Que el país está mal no es ninguna novedad, así es desde hace décadas. Que la inseguridad, la economía ajustadísima que nos acogota, que parte de la sociedad está complicada, tampoco. Entonces, ¿qué ocurre? La gente deja de vivir. No salgo por la economía, no voy a tal lado ni compro tal cosa que me gusta porque hay que guardar dinero, no me puedo dar un gusto a mí o a los míos. En suma, dejo de vivir libre, feliz, para vivir como las circunstancias me obligan, directamente casi ni vivir.
Eso es lo que debemos evitar. NO quiero decir, por supuesto, que haya que empeñar nuestra pobre economía hogareña. Pero tampoco podemos aferrarnos a las épocas negativas. Dentro de lo mal que se está y que ciertos politiqueros, no políticos, se empeñan en negarnos, busquemos siempre la alegría, el salir (tan importante, no importa adónde, pero salir), el disfrute. Una cena en un restaurante cada tanto no te lleva a la bancarrota. Sí perdés plata, pero te diste el gusto, no sólo el material, el momento, la vida, el compartir, el basta de rutina. Pensémoslo. Como compuse una vez un tema mío, no nos olvidemos de vivir. Que para eso, justamente, vivimos.
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