El lunes 3 de agosto a la mañana comencé a vivir uno de los grandes hechos del 87: el Rally de Argentina. Ese soleado día ni me importó dejar el estudio de Geografía, y fui con mi hermano mayor Fabián para ver de cerca los autos en la verificación técnica y administrativa, en el estadio de Obras. Vimos su colorido, oímos sus ensordecedores motores y sacamos fotos de dos Renault 18 GTX; uno era nada menos que el de Juan María Traverso, mi gran ídolo de esos tiempos con quien me saludé y tomé una foto. Excelente.
Y viví una hermosa jornada la fría noche del 4 de agosto, cuando en la sede del ACA en Libertador 1850 se largaba una nueva edición del Rally. Ahí estuve junto a mis padres, con mi campera Duvet roja y ese par de banderitas de Renault del 86 para ver el paso de los grandes pilotos como Kankkunen, Biasion o Recalde, y sobre todo para saludar al Flaco Traverso y a Ernesto Soto, que corrían con sendos Renault 18. Y justo cuando pasaron, agité las banderitas mientras saltaba eufórico. Una señora que estaba al lado mío se asombraba de mi fanatismo. ‘’Se los conoce a todos...’’, le explicaba mi mamá. Me quedé viendo la partida de cada máquina a Córdoba hasta casi la medianoche; luego me fui a comer a la parrilla San Lorenzo. Y lo revivií en la grabación de la transmisión de Coche a la Vista. Grandioso.
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