, que no sólo de Maradona vivía, sino que era un equipo, lo hizo posible. Como dijo el narrador de la película Héroes, Ernesto Frith, ese 29 de junio, ese domingo, Argentina llegó a la cumbre y alcanzó la inmortalidad.

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