Pero esto de problemas en recitales de rock no es ninguna novedad, y más aún en los del Indio Solari, que desde ya no tiene culpa en esto, al contrario, él quiso todo el tiempo que la gente se calmara, que dejara lugar, que no asfixiara al resto. Pero lean aquí lo que sucedió y escribí hace casi un año.
Sábado, 19 de marzo de 2016
¿POR QUÉ MEZCLAR MÚSICA CON ALCOHOL?
Parece ser que en Tandil, donde el Indio Solari tocó para 160 000 personas el sábado pasado, todavía hay gente que no pudo volverse y sigue deambulando por las plazas o las calles de la ciudad. Increíble pero real. O no tan increíble, si recordamos cómo está la gente y sobre todo la juventud. Los chicos, al parecer, perdieron sus documentos, celulares y dinero debido a que estaban alcoholizados o drogados. Hasta dónde llega la pasión por la música. ¿Hasta dónde? Como músico que soy, no lo entiendo. Obvio que estas porquerías no son de la música sola, pero cómo puede ser que el rock, por más loco que sea, se mezcle o incluya toda esta mierda. Para colmo es parte del folklore, entonces pasa lo que pasa y vemos lo que vemos. No es con el Indio o los Redonditos, es con la locura en la que la gente vive. Y que alcanza a nuestra querida música. Mezclar música con alcohol hace desentonar, no sólo cantando canciones de rock.
Muy bien, después de casi un año, seguimos en la misma. No es sorpresa, claro que no. Sí es un repetido y lamentable clásico.
Bienvenidos a Así Es La Vida, un blog de todo un poco, una charla con un amigo, sin tiempo ni espacio, sin intereses, sin estructuras. El caminar de un ciudadano por la vida. Dedicado a mi madre Anita.
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domingo, 12 de marzo de 2017
MUERTOS POR VER AL INDIO SOLARI: EL QUE MAL ANDA MAL ACABA
Locura, caos, alcohol, sobredosis, capacidad de un lugar sobrepasada, irresponsabilidad de todos los sectores. Y esta parte de sociedad, insociable, que gusta de vivir mal. Anoche, todo esto y más se juntó tanto como 300 mil personas en el recital que el Indio Solari dio en Olavarría, en el predio La Colmena, donde la cantidad de gente rebasó largamente la lógica del lugar y hubo dos muertos, aunque se dice que podrían ser más, y varios heridos, además de un montón de gente que aún está varada porque ni sabe cómo volver a Buenos Aires.
Otra vez la locura, la insociedad en la que vivimos. Otra vez la desgracia. Y otra vez el protestar y pedir justicia, culpar a quien venga, al que primero haya a mano. Pero los grandes culpables, por supuesto no todos, son aquellos que llevados por el fanatismo de la música rockera se salen de sí y confunden diversión con embriaguez, violencia, avalanchas, vandalismo. Entonces todo termina como anoche, con mayoría de gente sin poder disfrutar del recital, más preocupada por su integridad que por el espectáculo. Como pasó en la lamentable noche del boliche Cromañón, donde hubo 194 muertos tras una bengala que prendió fuego el techo en el recital de Callejeros, los que mal andan mal acaban. Pero lo peor, lo más triste, es que hacen acabar mal a quienes, la mayoría, quieren pasarla bien. El maldito alcohol, la mala organización, la venta de entradas sin límites, la porquería en que buena parte de la Argentina parece gusta de vivir. Después no protestemos a Dios por lo que pasa, porque esta tragedia es una más de las que suceden semanalmente en cualquier lugar nocturno. Por eso, mientras varios anden por la mala, terminarán en la peor. Y los demás, inocentes de esta mierda, también.
Otra vez la locura, la insociedad en la que vivimos. Otra vez la desgracia. Y otra vez el protestar y pedir justicia, culpar a quien venga, al que primero haya a mano. Pero los grandes culpables, por supuesto no todos, son aquellos que llevados por el fanatismo de la música rockera se salen de sí y confunden diversión con embriaguez, violencia, avalanchas, vandalismo. Entonces todo termina como anoche, con mayoría de gente sin poder disfrutar del recital, más preocupada por su integridad que por el espectáculo. Como pasó en la lamentable noche del boliche Cromañón, donde hubo 194 muertos tras una bengala que prendió fuego el techo en el recital de Callejeros, los que mal andan mal acaban. Pero lo peor, lo más triste, es que hacen acabar mal a quienes, la mayoría, quieren pasarla bien. El maldito alcohol, la mala organización, la venta de entradas sin límites, la porquería en que buena parte de la Argentina parece gusta de vivir. Después no protestemos a Dios por lo que pasa, porque esta tragedia es una más de las que suceden semanalmente en cualquier lugar nocturno. Por eso, mientras varios anden por la mala, terminarán en la peor. Y los demás, inocentes de esta mierda, también.
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