viernes, 20 de noviembre de 2020

HISTORIAS DE INFANCIA: LA IGLESIA DEL SAN ANTONIO

 

El lugar símbolo de mis comienzos católicos en mi gloriosa primaria, una modesta pero hermosa iglesia ubicada al lado del patio de Gimnasia, cuya pared exterior era blanca y tenía una pequeña puerta y un escaloncito como entrada. Y su interior me recuerda tantas y tantas tardecitas de catequesis, pasaba tanto tiempo allí como en el aula; incluso en los primeros años la usamos para música o gimnasia, quizá por falta de lugar. Tenía piso de cerámica beige, columnas gruesas y los acostumbrados largos bancos marrones de madera. Pero el rasgo inconfundible eran sus ventanas con vidrios divididos en cuadritos de colores (rojos, verdes y azules entre otros).

 

Del otro lado había ventanas corredizas con alambrado cuadrado que se veían desde afuera. El altar daba espaldas a una enorme pared marrón, sobre la que se veía la cruz del mismo color. Y el sagrario era de oro, todo un lujo. Unas luces en el techo en la parte del altar y bellos canteritos de ladrillo blanco completaban la preciosa escenografía de la iglesia.

 

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