Ese soleado domingo 24 al mediodía llegó el gran Argentina-Brasil, sobre el que mi hermano Fabián era optimista: ‘’Para mí ganamos 1 a 0 dando lástima...’’, había dicho días atrás.
Antes de comer, seguimos el clásico en el comedor y sufrimos cuando Brasil dominaba y creaba situaciones. Pero vino la jugada de Maradona, el gran gol de Caniggia y el festejo alocado de todos. La emoción me embargó por el largo ‘’goool’’ de Marcelo Araujo y el comentario de Tito Biondi: ‘’Maradona frotó la lámpara de Aladino...’’. Los instantes siguientes fueron de gran emotividad. Mi mamá lloraba, y a mí se me salía el corazón del pecho cuando avanzaba Brasil, y ni hablar cuando faltando un minuto Muller desvió su tiro solo frente a Goycochea.
Por suerte ganamos, pudimos soltar la alegría y almorzar unos ricos canelones con Coca Cola, mientras por ATC Caniggia, con una rodilla lastimada, en ojotas y sentado en un banco, relataba su proeza. Días más tarde, mi compañero del Güemes Leandro contó ‘’No sabés cómo salté con ese gol...’’.
Aquí el 1-0 y el milagro:
Ese 24 a la tarde observé a Alemania dejar afuera a Holanda y el escupitajo de Rijkaard a Voeller que derivó en la expulsión de ambos, lo que comenté días después con la psicóloga Edith.
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