Después de la conquista en Japón 79 y el subcampeonato en México 83, los juveniles de Argentina cayeron en una oscuridad que parecía no tener detención. La improvisación, la falta de proyectos, el trabajar como se pudiera, las consecuentes bajas actuaciones en los Mundiales y Sudamericanos los llevaron a perderse en un mar profundo. Hasta que la llegada de José Pekerman barrió con todas esas impurezas e hizo grande a los pibes. Fue hace 25 años, un 28 de abril de 1995 en la lejana Qatar. Pero la epopeya nació mucho antes.
Pocos recuerdan el panorama desolador en que el Sub 20 estaba. Primero, las inconductas de algunos futbolistas del equipo de Reinaldo Merlo ante Portugal, en el Mundial de ese país en 1991, le acarrearon una suspensión para el torneo siguiente, en 1993 en Australia. Para 1994, la ida de Alfio Basile y Merlo tras el Mundial de Estados Unidos obligó a buscar técnico a la mayor y a los chicos. Daniel Passarella fue el elegido para la grande, y quería que Jorge Griffa, el legendario sabio rosarino, fuera el de la juvenil. La AFA prefirió confiar en un proyecto presentado por José Pekerman, un entonces casi desconocido, ex futbolista y luego director de divisiones inferiores de Argentinos Juniors y de Colo Colo. El nuevo llegado no tenía mucho respaldo, pero trabajó a conciencia como pocas veces se había hecho en el área y condujo al equipo que en enero de 1995 salió segundo de Brasil en el sudamericano de Bolivia y regresó al Mundial tras cuatro años.
Pocos recuerdan también que antes del torneo con sede en Qatar hubo problemas con cesiones de jugadores, como suele ser en Argentina. River no quiso dejar ir a un joven Marcelo Gallardo y Rosario Central a un chico de 17 años muy bueno, Cristian Colusso, ambos con experiencia en Primera. Aún así, Pekerman formó su once alrededor de la base del Sudamericano, con nombres aún incipientes que luego serían consagrados o al menos interesantes: el arquero Irigoytía, Lombardi, Pena, Sorín, Federico Domínguez, Larrosa, Mariano Juan, Ibagaza, Coyette, Guerrero y un futuro crack, el goleador Leonardo Biagini, entonces en Newell's.
El debut en el Grupo C era el 13 de abril en Doha, sede única del certamen, pero en el estadio Suhaim Bin Hamad, ante Holanda. Como de costumbre, fue más complicado de lo previsto, incluso cuando le atajaron un penal al medio de Racing Germán Arangio. Además, Biagini debió irse lesionado. Hasta que en la última jugada el ingresado Andrés Garrone, de Rosario Central, definió un centro atrás y consiguió una victoria festejada.
El 17 era el segundo ante el fuerte Portugal, campeón europeo y de vasta trayectoria en la categoría. El equipo hizo buen partido hasta que una excelente maniobra de Dani le dio el triunfo a los lusos. Otra vez a remar como en tantas ocasiones de los chicos. Debían vencer a Honduras, disminuido por varios expulsados en el 1-7 escandaloso ante Holanda. Ese 20 de abril parecía sencillo cuando Ibagaza abrió a los 6 minutos y Pena aumentó con dos goles. Pero los catrachos achicaron a 3-2 y Diego Crosa, lateral izquierdo de Newell's, se fracturó. Por suerte, Pena marcó su tercer gol y el 4-2 que puso a la Selección en los cuartos de final por primera vez desde 1989.
El fuerte y técnico Camerún, con Geremi y Wome entre otros, esperaba en esa instancia. Pero el 23 Argentina lo superó 2 a 0 con dos hermosos goles de Francisco Guerrero y Coyette. Y dos días después, la vuelta de Biagini fue clave ante el poderoso España de Raúl, De la Peña y Morientes. El delantero marccó la apertura y el cconjunto de Pekerman dio un baile a los españoles con un 3-0 y dos goles lindos de Coyette y Raúl Chaparro para volver a una final luego de 12 años, la última la del 83.
La cumbre era ese 28 al mediodía argentino, un día lluvioso, y el rival se llamaba nada menos Brasil, el mismo que lo había postergado en la final del Sudamericano. El Khalifa Stadium de Doha estaba con 42.000 personas para el superclásico de la CONMEBOL, justo en semejante momento. Los brasileños empezaron algo mejor, pero en una de las primeras acciones albicelestes, a los 26 minutos, una lindísima combinación entre varios derivó en perfecto pase de Coyette que Biagini definió ante el arquero Fabio. Brasil se sintió herido y fue por el empate sin orden, mientras la frialdad y aplomo argentinos llevaban bien el desarrollo. El toque nacional empezó a enloquecer al rival y a los 78 minutos, el zaguero César pegó y fue expulsado. Y a los 86, en un contraataque perfecto, Ibagaza habilitó a Arangio, que hizo un hermoso cambio de frente dejando solo a Guerrero, que esperó la loca salida de Fabio y se la pasó por arriba para el 2-0, un verdadero broche de oro para un enorme campeón. Enorme al punto de que el ya consagrado Pekerman decidió poner al arquero suplente Gastón Pezzuti en lugar del inmenso Irigoytía, para darle la chance a los 18 jugadores.
Y fue realidad. El título, la vuelta olímpica, 16 años después de la de Maradona y compañía en Japón 79. La revancha esperadísima ante Brasil. La emoción de todos, hasta de Diego Crosa, que en el sanatorio Americano de Rosario recibía por TV la dedicatoria de los demás y un llamado del presidente Carlos Menem en vivo. Todo lo cual contrastaba con la tranquilidad del gran capitán Pekerman. Hasta un grupo de gente de Bangladesh enarboló en el cierre del partido una bandera argentina asociándose al festejo.
Argentina emergía de la oscuridad. Sus chicos se valorizaron, fueron tenidos más en cuenta por sus clubes. Desde ya Pekerman tuvo más respaldo y luego conquistó dos Sudamericanos y dos Mundiales más, además de una brillante generación de jóvenes talentos. Pero la de Qatar fue la piedra fundamental, la menos esperada, y la más hermosa, la de campeón del mundo, para relanzar al fútbol argentino a la gloria.
Fuente: Archivo Tribunero.com
Vea el partidazo de los pibes a Brasil para el título:
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