Casi todos los días viajo en colectivo, sea por lo que sea, y me vienen pasando con frecuencia varios despistes con los destinos adonde debo ir. Y más aún, el trato para una persona como yo, recuerden una persona con discapacidad, no es bueno.
Hace poco fui a un lugar a cantar y el ómnibus de la línea 314 me dejó a cuatro cuadras. Yo le pedí al chofer tres veces que me avisara el destino, sin embargo pasó. Suerte que una señora muy amable no sólo me ayudó sino que me acompañó al lugar. Hoy fui a otro lugar en Capital, les recuerdo que soy de la Provincia; tras un viaje muy largo, el conductor, en este caso de un 63, me dijo una intersección de calles que me dejaba a cinco cuadras, pero eran más de quince. Tuve que dar mil vueltas, con el bastón y demás contratiempos de un no vidente, llegué al metrobús y éste me orientó peor aún.
Ojo, no sólo soy yo el desafortunado, sé de casos de mucha gente que se queja. "Sí, son unos h… de p…", es lo primero que cualquiera te comenta indignado. Y peor, los modos de ciertos choferes: hablan bajito, no te hablan, no te dicen nada, poco o impreciso, alguno hasta se molesta. No terminan de darse cuenta que están manejando un transporte público, que le están dando un servicio a gente, que deben por ley ayudar, sobre todo a gente como yo o, más todavía, a gente de edad avanzada. No son todos, pero, lamentablemente, algunos, últimamente muchos, son de terror.
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