Cada día, entre trabajo, tareas domésticas, trámites y pasatiempos, no sólo se nos pasa el día veloz como la luz. Aparte nos cuesta un montón hacer foco en algo. Estamos con una cosa ahora y con mil próximas en la cabeza. Abarcamos mucho y apretamos muy poco. Obvio que así nos volvemos locos, nerviosos, nos salimos de eje fácilmente. Nos alteramos y por qué no, podemos hacer peligrar al menos nuestra salud mental. Bueno, cuando sucede eso, no estamos enfocando donde debemos. ¿Dónde? Simple: aquí y ahora.
Lea esta secuencia: yo estoy escribiendo esta nota en este momento, aquí desde mi escritorio de toda la vida. En un rato haré algunas tareas en la casa, tendré que preparar la cena, tal vez pedir pizza, pero hay que ver cuánto me saldrá, que mañana y pasado tengo que comprar cosas y pagar cuentas y no sé si llego a fin de mes. A ver si encima a los bancos se les ocurre hacer paro. Y si hay paro, cómo viajo si no va a haber colectivos. Encima hay pronóstico de lluvia y yo que tenía esa cita amorosa. Y si llego tarde o no llego a la cita, la chica que me gusta se va con otro.
Y sí, usted se habrá vuelto loco con la secuencia de hechos. Bueno, es lo que pasa cuando vivimos así de disociados, un poco acá y otro mucho allá. Nada. Miremos el presente, el actual, no el general. Pensemos en lo que estamos haciendo en el momento con toda nuestra concentración ahí. ¿Después?, pregunta el cerebro. "Cerebro, después vemos, bancame un rato que estoy laburando", digámosle. El foco en lo actual nos dará más energía para ahcerlo, salga como salga. Y nos asegurará no volvernos locos, histéricos. Después, es como dice el tango: qué importa del después.
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