Son las 10 de la noche, hace un frío bárbaro sobre Buenos Aires. Pero acá en mi casa, en mi escritorio de toda la vida, escribo sobre el cierre de esta fabulosa novela que son los Juegos Olímpicos. Una larga película que empezó en 1896, en todo caso en el 393 en la antigua Grecia. Y que, 120 años después, sigue tan real como la llama olímpica. En este momento, en la lluviosa Río de Janeiro, en el majestuoso Maracaná, con los discursos de protocolo, se va cerrando un nuevo evento de los Juegos Olímpicos. Y yo he tenido, por gracia de Dios, la alegría y el honor de poder cubrirlo, aunque sea para este humilde Así Es La Vida. Como periodista, como hombre del intelecto, de lo intelectual, estoy feliz de haber tecleado y tecleado para convertir, por dos semanas, este humilde blog de temas generales en uno deportivo y olíkpico. Y en vivo, y en el momento, porque se me ocurrió en el momento, y no pudo empezar mejor que con el oro de la Peque Paretto. Un Río 2016 que, como cualquiera de las ediciones anteriores de los Juegos, será inolvidable. De esta forma, Así Es La Vida concreta esta obra del alma llamada Diario Olímpico, que culmino en un rato con el posteo de los mejores momentos. Hasta Tokio 2020 con los grandiosos Juegos Olímpicos.
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