Sé que no todos son creyentes como yo, mucho menos marianos, es decir, devotos de la Virgen María. Pero la Madre del Cielo, su amor, sus virtudes, excede lo estrictamente religioso. Ella ama a todos sus hijos, que somos nosotros, los seres humanos, hombres y mujeres, niños y grandes, adultos y ancianos. Incluso, es la Madre de quienes la insultan, no le creen o ridiculizan. Y qué decir entonces de lo que sentimos los cristianos en este día, 15 de agosto, Día de la Asunción a los Cielos, donde la Iglesia recuerda que María no murió como Jesús, sino que en vida fue al cielo en cuerpo y alma. Más allá de tecnicismos religiosos, la Virgen, la Madre, es la más importante. Aunque no todos la sientan como los cristianos.
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