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sábado, 29 de noviembre de 2014

EL SEXO ES SALUD, NO PECADO

Es uno de los grandes tabúes de nuestro tiempo. Y peor aún, muchos se lo toman a risa. O los otros, demasiado en serio. Hay quienes dicen que es pecado, parece que un hombre y una mujer no pudieran tocarse; otros, en cambio, se matan a carcajadas, especialmente con las mujeres, las más golpeadas por esa injusticia. Ni una cosa ni la otra: el sexo, que Nuestro Padre Dios nos dio, es algo serio, importantísimo y parte indispensable de nuestro ser y quehacer cotidiano. Está demostrado profesionalmente que es saludable desde todo punto de vista: físico, mental, psicológico, espiritual. Y, aunque esto sí es pecado real, la autosatisfacción también lo es. Claro que no nos debemos confundir: una cosa es la mencionada salud, otra el desorden que tan mal nos hace y por mal camino nos lleva. Mientras uno tenga actividad sexual con su pareja estable y sea derivada del amor, por más que no se debe antes del matrimonio, nadie puede tener derecho a criticar, mucho menos los cristianos que sabemos bien los preceptos del Señor. Y la Iglesia Católica debería acompañar más de lo que hace estos actos de puro amor. Pero de ninguna forma convalidar las porquerías que a menudo se nos presentan como si tal cosa, sobre todo en los medios de comunicación, que dicho sea de paso son tremendamente e insoportablemente decadentes. Dios nos hizo sexuados para procrear y también como sinónimo de amor, aunque algunos puritanos se escandalicen apenas se les menciona el sexo. Y por último, como es un tema tan serio, el sexo es una materia de estudio y por lo tanto debe ser enseñado en las escuelas e iglesias, por supuesto a una edad que psicopedagogos (por el lado educativo) y sacerdotes (en el plano religioso) determinen. Pero también está probado que ya desde bebés los seres humanos percibimos la sexualidad, que claro se va haciendo más notoria con los años: la niñez, la pubertad y la adultez hasta la vejez. El sexo no sólo es salud y no es pecado, hasta yo lo considero parte importante de nuestro saber general. A no poner más barreras y a hacerlo libremente. Eso sí: sin ofender al que un día nos lo prestó.