Es uno de esos días que los argentinos miramos casi de reojo, con indiferencia, pero muy importante y que nos habla de nosotros. Y también nos trae nostalgias de nuestra época de estudiantes y aquellos trabajos prácticos. El Día de la Tradición se celebra en toda la Argentina recordando la fecha de nacimiento de José Hernández, el autor del Martín Fierro. Pero como todo aniversario tiene una linda historia detrás suyo.
La idea de propender a la institucionalización de un día que conmemore las tradiciones gauchas, correspondió al poeta Francisco Timpone, que la propuso en la noche del 13 de diciembre de 1937, en una reunión de la Agrupación llamada Bases, institución que homenajeaba a Juan Bautista Alberdi y que tenía su sede en La Plata. El 6 de junio de 1938 la agrupación presentó ante el Senado de la Provincia de Buenos Aires una nota pidiendo que se declare el 10 de noviembre como «Día de la Tradición», por el natalicio en dicha fecha de José Hernández. En la nota se propuso la peregria ley Nº 4756 / 39, promulgada el 18 de agosto de 1939, y se publicó en el Boletín Oficial (entrando en vigencia), el 9 de septiembre del mismo año. La referida ley se originó en el Senado y fueron sus autores D. Edgardo J. Míguenz y D. Atilio Roncoroni.
En su primera celebración los intendentes municipales de La Plata y San Antonio de Areco, realizaron el primer festejo de las tradiciones. A partir de 1940,
La Plata contuvo en su seno la fiesta. La Agrupación publicaba cada año un libro, resumen de todo lo acontecido. La Ley 10220/84 modificó a la Ley 4756/39 el Art. 3° original, que pasó a decir: Declárase sede provincial permanente de la tradición a la localidad de
San Antonio de Areco.
Por otro lado, por Ley Nacional N° 21154 de 1975, el Congreso Nacional extendió a todo el territorio argentino la vigencia del 10 de noviembre como «Día
de la Tradición» (cumpliéndose lo que fue una aspiración inconclusa de la agrupación Bases) y declaró Ciudad de la Tradición a la Ciudad de San Martín, por ser el pago natal de José Hernández.
Bienvenidos a Así Es La Vida, un blog de todo un poco, una charla con un amigo, sin tiempo ni espacio, sin intereses, sin estructuras. El caminar de un ciudadano por la vida. Dedicado a mi madre Anita.
martes, 10 de noviembre de 2015
sábado, 7 de noviembre de 2015
DÍA DEL PERIODISTA DEPORTIVO
Los cronistas que nos dedicamos en especial al deporte estamos de fiesta. Hoy se conmemora en la Argentina el Día del Periodista Deportivo.
En este día, mi intención es no sólo recordar esta fecha, como lo hacemos con cada aniversario de importancia, o a los periodistas que ejercieron con pasión esta hermosa profesión, sino también expresar mi deseo de que nuestro periodismo, que en los últimos años ha caído verticalmente en su nivel en todos los medios, casi que se ha deformado, pueda volver a levantarse.
Por mi parte, yo intento desde la formación que me han dado en la amada TEA hacerlo mejor cada día, incluso en este humilde blog. Pero siento que la mayoría ya no ejerce periodismo, sólo parece limitarse a hablar y hablar o, en el caso de la gráfica, a escribir y escribir, pero sin ton ni son. Realmente siento mucha lástima por el nivel actual de los medios que deberían, como ya dije en aquella entrada Autosatisfacción en el Subte, ser COMUNICADORES, lo cual exige un lenguaje y un aplomo muy especiales, no cualquiera puede decir o escribir. Más aún en el caso que me ocupa hoy, el del costado deportivo, donde varios ya parecen ciudadanos de café o hinchas antes que verdaderos docentes, condición indispensable para ejercer.
No es mi idea ni la de este blog hacer periodismo de periodistas, pero creo que nuestra función es hacer nuestra parte y criticar constructivamente la del resto. Sin nombrar a nadie en particular, hoy el periodismo y especialmente el deportivo está muy bajo al menos en sus formas de expresión, lo que para mi ver es más importante que el seguimiento o el análisis de la información. Espero que este deseo mío en este día se concrete en un futuro. Y por supuesto, mis saludos a todos mis colegas, reivindicando asimismo a aquellos que trabajan bien, que afortunadamente son muchos. Feliz día para todos y a seguir haciendo periodismo, que la sociedad bien lo necesita.
En este día, mi intención es no sólo recordar esta fecha, como lo hacemos con cada aniversario de importancia, o a los periodistas que ejercieron con pasión esta hermosa profesión, sino también expresar mi deseo de que nuestro periodismo, que en los últimos años ha caído verticalmente en su nivel en todos los medios, casi que se ha deformado, pueda volver a levantarse.
Por mi parte, yo intento desde la formación que me han dado en la amada TEA hacerlo mejor cada día, incluso en este humilde blog. Pero siento que la mayoría ya no ejerce periodismo, sólo parece limitarse a hablar y hablar o, en el caso de la gráfica, a escribir y escribir, pero sin ton ni son. Realmente siento mucha lástima por el nivel actual de los medios que deberían, como ya dije en aquella entrada Autosatisfacción en el Subte, ser COMUNICADORES, lo cual exige un lenguaje y un aplomo muy especiales, no cualquiera puede decir o escribir. Más aún en el caso que me ocupa hoy, el del costado deportivo, donde varios ya parecen ciudadanos de café o hinchas antes que verdaderos docentes, condición indispensable para ejercer.
No es mi idea ni la de este blog hacer periodismo de periodistas, pero creo que nuestra función es hacer nuestra parte y criticar constructivamente la del resto. Sin nombrar a nadie en particular, hoy el periodismo y especialmente el deportivo está muy bajo al menos en sus formas de expresión, lo que para mi ver es más importante que el seguimiento o el análisis de la información. Espero que este deseo mío en este día se concrete en un futuro. Y por supuesto, mis saludos a todos mis colegas, reivindicando asimismo a aquellos que trabajan bien, que afortunadamente son muchos. Feliz día para todos y a seguir haciendo periodismo, que la sociedad bien lo necesita.
jueves, 5 de noviembre de 2015
ROSARIO CENTRAL: HAY QUE SABER PERDER
Las declaraciones de Coudet tras la derrota: "Nos sacaron la final"
Otro escandalete que ennegrece al fútbol argentino. Eso fue, y no otra cosa, la final de la Copa Argentina 2015 entre Boca Juniors y Rosario Central donde, paradójicamente, no había nada en juego ya que ambos están clasificados de antemano a la Copa Libertadores, el premio mayor del torneo. Sin embargo, el pésimo arbitraje de Diego Ceballos derivó en la locura de los centralistas, especialmente de quien debería dar el ejemplo y poner calma, su técnico Eduardo Coudet. Es cierto que los fallos del árbitro y su asistente Marcelo Aumente incidieron claramente en el 2-0, pero no hubo mala fe ni mucho menos, sólo errores como varios jueces argentinos bastante mal dirigidos por el Colegio de Árbitros. No debemos ni siquiera esbozar algo contra la honradez arbitral, cuando además se sigue con la terquedad de la no tecnología para situaciones polémicas.
Pero lo más importante, hay que saber perder. Aunque sea de forma irregular, la derrota es derrota y ya está consumada. Y no se puede justificar de ninguna forma las reacciones de Coudet y sus jugadores, algunos de los cuales tuvieron malas actitudes durante el partido con jugadas fuertes. Pero al caer, quisieron desquitarse con el primer blanco posible, la terna arbitral. La autoridad, por si no recuerdan. El técnico debería ser suspendido si el Tribunal de Disciplina fuera serio. Claro que los jueces también merecen una sanción, si el Tribunal de la AFA es serio. Pero en las buenas y en las malas, hay que guardar la cordura, como por ejemplo se acostumbra en Europa, donde es raro ver estos escandaletes. Y más cuando uno, el entrenador, es el líder de un grupo. En todo caso, protestar en el lugar que corresponde. Y no protagonizar semejante papelón como el de anoche, que una vez más y unido al de los árbitros mancha al ya manchado fútbol nacional.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
OTRA VUELTA PARA BOCA
Resumen de la polémica final de la Copa Argentina
Como en sus mejores épocas, las de los 90 o inicios de los 2000, Boca sumó otro festejo en pocos días. Como antes era con Bianchi o con Basile, ahora de la mano y las ideas de Rodolfo Arruabarrena en el banco y Carlos Tévez y compañía en la cancha se consagró nuevamente campeón, en este caso de la Copa Argentina por tercera vez, luego de la antigua de 1969 y aquélla de 2012 que, hasta el domingo pasado, había sido el último título xeneize.
En un estadio Mario Alberto Kempes abarrotado por las dos hinchadas, Boca le ganó a Rosario Central, sin duda los dos mejores equipos de 2015, por 2 a 0 en un partido poco lucido, demasiado friccionado y polémico, con un equipo azul y oro que aprovechó sus momentos y un pésimo arbitraje a su favor (gol mal anulado por offside, penal del primer tanto fuera del área, segundo gol en offside) ante un Central de pocos recursos, mucho golpe y muchos nervios, tanto en sus jugadores como más aún en su DT Eduardo Coudet, que en lugar de dar y poner el ejemplo puso más leña al fuego entrando a la cancha sobre el final a protestarle al árbitro.
Los goles del uruguayo Lodeiro, de excelente temporada, y de Chávez, ingresado sobre el final, sellaron el segundo triunfo para Boca en tres días y la cicatrización de la gran herida de la Libertadores, a la que el conjunto azul y oro volverá en 2016 con las ansias de revancha y triunfo que su historia merece. Por ahora, el más rico plantel de la Argentina, el mejor indiscutiblemente del país, da otra vuelta olímpica y suma otra estrella más a su historial, contando ya 65 desde su nacimiento hace ya largos 110 años. Años de gloria, que en estos días retornaron para ponerlo de nuevo en el sitio que siempre acostumbró. !Salud Boca bicampeón!
martes, 3 de noviembre de 2015
ARRUABARRENA, JOVEN Y HUMILDE
El Vasco entrevistado tras el partido del título
Sin duda, en el fútbol ganan todos o pierden todos. Pero siempre hay un líder, alguien que con su voz de mando es el más responsable del éxito. En el Boca campeón 2015, ese responsable es Rodolfo Martín Arruabarrena, el ex marcador de punta izquierda en los años 90 y entrenador del campeón, sucediento a la catastrófica vuelta de Carlos Bianchi en 2013, para enderezar el rumbo del alicaído xeneize y llevarlo, tras un camino nada fácil pero muy pródigo (73 por ciento de los puntos) a su título 25 en el profesionalismo. Siendo, además, el primer técnico campeón surgido del club.
Un hombre que ya había tenido su pasado como DT pero en Nacional de Montevideo y en Tigre, claramente nada que ver con la grandeza de Boca. Por eso muy pocos creían en que su llegada podría levantar al desfallecido equipo de Bianchi, acostumbrado a perder una y otra vez y lejos de la lucha por la gloria. Pero en un caso similar al de Matías Almeyda en River en 2011, el Vasco se hizo cargo del once y le dio una identidad ofensiva y ganadora que, a pesar de los tropiezos conocidos, lo envió indiscutiblemente al campeonato tan ansiado. Además, su juventud, su humildad, su perfil bajo y su don de bien también contribuyeron a su imagen y a que los hinchas se encariñaran con él. Un hombre de las entrañas del club, con lo que eso significa, se puso la responsabilidad al hombro, la supo llevar ayudado por un excelente plantely así arribó al puerto que la gente esperaba tras 4 años de sequía: el de la victoria.
lunes, 2 de noviembre de 2015
TÉVEZ, EL GUERRERO GANADOR
Golazo de Carlitos en la Copa Argentina
Carlos Alberto Tévez, el ídolo de los últimos años de Boca, fue y es tan grande como sus condiciones futbolísticas. Un hombre que sólo este 2015 jugó en Italia, la final de la Champions europea, en la Selección con controversias y volvió a Boca para ser campeón una vez más en su riquísima carrera. Un ganador justamente en todos los lugares que pisó con su fuerza, Boca allá por los 2000 con Bianchi o el Chino Benítez, Corinthians, West Ham (aunque no campeón sí lo salvó del descenso), los Manchester y la Juventus, además de colgarse el oro como goleador en Atenas 2004, dándole con su gol ante Paraguay el primer oro para Argentina tras 52 años. Pero mejor aún, un guerrero dentro de la cancha, una fuerza y una actitud no muy común entre los futbolistas de este tiempo, un hambre de vencer que lo llevó y lo lleva a tantos éxitos. Por algo es apodado "el jugador del pueblo" y demuestra con sus recientes actuaciones en Boca, donde además ha dejado un interesante promedio de goles, la falta que le hace a la Selección, donde como siempre el entrenador de turno no lo usa o lo pone en otro puesto, otro desperdicio como Riquelme o Verón en su momento. Por su fuerza, sus goles, su don de bien, su humildad, su coraje y su grandeza Carlos Tévez, el Apache, merece este reconocimiento aparte como parte del Boca campeón 2015.
domingo, 1 de noviembre de 2015
CUENTO FANTÁSTICO: EL NIÑO HINCHA DE BOCA
Es un día de sol cualquiera en una ciudad cualquiera, no importa mucho dónde ni cuándo. La pasión por el fútbol y por un glorioso club no tiene parámetros ni horarios. Para él, el niño que vive la vida plenamente día a día a pesar de los embates de su vida junto a su papá en una pequeña casita, saber cada domingo qué pasa con su amado Boca es una de las cosas que lo hace feliz, más allá del resultado de turno. Por eso aquel fin de semana no era uno más: el equipo estaba por consagrarse campeón del Oficial de Primera y él lo vería con sus ojitos por primera vez en su vida. Así esperó ansiosamente que llegara el domingo mientras iba a la escuela, tomaba la leche y dibujaba de su club en una mesita en su pieza al lado de su camita. Al mismo tiempo, su cabecita iba acunando esas ilusiones de infancia: ir a la cancha, ver a su equipo, a sus ídolos, gritar un gol, festejar un título. Boca tenía que ganar o ganar ya que su perseguidor más inmediato, Deportivo El Fuerte, lo había derrotado la fecha anterior y se le había puesto a un punto. Era la última jornada y el xeneize recibía en la Bombonera a Estudiantes de Las Palmas, mientras que El Fuerte iba a la cancha de Galácticos a vencer y esperar una caída boquense.
Pero no todo fue de rosa en su recorrido, claro, era como su papi le había enseñado tras la partida de su mamá. El sábado a la tarde,mientras jugaba a la pelota cerca de su casa, el niño sufrió un golpe contra una pared y debió ser internado. Su padre lo llevó rápidamente al hospital donde por suerte los médicos le dijeron que estaba fuera de peligro y consciente, pero que quedaría en observación por tres días, con lo que se perdería la final del domingo. Ni siquiera le dejaban escucharlo por radio ya que le habían establecido reposo absoluto, sin emociones, tal vez sin libertad. El pequeño lloró amargamente, mezcla de dolor y frustración, pero su papá lo abrazó. Y con su típica ternura de cada día le dijo: “No te preocupes, yo te voy a decir cómo va el partido cuando me autoricen…”. Pero no era lo mismo. El niño se iba a perder poder ver en vivo a sus estrellas por primera vez en su vida, y tal vez la gloria no tendría repetición. “No, nooo, yo quero verlo, quero escutarlo”, decía con sus errores fonéticos de infancia. Pero su delicada salud no lo iba a dejar. Por lo que pasaría la noche y el nuevo día en el hospital, sin saber de su club y sin mucha charla con su papá, ya que lo dejarían entrar poco para no entorpecer su curación. Así el padre se fue a la casita, tranquilo porque sabía que su hijito estaba protegido pero con la bronca de no poder ver con él una probable vuelta olímpica de su Boca, sólo le informaría fríamente y vaya a saber por intermedio de quién.
Llegó la noche del sábado y, tras comer livianamente, una cena lejos de sus gustos pero que acompañaba su evolución, el niñio fue dormido por una doctora que, antes de hacerlo, lo acarició y le dio un beso de buenas noches, consolándolo ya que estaba algo triste por todo lo contado. La joven y amable mujer se quedó a su lado observando atentamente cómo dormitaba profundamente, lo que era necesario para su recuperación. Mientras tanto, el papá también dormía en la casa, mucho menos tranquilo, claro, pero con ansias de que todo estaría bien al día siguiente con su Boca y eso le permitiría una alegría para su golpeado corazón.
De pronto, el niño tuvo un sueño mucho más hermoso de los que acostumbraba en la camita de su casa. Él no se daba cuenta que sólo era un sueño, porque era tan hermoso que parecía realidad. Un ángel le tocó su cabecita y viendo que lloraba por no poder ver a Boca, lo abrazó y le prometió: “Ven, te llevaré en mis alas a ver a Boca”. “¿Cómo vas a hacer, sin no puedo salir de aquí?”, preguntó con bronca. “No te preocupes, hablaré con Dios y él hará todo para que estés bien y puedas cumplir tus sueños…”, le volvió a prometer. Con su inocente alma, y en lugar de cuestionar todo como los grandes, el niño tuvo fe y el ángel lo llevó en sus alas a través de un cielo brillante lleno de estrellas fulgurantes que lo saludaban, rumbo a la Bombonera. Al llegar, el pequeño dijo que aún no era la hora del partido, era de madrugada y hacía mucho frío. El ángel lo cubrió con sus alas y lo acarició, diciéndole que no tuviera miedo, que él lo cuidaría hasta que saliera el sol y llegara el tan esperado encuentro.
Con el amanecer, el niño se encontró sentado en la platea de la Bombonera junto a unas pocas personas que, impacientes, esperaban el partido mientras comentaban de las posibilidades de campeón y el peligro de sus rivales. Al rato el niño brincó de alegría al ver a su papá y lo abrazó muy fuerte, lo necesitaba mucho después del mal momento vivido. “Gracias Dios mío”, clamaba el padre mirando al cielo mientras agradecía al ángel por haberlo cuidado. Y lo llevó a comer una rica hamburguesa con papas fritas, gaseosa y un suculento helado en la confitería del club, ya repleta de entusiastas hinchas que también comentaban la previa.
Se hizo la hora y el niño y su padre fueron a una cómoda tribuna llena de un sol que iba yéndose de a poco por la tarde, pero que alumbraba y calentaba bastante. Apenas Boca salió él levantó sus manitos saludando efusivamente a sus ídolos. Y al lado de su papá vio cómo Boca marcaba el primer gol por medio de una gran apilada de Diego Rodríguez, el 10 del equipo y goleador del torneo, uno de sus favoritos. Entretanto, Deportivo El Fuerte ganaba 3 a 0 en la cancha de Galácticos y esperaba un empate o derrota xeneize para aguarle al niño sus ilusiones. Más aún cuando Estudiantes de Las Palmas, un modesto conjunto recién ascendido y de floja campaña, conquistó el empate faltando poco para terminar por un remate de Juan Saponi que el arquero Pablo Pérez dejó escapar tontamente. El 1-1 y la goleada de El Fuerte lo privaban al de la Ribera de salir campeón; los hinchas estaban en silencio con la radio en la mano, y desde ya el niño sumaba una frustración más a las ya vividas. Llegó el final y Boca no pudo con el flojo pero estimulado Estudiantes, que le empató y le sacó el título que fue a parar a manos de Deportivo El Fuerte. Desconsolado, el pequeño se abrazó a su padre: “Papá, ¿esto es verdad o es un sueño? No puede ser que estos tontos nos c… el campeonato”. El padre sabía que sólo era un sueño, pero no quiso decirle nada para darle la sorpresa que merecía. Por eso el chiquito pasó de la bronca y el fastidio a las lágrimas. “¿Cuándo voy a volver a ver a Boca campeón?”. El papá no se pudo contener y, al verlo llorar, lo abrazó y le contó todo. “Hijito, no te preocupes, esto es sólo una pesadilla. Hoy Boca va a salir campeón, ya vas a ver…”. El hombre estaba muy seguro, como si supiera el final del cuento. “Vos haceme caso que hyo sé lo que te digo”, le confió tiernamente y dándole gran seguridad. Pero el nene no estaba muy convencido. En verdad, no entendía nada, si era un sueño, una pesadilla, una realidad o una mezcla de todo.
Pero no era un sueño. El niño se había despertado a la mitad de la madrugada y su padre, avisado por el hospital de que podía ir a verlo, había llegado y estaba junto a su cama. Y tras acariciarlo, había recibido la buena noticia de que su hijo estaba bien y que podía dejar el centro médico, aunque igualmente debía volver en la semana para ser revisado. Pero el chiquito recién se dio cuenta, en su total inocencia, de que todo era realidad cuando vino el empate de Estudiantes. En medio de su bronca, el papá le aclaró que por su golpe recién había podido despertarse totalmente esa tarde. Con alegría, el niño se vio en la realidad sanado, en la tribuna de la Bombonera junto a su papá y alentando a su querido club. Pero el atardecer impiadoso le estaba por abrir la puerta a la noche y el pequeño no tenía aún su mayor alegría, ya que el empate lo dejaba a Boca sin título. De pronto, el ángel sobrevoló la Bombonera e inspiró a los jugadores la fuerza para irse con todo en busca del gol de la victoria. Alentados por 55 000 personas, entre ellas el niño y su padre, los xeneizes forzaron ataques sobre el arco de Estudiantes pero sin ideas claras, por lo que el 2-1 se veía cada vez más lejos y el final y la desilusión de un segundo puesto, impensado tras la gran campaña del equipo, se acercaba.
Pero Dios hizo posible el sueño del niño: Faltando 20 segundos y en la última jugada del partido, Boca tuvo un córner a su favor. La defensa de Estudiantes despejó pero le dejó servido el balón a Diego Rodríguez. Y el 10 de oro le pegó de zurda intentando clavarla en el ángulo. El tiro fue bueno y superó la estirada de Daniel Converti, pero parecía por su trayectoria que la pelota se iriía afuera y así se daría el final con el empate. Sin embargo, la pelota hizo una extraña curva, bajó y se metió en el ángulo moviendo furiosamente la red de Estudiantes. Y las 55 000 personas estallaron en un grito de gol. Entre ellas, claro, el niño y su papá, pletóricos de felicidad. Ni hablar cuando el árbitro Juan Carlos Betti pitó el final y Boca se consagró finalmente campeón. Justo cuando llegó la noche y el frío viento los envolvía, el niño abrazó a su papá y los dos lloraron. Pero ahora era de alegría por el campeonato tan esperado por los dos. Y, como fue en la semana en casa o la escuela, como la noche anterior en el hospital, los dos estuvieron juntos pero ahora para ser felices. Los altavoces de la Bombonera los invitaron a ambos a bajar a la cancha, los dos no entendían nada pero fueron presurosos a recibir una posible sorpresa. Y en efecto, el club que conocía bien al hombre y a su hijo porque tantas veces fueron allí a divertirse, y sabiendo lo que había pasado, le dio un regalo extra: cuando ambos llegaron al campo de juego, el presidente Daniel Angelici le obsequió una camiseta de Boca nueva, la misma de los jugadores y una pelota de fútbol nueva, mejor que la desinflada que tenía ya que su papá aún no le podía comprar una. Y para cerrar la noche de gloria, el niño dio la vuelta olímpica con los jugadores y se sacó fotos con todos, por supuesto con Diego Rodríguez, el autor del triunfo y su ídolo. “Y, ¿estás contento?”, le preguntó el talentoso mediocampista abrazándolo. “Sííí, sí, estoy recontento”, sonrió el niño desde su más tierna inocencia. Mientras tanto, el papá habló con Angelici, que lo invitó a él y a su hijo a la cena festejo en una típica pizzería de la Boca. “Uh, qué bueno, con lo que le gusta la pizza, se va a poner contentísimo…”, decía.
Y así se dio todo. Gracias al ángel y sobre todo al Dios que como dicen sabe lo que hace, Boca salió campeón, le dedicó el título a El Fuerte, su eterno rival, y una hora después del triunfo sobre Estudiantes, todos se juntaron en la pizzería La Mamma para celebrar en una noche llena de estrellas. El niño comió su pizza, tomó su gaseosa, disfrutó su helado, pero mucho más saber que a su lado estaba su papá, ése que tantas veces rió y se entristeció con él, ése que estuvo en sus alegrías y en sus malos momentos. Ése con quien siempre fue feliz más allá de los embates de la vida. Ahora lo era junto a él y al plantel y los dirigentes de su amado Boca, que le hicieron más regalos y lo invitaron a cantar en un escenario. Y como broche, el presidente Angelici le obsequió un abono gratis para ver a Boca por toda la vida, recompensando tanto sufrimiento propio y ajeno a través de los años. Sí, el niño tuvo la felicidad que todo niño merece, y Boca había sido una vez más la gran razón. Y lo más importante, no era un sueño, era una realidad.
Pero no todo fue de rosa en su recorrido, claro, era como su papi le había enseñado tras la partida de su mamá. El sábado a la tarde,mientras jugaba a la pelota cerca de su casa, el niño sufrió un golpe contra una pared y debió ser internado. Su padre lo llevó rápidamente al hospital donde por suerte los médicos le dijeron que estaba fuera de peligro y consciente, pero que quedaría en observación por tres días, con lo que se perdería la final del domingo. Ni siquiera le dejaban escucharlo por radio ya que le habían establecido reposo absoluto, sin emociones, tal vez sin libertad. El pequeño lloró amargamente, mezcla de dolor y frustración, pero su papá lo abrazó. Y con su típica ternura de cada día le dijo: “No te preocupes, yo te voy a decir cómo va el partido cuando me autoricen…”. Pero no era lo mismo. El niño se iba a perder poder ver en vivo a sus estrellas por primera vez en su vida, y tal vez la gloria no tendría repetición. “No, nooo, yo quero verlo, quero escutarlo”, decía con sus errores fonéticos de infancia. Pero su delicada salud no lo iba a dejar. Por lo que pasaría la noche y el nuevo día en el hospital, sin saber de su club y sin mucha charla con su papá, ya que lo dejarían entrar poco para no entorpecer su curación. Así el padre se fue a la casita, tranquilo porque sabía que su hijito estaba protegido pero con la bronca de no poder ver con él una probable vuelta olímpica de su Boca, sólo le informaría fríamente y vaya a saber por intermedio de quién.
Llegó la noche del sábado y, tras comer livianamente, una cena lejos de sus gustos pero que acompañaba su evolución, el niñio fue dormido por una doctora que, antes de hacerlo, lo acarició y le dio un beso de buenas noches, consolándolo ya que estaba algo triste por todo lo contado. La joven y amable mujer se quedó a su lado observando atentamente cómo dormitaba profundamente, lo que era necesario para su recuperación. Mientras tanto, el papá también dormía en la casa, mucho menos tranquilo, claro, pero con ansias de que todo estaría bien al día siguiente con su Boca y eso le permitiría una alegría para su golpeado corazón.
De pronto, el niño tuvo un sueño mucho más hermoso de los que acostumbraba en la camita de su casa. Él no se daba cuenta que sólo era un sueño, porque era tan hermoso que parecía realidad. Un ángel le tocó su cabecita y viendo que lloraba por no poder ver a Boca, lo abrazó y le prometió: “Ven, te llevaré en mis alas a ver a Boca”. “¿Cómo vas a hacer, sin no puedo salir de aquí?”, preguntó con bronca. “No te preocupes, hablaré con Dios y él hará todo para que estés bien y puedas cumplir tus sueños…”, le volvió a prometer. Con su inocente alma, y en lugar de cuestionar todo como los grandes, el niño tuvo fe y el ángel lo llevó en sus alas a través de un cielo brillante lleno de estrellas fulgurantes que lo saludaban, rumbo a la Bombonera. Al llegar, el pequeño dijo que aún no era la hora del partido, era de madrugada y hacía mucho frío. El ángel lo cubrió con sus alas y lo acarició, diciéndole que no tuviera miedo, que él lo cuidaría hasta que saliera el sol y llegara el tan esperado encuentro.
Con el amanecer, el niño se encontró sentado en la platea de la Bombonera junto a unas pocas personas que, impacientes, esperaban el partido mientras comentaban de las posibilidades de campeón y el peligro de sus rivales. Al rato el niño brincó de alegría al ver a su papá y lo abrazó muy fuerte, lo necesitaba mucho después del mal momento vivido. “Gracias Dios mío”, clamaba el padre mirando al cielo mientras agradecía al ángel por haberlo cuidado. Y lo llevó a comer una rica hamburguesa con papas fritas, gaseosa y un suculento helado en la confitería del club, ya repleta de entusiastas hinchas que también comentaban la previa.
Se hizo la hora y el niño y su padre fueron a una cómoda tribuna llena de un sol que iba yéndose de a poco por la tarde, pero que alumbraba y calentaba bastante. Apenas Boca salió él levantó sus manitos saludando efusivamente a sus ídolos. Y al lado de su papá vio cómo Boca marcaba el primer gol por medio de una gran apilada de Diego Rodríguez, el 10 del equipo y goleador del torneo, uno de sus favoritos. Entretanto, Deportivo El Fuerte ganaba 3 a 0 en la cancha de Galácticos y esperaba un empate o derrota xeneize para aguarle al niño sus ilusiones. Más aún cuando Estudiantes de Las Palmas, un modesto conjunto recién ascendido y de floja campaña, conquistó el empate faltando poco para terminar por un remate de Juan Saponi que el arquero Pablo Pérez dejó escapar tontamente. El 1-1 y la goleada de El Fuerte lo privaban al de la Ribera de salir campeón; los hinchas estaban en silencio con la radio en la mano, y desde ya el niño sumaba una frustración más a las ya vividas. Llegó el final y Boca no pudo con el flojo pero estimulado Estudiantes, que le empató y le sacó el título que fue a parar a manos de Deportivo El Fuerte. Desconsolado, el pequeño se abrazó a su padre: “Papá, ¿esto es verdad o es un sueño? No puede ser que estos tontos nos c… el campeonato”. El padre sabía que sólo era un sueño, pero no quiso decirle nada para darle la sorpresa que merecía. Por eso el chiquito pasó de la bronca y el fastidio a las lágrimas. “¿Cuándo voy a volver a ver a Boca campeón?”. El papá no se pudo contener y, al verlo llorar, lo abrazó y le contó todo. “Hijito, no te preocupes, esto es sólo una pesadilla. Hoy Boca va a salir campeón, ya vas a ver…”. El hombre estaba muy seguro, como si supiera el final del cuento. “Vos haceme caso que hyo sé lo que te digo”, le confió tiernamente y dándole gran seguridad. Pero el nene no estaba muy convencido. En verdad, no entendía nada, si era un sueño, una pesadilla, una realidad o una mezcla de todo.
Pero no era un sueño. El niño se había despertado a la mitad de la madrugada y su padre, avisado por el hospital de que podía ir a verlo, había llegado y estaba junto a su cama. Y tras acariciarlo, había recibido la buena noticia de que su hijo estaba bien y que podía dejar el centro médico, aunque igualmente debía volver en la semana para ser revisado. Pero el chiquito recién se dio cuenta, en su total inocencia, de que todo era realidad cuando vino el empate de Estudiantes. En medio de su bronca, el papá le aclaró que por su golpe recién había podido despertarse totalmente esa tarde. Con alegría, el niño se vio en la realidad sanado, en la tribuna de la Bombonera junto a su papá y alentando a su querido club. Pero el atardecer impiadoso le estaba por abrir la puerta a la noche y el pequeño no tenía aún su mayor alegría, ya que el empate lo dejaba a Boca sin título. De pronto, el ángel sobrevoló la Bombonera e inspiró a los jugadores la fuerza para irse con todo en busca del gol de la victoria. Alentados por 55 000 personas, entre ellas el niño y su padre, los xeneizes forzaron ataques sobre el arco de Estudiantes pero sin ideas claras, por lo que el 2-1 se veía cada vez más lejos y el final y la desilusión de un segundo puesto, impensado tras la gran campaña del equipo, se acercaba.
Pero Dios hizo posible el sueño del niño: Faltando 20 segundos y en la última jugada del partido, Boca tuvo un córner a su favor. La defensa de Estudiantes despejó pero le dejó servido el balón a Diego Rodríguez. Y el 10 de oro le pegó de zurda intentando clavarla en el ángulo. El tiro fue bueno y superó la estirada de Daniel Converti, pero parecía por su trayectoria que la pelota se iriía afuera y así se daría el final con el empate. Sin embargo, la pelota hizo una extraña curva, bajó y se metió en el ángulo moviendo furiosamente la red de Estudiantes. Y las 55 000 personas estallaron en un grito de gol. Entre ellas, claro, el niño y su papá, pletóricos de felicidad. Ni hablar cuando el árbitro Juan Carlos Betti pitó el final y Boca se consagró finalmente campeón. Justo cuando llegó la noche y el frío viento los envolvía, el niño abrazó a su papá y los dos lloraron. Pero ahora era de alegría por el campeonato tan esperado por los dos. Y, como fue en la semana en casa o la escuela, como la noche anterior en el hospital, los dos estuvieron juntos pero ahora para ser felices. Los altavoces de la Bombonera los invitaron a ambos a bajar a la cancha, los dos no entendían nada pero fueron presurosos a recibir una posible sorpresa. Y en efecto, el club que conocía bien al hombre y a su hijo porque tantas veces fueron allí a divertirse, y sabiendo lo que había pasado, le dio un regalo extra: cuando ambos llegaron al campo de juego, el presidente Daniel Angelici le obsequió una camiseta de Boca nueva, la misma de los jugadores y una pelota de fútbol nueva, mejor que la desinflada que tenía ya que su papá aún no le podía comprar una. Y para cerrar la noche de gloria, el niño dio la vuelta olímpica con los jugadores y se sacó fotos con todos, por supuesto con Diego Rodríguez, el autor del triunfo y su ídolo. “Y, ¿estás contento?”, le preguntó el talentoso mediocampista abrazándolo. “Sííí, sí, estoy recontento”, sonrió el niño desde su más tierna inocencia. Mientras tanto, el papá habló con Angelici, que lo invitó a él y a su hijo a la cena festejo en una típica pizzería de la Boca. “Uh, qué bueno, con lo que le gusta la pizza, se va a poner contentísimo…”, decía.
Y así se dio todo. Gracias al ángel y sobre todo al Dios que como dicen sabe lo que hace, Boca salió campeón, le dedicó el título a El Fuerte, su eterno rival, y una hora después del triunfo sobre Estudiantes, todos se juntaron en la pizzería La Mamma para celebrar en una noche llena de estrellas. El niño comió su pizza, tomó su gaseosa, disfrutó su helado, pero mucho más saber que a su lado estaba su papá, ése que tantas veces rió y se entristeció con él, ése que estuvo en sus alegrías y en sus malos momentos. Ése con quien siempre fue feliz más allá de los embates de la vida. Ahora lo era junto a él y al plantel y los dirigentes de su amado Boca, que le hicieron más regalos y lo invitaron a cantar en un escenario. Y como broche, el presidente Angelici le obsequió un abono gratis para ver a Boca por toda la vida, recompensando tanto sufrimiento propio y ajeno a través de los años. Sí, el niño tuvo la felicidad que todo niño merece, y Boca había sido una vez más la gran razón. Y lo más importante, no era un sueño, era una realidad.
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