viernes, 9 de marzo de 2018

HISTORIA MUNDIAL: ITALIA 34

Tras la primera edición de Uruguay 1930, la naciente Copa del Mundo era bien vista por la FIFA, que decidió continuarla pero ahora en Europa. Italia se adjudicó la sede para hospedarla en 1934, cuatro años más tarde de la primera, como se acostumbraría desde entonces. Pero no fue un nombramiento cualquiera. Si la del 30 había tenido su clima espeso por rivalidades y demás, aquí la política dura era la dominante. Benito Mussolini, primer ministro italiano, creador del movimiento dictatorial llamado fascismo, quería el Mundial para mostrar una imagen poderosa de Italia al mundo, tanto en lo deportivo como en lo nacionalista. Así que la fuerte selección azzurra, debutante porque no fue a Uruguay, tenía dos rivales de entrada: la victoria y las amenazas del "Duce".

Para el segundo torneo, la FIFA abrió inscripciones para todas sus federaciones miembro, y como se presentaron 32, hubo que jugar por primera vez eliminatorias, donde increíblemente la misma anfitriona participó y se clasificó a su propio Mundial al golear a Grecia. Otros europeos se colocaron, entre ellos Alemania, Austria, España y Francia, no así Inglaterra y los británicos enfrentados con la FIFA. En tanto, los sudamericanos brillaron por su ausencia, porque Uruguay se sintió ofendido por el boicot europeo a su torneo y Argentina viajó con un plantel amateur, debido a que sus figuras formaban parte de la recién creada Liga Argentina de Football, no reconocida por la entidad madre. Brasil sí estuvo con su poderío, y Egipto fue el primer país no europeo ni sudamericano en estar.

Los 16 intervinientes jugaron por eliminación directa (sería la primera de dos veces) con alargue en caso de empate y hasta partido desempate a 24 horas del original. Gracias al empuje de Mussolini, se gastó mucho dinero y se construyeron nuevos estadios. Y el dueño de casa incorporó por gestión del dictador futbolistas argentinos y brasileños luego nacionalizados: Orsi, Luis Monti, Guaita, Demaría, Guarisi. Su arranque fue un cómodo 7-1 ante un Estados Unidos que se metió en la Copa al eliminar a México tres días antes del inicio. Por lo demás, Austria dejó afuera a Francia con polémica, la Alemania nazi y Checoslovaquia mostraron su jerarquía y Hungría pasó con sobresaltos a egipto. Argentina y Brasil no pudieron hacer nada: los debilitados subcampeones del mundo cayeron con Suecia, y los brasileños fueron superados por la fuerte España de Lángara, que sería escollo de Italia en cuartos de final.

El 31 de mayo, los colosos peninsulares animaron un clásico durísimo, no sólo en el juego. España se puso arriba, pero Italia, favorecido por el árbitro belga Baerts, igualó cuando Ferrari aprovechó que el legendario arquero Ricardo "el Divino" Zamora fue empujado por un delantero. Luego ambos se dedicaron a pegarse golpes de todo calibre, pero no se sacaron ventajas ni aún con el tiempo extra. Sólo 24 horas después, se hizo el desempate con los hispanos disminuidos por lesionados, entre ellos Zamora y Lángara. Para colmo, cuando el local iba ganando, el juez suizo René Mercet anuló el empate de Campanal, que era legítimo. Italia pasó a semifinales con ayuda amplia, tanto que la FIFA decidió suspender a Mercet de por vida. Alemania, Checoslovaquia y Austria lo acompañaron a la siguiente instancia.

En Milán, con Luis Monti y compañía, Italia batió a Austria que contó con su estrella Matthias Sindelar, al parecer nuevamente con mano negra en el gol del ex Estudiantes de La Plata Enrique Guaita. Los checos, en cambio, superaron con brillantez a Alemania con tres goles de su astro Oldrich Nejedly, goleador del Mundial, y fueron a la finalísima, mientras los alemanes le ganaron a los austríacos por el primer tercer puesto de la historia.

Mussolini seguía todo bajo su dura y atenta vista. Antes de la final, reunió al plantel italiano y les ordenó: "Tienen que ganar. Si no ganan…" y señaló con su dedo índice el cuello de izquierda a derecha, en alusión a que aquéllos serían ejecutados. Con esa predisposición, Luis Monti salió al Stadio del Partido Fascista de Roma el 10 de junio. "En el 30 si ganaba me mataban, y en el 34 si perdía también", declaró años después. El Duce vio a un equipo del gran Vittorio Pozzo no poder superar al aguerrido conjunto checo, que a quince minutos del cierre abrió el marcador. Pozzo empezaba a transpirar más que una simple derrota deportiva. Hasta que a los 81 minutos, Raimundo Orsi le salvó la vida con un tiro de afuera que superó al excepcional arquero Planicka. Y en el primer tiempo del alargue, el centreforward (como se decía) Angelo Schiavio aprovechó un gran pase y remató ante Planicka para decretar el 2-1 y el título. El presidente de la FIFA Jules Rimet le entregó al capitán, el guardameta Giampiero Combi, la Copa del Mundo, pero Mussolini no quiso ser menos y se hizo notar regalándole a Combi un trofeo seis veces más grande con la inscripción "L´Italia vince". Es cierto, un excelente equipo de fútbol como Italia había vencido. Pero lamentablemente, también el fascismo fue campeón del mundo.

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