A fines de 1993, Francia perdía en la última jugada con Bulgaria su clasificación al Mundial de Estados Unidos. Fue entonces un golpe durísimo para un equipo que venía derecho y para una generación de nuevos talentos. En 1998 tenía la chance de la revancha, gracias a ser sede del máximo torneo. Y vaya cómo se la tomó de aquella humillación: con su primera conquista del mundo.
El país galo le había ganado seis años antes la votación a Marruecos, y así organizaría de nuevo tras 60 años, aquella caótica Copa pre-guerra. Como hicieron otros dueños de casa, resolvió construir un estadio enorme para la justa, el Stade de France, en Saint-Denis, un barrio cercano a París. Estas dos sedes se agregaron a otras ocho para albergar la última edición del milenio, que la FIFA había decidido como gran novedad que tuviera 32 participantes, gracias al incremento de sus afiliados.
Una vez más el Mundial se expandía. Entonces fueron 174 los inscriptos de la fase previa, más que los 147 del 94. Y un panorama completamente inédito. Tomaron parte los países que formaban la Unión Soviética, Yugoslavia y Checoslovaquia, cambiaron los sistemas de disputa y hubo más plazas para todos, especialmente para los continentes más modestos, África (nada menos que cinco), la CONCACAF (tres) y Asia, tres. Croacia compitió en su primera eliminatoria y gracias al novedoso repechaje debutó en la Copa, igual que Jamaica y Japón, que se desquitó de su humillación del 94. En Europa también se notaron la vuelta de Inglaterra, la de Austria, la segunda seguida de Noruega y en la repesca, el pase de Italia y el de la misma Yugoslavia, última vez como tal. Sudamérica varió su formato a grupo único, y Chile regresó tras cumplir la suspensión por el caso de la bengala ante Brasil en el 89, mientras Uruguay se quedó afuera de nuevo. Otros que llamaban la atención eran Paraguay, Túnez, Irán y ni hablar Sudáfrica, reincorporado a la FIFA tras la abolición del apartheid.
Con sencilla ceremonia, con la música oficial de Ricky Martin y el Stade de France a pleno bajo el sol, el 10 de junio arrancó el primer Mundial de 32, de los cuales 16, los dos primeros de grupo, iban a eliminación directa hasta el título. Brasil, el bendecido campeón del 94, no contaba con Romario pero con otros de Estados Unidos, entre ellos el ya mayor Ronaldo. Enfrentó a Escocia, segundo mejor de los europeos, y debió hacerse de un autogol para vencer 2-1 en su debut. Los de Mario Zagallo iban por el bi y siguieron a pesar de perder con Noruega. La enorme sorpresa de esa primera fase aceptable la dio España, que con la generación dorada olímpica del 92 iba por un gran éxito, pero se fue en primera ronda con Nigeria y el Paraguayde José Luis Chilavert. Los demás no tuvieron problemas: Italia pasó junto a Chile en el B, el local se llevó el C con Zinedine Zidane en su aparición, Holanda y el heroico México en el E, Alemania en el F,e Inglaterra, que superó a una Colombia otra vez confundida, en el G.
¿Y Argentina? Estaba bajo la conducción de Daniel Passarella, bicampeón del 78 y 86, buscando el tercer título gracias a una comodísima fase previa, con la nueva camada de grandes: Ayala, Zanetti, Ortega, Batistuta, el Piojo López. Fue afortunado de enfrentar a los tres debutantes en el Grupo H y los superó con victoria, con los goles de Bati y la magia del Burrito, ambos ya con más protagonismo que el 94. Así afrontaron otro partido épico en su vida, con Inglaterra en Saint etienne, que quedó para la historia grande al imponerse en los penales tras un trepidante 2-2 en 120 minutos. El héroe esta vez era Carlos Roa, el ex Lanús y en el Mallorca español, que no era titular y lo fue en el Mundial, y le atajó dos remates a los británicos. Así, la albiceleste, peleada con la prensa, iba a los ocho mejores. La acompañaron los candidatos: Italia, Brasil que vapuleó a Chile, Francia que batió a Paraguay con el famoso inédito "gol de oro" en alargue, Alemania, Holanda y dos inesperados, Dinamarca que goleó a la campeona olímpica del 96 Nigeria y Croacia, que vencía a Rumania con un penal del gran Davor Suker, cobrado por el polémico argentino Javier Castrilli.
Sin el brillo de la era Basile, Argentina igual venía muy bien. Pero la ilusión volvió a esfumarse. Como en Estados Unidos, se despidió antes de las instancias finales, al perder con Holanda. Así Passarella cumplía su promesa y cerraba su ciclo, bastante caótico por cierto. El rival en semifinales de los potentes holandeses era Brasil, que venció a Dinamarca en partidazo. Y la otra la harían Francia, que bajó a Italia en el clásico latino por penales, y los increíbles croatas, tan increíbles como ganarle 3-0 a Alemania.
Eran cuatro grandes combinados, que con buen juego y muchos goles habían llegado más alto de los pronósticos. Brasil repitió ante Holanda la fórmula del título del 94, y en los penales, Taffarel atajó y Dunga marcó para ir a otra final por el bicampeonato. Y francia hacía vibrar el Stade de France al batir a Croacia con dos goles de un defensor, el moreno de Guadalupe Lilian Thuram. Los Bleus no tenían mucho poder de gol, sus figuras aún no explotaban como se esperaba, pero arribaban así a su primera decisión. Croacia se quedó con un podio para coronar una histórica campaña tras la locura de la guerra de los Balcanes.
El 12 de julio, otra vez el imponente Stade estaba a pleno con la esperanza de ver a Francia campeón, algo que sólo había sucedido con la Eurocopa de 1984 o los Olímpicos de ese año. Los de Aimé Jacquet se veían con los de Mario Zagallo. El partido era parejo hasta que Zidane por fin dijo presente y marcó dos goles de cabeza por sendas pelotas paradas. Brasil se desesperó, Ronaldo (a punto de no jugar por aquel raro episodio de su descompostura la noche previa) estaba flojo y Rivaldo, Edmundo y Bebeto tampoco aportaban. Y en perfecto contraataque, Emmanuel Petit marcó un golazo a los 90 para poner el moño a un inmenso regalo. Todo el estadio ovacionó a sus héroes celebrando el título tan ansiado tras lo del 93, coreando el apellido de cada uno al compás del locutor del escenario. Y al día siguiente, fueron paseados por Champs Elysées en caravana triunfal. Francia, ése que siempre hacía los deberes para ser el mejor, se recibía por fin de campeón.
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