martes, 27 de marzo de 2018

HISTORIA MUNDIAL: SUIZA 54

Si bien la Copa del Mundo había vuelto de la Segunda Guerra Mundial, aún faltaba para que se consolidara. La edición de Suiza en 1954, puede decirse, fue la que la afianzó en todo sentido. Organización, sistema de disputa aunque con líos, participantes, eliminatorias. Y un actor que regresaba. Alemania, ahora bajo su pedazo llamado Federal, volvió a competir tras el desastre de la guerra. Y aunque eso ya era un título, se llevó otro más: el de campeón por primera vez.

Suiza, que había recibido la edición de 1950 pero no pudo por falta de estructura, sí lo hizo para el 54, apoyado además en los 50 años de la FIFA, que justamente tiene su sede en suelo helvético. Hasta allí fueron los 16 países, encabezados por el brillante monarca Uruguay, con recambios, y los germanos como actores más notorios. Las eliminatorias tuvieron desarreglos como que Egipto, Siria o Israel eran parte de Europa, pero al menos Sudamérica y Asia jugaron por primera vez sus plazas en la cancha, siendo Brasil el clasificado de la CONMEBOL al no estar, una vez más, Argentina. Y Corea del Sur el primer asiático al eliminar a Japón. Eso sí, el formato mostró contrariedades. De nuevo se hizo fase de grupos, pero en lugar de ser todos contra todos, dos cabezas de serie previamente marcados enfrentaban a los otros dos equipos considerados más débiles, con lo que para ir a los cuartos de final cada uno jugaba dos partidos. Además, si un encuentro terminaba empatado, aunque fuera en la primera ronda, se decidía jugar alargue, pero si seguía el empate era válido. Y el cotejo desempate seguía vigente en caso de igualdad en el segundo puesto.

Eran las asperezas que aún le quedaban a la Copa. Pero el fútbol brilló en todo su esplendor, con juego, jugadores y goles, sobre todo goles, a rabiar. Y con la fulgurante aparición de la televisión, que empezó a transmitir a algunos países de Europa. Que así pudieron seguir los muchos momentos buenos que hubo. Brasil y Yugoslavia se clasificaron en el Grupo 1, con un polémico 1-1 que dejó afuera a Francia y México. En el 2 apareció otro gran protagonista del 54: el ballet húngaro, dirigido por Ferenk Puskas, que vapuleó a los coreanos y a una Alemania sospechosamente suplente, que luego pasó en desempate sobre otro debutante, Turquía. Uruguay y la potente Austria no tuvieron lío en el 3, y en el 4, mientras Inglaterra obtenía la zona, Italia era humillado en desempate por un desconocido Suiza, que cumplió la mejor actuación de su vida con un tremendo 4 a 1 en el encuentro decisivo.

A partir de los cuartos de final, los momentos épicos se hicieron casi costumbre. Y los goles llovieron, por lo que se registró un total de 140, que dio el mayor promedio por partido de la historia, con 5,38. Por ejemplo, Austria eliminó al local en una tarde de locos y 12 tantos. Alemania y Uruguay pasaron con autoridad, pero Brasil fue frenado por la eficaz y bella Hungría, en un final bochornoso donde Puskas se agredió con rivales y los brasileños produjeron una batalla campal en los vestuarios, conocida como “la batalla de Berna”. Los celestes tomaron entonces la bandera del continente, pero su invicto en los Mundiales se acabó al perder con los húngaros 4-2 en alargue, en un partido emotivo e inolvidable. Mientras, Alemania volvía a sorprender con un inesperado 6-1 a Austria y su llegada a la final.

El 3 de julio, Uruguay concluyó en un honroso cuarto puesto, perdiendo con la última versión del Wunderteam (equipo maravilla) austríaco. Y el 4, en el Wankdorf Stadion de Berna, alemanes y húngaros se encontraron en la cumbre por un campeón inédito. Hungría, aún con Puskas lesionado a propósito por los alemanes en aquel 8-3 raro de la primera fase, era el favorito, como Brasil en el 50. Y lo ratificó antes de los ocho minutos, con un 2-0 que parecía cerrar todo. Pero nadie sospechaba la disciplina y voluntad de la Alemania resurgida, que enseguida igualó a dos. Y a poco del final, un remate de Helmut Rahn superó al arquero Grosics y decretó el “milagro de Berna”, otro episodio para los libros, tanto como el Maracanazo del 50. El canciller alemán Konrad Adenauer envió un telegrama (como se usaba entonces) de felicitación a los héroes de la resurrección: los hermanos Fritz y Ottmar Walter, Morlock, Schaffer, Rahn o el técnico, el viejo y sagaz Seppl Herberger. El Mundial recibía a un nuevo huésped, justo aquél que lo cortó en la década del 40 con la guerra. Ahora, Alemania volvía desde sus ruinas a nacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario