Buen domingo olímpico para todos. Obvio, Feliz Día del Niño. Tremendo frío, tres grados según registros en este momento, pero sí, aunque no lo crean, estoy levantado para vivir el último día de Río 2016 con todo, como los Juegos se merecen. Cómo no levantarse si en un rato comienza nada más y nada menos que la maratón, la prueba sinónimo de los Juegos. Les recomiendo la nota que pegué aquí, titulada La Historia Real de la Maratón, que apareció ayer en La Nación. Bueno, tres argentinos, Molina, Mastromarino y Bruno, competirán en los 42, 195 km, en los que mi papá Rafael tiene experiencia ya que 40 años atrás, participaba en las maratones del Florida School, donde iban mis hermanos, y ganaba. Cuenta la leyenda que Rafael, soldado de mi casa, llegó sobre el inicio de una carrera, justo cuando estaban por largar; pidió que no largaran, que lo esperaran, lo esperaron y luego ganó la competencia. Una anécdota tierna, para dar calorcito a estos tres grados de temperatura. Me voy a desayunar café con leche, tostadas, queso, y mientras tanto, miro lo que hacen en el hándbol Estados Unidos, campeón del medallero por robo, y Rusia, por el bronce. Más tarde, Brasil-Italia finalísima de vóley, que para ellos es como una final de Mundial para nosotros. Y a la tarde, Dream Team-Serbia por el oro del básquet. Vamos, arriba, que esto es los Juegos Olímpicos.
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