Es increíble, extraordinaria, única. A unos cuantos metros, se ve la playa. Y la vista es de foto. El sol dominante la ilumina de punta a punta, el cielo azulino es inmenso, infinito, la acompaña. Y a sus pies, la escenografía de la naturaleza. Gente, sombrillas, pelotas, botes, redes de vóley, algún que otro bar, algún que otro vehículo 4x4. Y el mar, el complemento de la arena de mil colores y elementos. Sus olas blancas mezcladas con el verde, azulino o marroncito del agua, depende la zona, que según cómo esté el pronóstico marino están más o menos activas, invadidas a su vez por gente, algún barco, alguien con barrenador o tabla de surf. Trajes de baño coloridos y de todas formas. Y el majestuoso muelle, con su vida de pesca, se mete de intruso en la escena, lo mismo que el ruido de los helicópteros y parapentes naranjas que cruzan el cielo soleado. . Da ganas de bajar del auto y sacar una foto. Al menos, cerrar los ojos y leer esta descripción. Y así, seguir disfrutando el verano. En definitiva, la playa, la arena, el mar, el verano, la vida.
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