Después del brillante bicampeonato en México 86, Argentina debía supuestamente mantener la estructura y el nivel dorado allí alcanzado, con Carlos Bilardo y Diego Maradona al comando. Pero muchas piedras aparecieron en su camino en el Mundial de Italia 1990, diversas, inesperadas. Aún así, estuvo a cinco minutos de no caer ante Alemania, que con una eterna polémica se le llevó el título y dejó un recuerdo igualmente importante y positivo, el de un equipo de lo más heroico.
Italia se convirtió en 1984 en el segundo país en repetir sede de la gran justa, luego de la controvertida del 34. Con toda su riqueza estructural, económica y artística, abrió los brazos al primer Mundial de los 90, para el que 22 naciones pelearon en la cancha su lugar. La nota más sonora la dio Francia, que aún con Michel Platini como técnico se quedó afuera ante Escocia y Yugoslavia. También Dinamarca, la explosión del 86, faltó gracias a Rumania, que volvía igual que Suecia y Checoslovaquia, que jugaría su último torneo como tal, lo mismo que la Unión Soviética, antes de sus nuevos status políticos. Sí estaba Holanda, el campeón europeo del 88, acompañado curiosamente por una Alemania Federal mejor segunda en el Grupo 4, que competía por última vez con ese nombre antes de su reunificación. También era novedad la República de Irlanda, segunda de España en su zona. Por Sudamérica, llamaba la atención el regreso de Colombia, vencedor del repechaje con Israel. Brasil dejó atrás a Chile con escándalo en el Maracaná, que le valió a la roja no jugar el Mundial siguiente, igual que México que falsificó la edad de su Sub 20 en 1988. La descalificación mexicana abrió la puerta al debut de Costa Rica y al retorno de Estados Unidos, mientras Camerún y Egipto regresaban con sus glorias y otro nuevo, Emiratos Arabes Unidos, se presentaba al mando de Carlos Alberto Parreira.
La inauguración el 8 de junio del 90 en el Giuseppe Meazza de Milán fue espectacular, inolvidable, con una ceremonia de las ma´s bellas, con la mejor canción de los Mundiales, el famoso Un Estate Italiana. Pero el debut del campeón reinante fue para no acordarse. Argentina jugó mal, fue superado por Camerún y un error de su arquero Nery Pumpido dio el gol de François Omam-Biyik y un triunfo de los más fuertes en un arranque. Allí comenzó sin embargo la resurrección de la Selección, que con muchos cambios se sobrepuso a la fractura del 1 de River, su reemplazo por su antiguo suplente Sergio Goycochea y le ganó a la URSS. Y el 1-1 mediocre con la disciplinada Rumania lo colocó en un raro tercer lugar, siendo uno de los cuatro mejores. Los africanos, con las inesperadas presencias de los legendarios Thomas N´Kono y Roger Milla, se quedaban con el Grupo B en Nápoles y Bari.
Desde el vamos el Mundial fue uno de los más pobres de los tiempos. Pocos goles, mucho apostar al error, pleno tacticismo, la novedad de los cinco defensores, no sólo en Argentina. El local y Alemania fueron los más potentes, ganando sus zonas sin líos. Brasil quiso cambiar el jogo bonito con Sebastiao Lazaroni y le salió bien en el inicio con tres victorias deslucidas. Inglaterra se llevó un grupo donde Holanda no fue el del 88 ni por asomo, y encima pactó un 1-1 con Irlanda para meterse penosamente como mejor tercero. En cambio, Colombia le igualó a los alemanes con golazo de Rincón y pasó, y Costa Rica batió a Escocia y Suecia para dar otra sorpresa. En tanto, el uruguay de un joven Oscar Tabárez entraba en octavos en tiempo adicionado, con el cabezazo del chico Fonseca ante Corea del Sur, en un plantel plagado de superestrellas. En esa zona E, mandaron España y Bélgica, el cuarto del 86.
Pero como suele decirse, el Mundial empezó en los octavos. Camerún pegó el segundo golpe al eliminar a Colombia en alargue con dos nuevos goles de Milla. Checoslovaquia barrió al dignísimo Costa Rica y Yugoslavia a España con doblete de Stojkovic. Italia transpiró para marginar a Uruguay con una genialidad de un tal Salvatore Schillaci, suplente que se iba ganando su lugar en el once. Inglaterra venció a los belgas en el minuto 119, e Irlanda se ponía en cuartos en su debut por penales sobre Rumania. Alemania se aguantó la expulsión de Rudi Voeller ante Holanda y lo dejó con 2-1, antes de que Argentina afrontara el temido clásico con Brasil en octavos. Los verdeamarelhos pudieron golear, pero los postes le dijeron no, y entre Maradona y Caniggia tejieron gran jugada para que la nueva estrella, el rubio delantero del Atalanta, marcara un triunfo inolvidable. Pero habría más historias en la novela albiceleste.
Porque ante los yugoslavos, los 120 minutos bajo el terrible calor de Florencia parecieron otra final, que en los penales Sergio Goycochea resolvió con dos atajadas y un 3-2 para meterse otra vez en los cuatro mejores. Allí iba la azzurra, con un Schillaci optimista del gol para batir a Irlanda, Alemania sobre los checos e Inglaterra, que acudía de nuevo a la buena suerte para revertir un 1-2 ante Camerún en alargue, con dos penales del máximo realizador de México 86, Gary Lineker.
El 3 de julio, el San Paolo de Nápoles, la casa donde jugaba Maradona en el club celeste del calcio, era el lugar del Italia-Argentina. Justo Nápoles, esta vez mayormente en contra del diez y sus magullados compañeros, llenos de problemas físicos. Schillaci comenzó con otro gol suyo la semifinal 1, pero Caniggia también volvió a hacerlo con genial peinada, y con un jugador menos la Selección aguantó hasta el tiempo extra y los nuevos penales. Y mientras Maradona marcaba su tiro, Goycochea hacía otras dos salvadas para colocar a un equipo que a los tropiezos, nada que ver con el 86, jugaría otra final. Su rival sería otra vez, para agregar más morbo a la historia, la Alemania de Beckenbauer, como cuatro años atrás. Pero los alemanes tampoco tenían tanto de qué jactarse, al derrotar con mucho lío a los bravos ingleses en desempate desde el punto penal.
Italia quería ganar su Mundial como en el 34, pero sólo pudo disfrutar el tercer puesto que llevó sobre los británicos, con otro tanto de Schillaci que le dio la Bota de Oro. Y al día siguiente, el 8 de julio, el Olímpico de Roma estaba a tope para la revancha del 86. La Selección llegaba más diezmada que en el resto del torneo, con cuatro suspendidos por acumulación de amonestaciones, entre ellos nada menos que Caniggia, su razón de triunfo. Maradona fue bien marcado por Lothar Matthaus, el equipo no tuvo llegada y prefirió acodarse contra Goycochea, más luego de la lesión de su emblema Oscar Ruggeri y la expulsión de su sustituto Pedro Monzón. Pero Alemania no podía, hasta que faltando cinco minutos, Voeller entró al área y Sensini lo cruzó, en acción que no pareció falta y que el mexicano Edgardo Codesal, hijo del uruguayo José María Codesal, vio como penal. Andreas Brehme venció al hechizo de Goycochea y los alemanes se tomaron el desquite. Franz Beckenbauer volvió a festejar, como en el 74, ahora como técnico. Pero Argentina también había sido ganador, porque un subcampeonato con tantos dolores no podía caer en el olvido, y así la gente recibió al plantel en la Casa Rosada, como en el 86. Fueron imborrables recuerdos de un Mundial que, paradójicamente, dejó una historia bastante deslucida.
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