La garganta roja. Los puños apretados. Los brazos, los míos, los de todo el país, bien arriba. El corazón, acelerado a mil. Argentina acaba de firmar una de las páginas más gloriosas no sólo del hóckey sobre césped, sino de todo el deporte argentino. Sobre el cierre del partido, y cuando Bélgica se venía con todo, con dos córners cortos que Vivaldi y Gilardi sacaron, luego entre Rossi y el arquero evitaron el empate, en la última jugada y cuando buscábamos retener, Agustín “el Pájaro” Mazzilli aprovechó que ellos estaban sin arquero, reemplazado, y marcó el 4-2 que hizo explotar al Estadio Deodoro de Río de Janeiro, que más bien parecía el CENARD de tanta hinchada albiceleste. Y así, el once del grandioso Carlos “Chapa” Retegui corona con un oro, el tercero de la Argentina, un torneo bárbaro. Un 3-3 a Holanda, un 4-4 a Alemania que pudo haber sido 4-3, el triunfo sobre España faltando poco de penal, el baile 5-2 a Alemania, el bicampeón olímpico, y hoy, este rotundo, inapelable 4-2 a este excelente, aguerrido Bélgica, a quien yo no tenía en deportes varios, sólo en fútbol. Eso, fútbol, hace 30 años le ganábamos a otro Bélgica y llegábamos a la final del Mundial. Tres décadas después, les ganamos en hóckey, ése que antes daba vergüenza, y salimos campeones olímpicos. ¿Leyeron bien? CAMPEONES OLÍMPICOS, carajo, mierda. Grande Argentina. Grandes Leones, se ganaron el apodo.
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