Un parque natural es aquel espacio natural con características biológicas o paisajísticas especiales en el que se pretende garantizar su protección. Los parques naturales enfocan su atención en la conservación y mantenimiento de su flora y fauna. Pueden ser marítimos o terrestres y encontrarse en la
montaña, en el mar, en el desierto o en cualquier otro espacio definido geográficamente.
La Argentina cuenta con un sistema de parques nacionales destinado a proteger el patrimonio natural y cultural del país. Los primeros parques nacionales de Argentina fueron el Nahuel Huapi (gracias a Francisco Pascasio Moreno y a Exequiel Bustillo) y el Iguazú,ambos creados en1934. En total hay 33 parques nacionales (diciembre de 2014), además de 3 parques interjurisdiccionales, 6 reservas naturales y 3 monumentos naturales. Ocupan casi un 4 % del territorio argentino, unos 3,8 millones de hectáreas, cuidados por aproximadamente unos 200 guardaparques. La Administración de Parques Nacionales (APN), regulada por Ley 22351 de 1980, tiene su sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Fuente: Wikipedia
Bienvenidos a Así Es La Vida, un blog de todo un poco, una charla con un amigo, sin tiempo ni espacio, sin intereses, sin estructuras. El caminar de un ciudadano por la vida. Dedicado a mi madre Anita.
jueves, 7 de julio de 2016
martes, 5 de julio de 2016
RECORDANDO EL MUNDIAL 86: LOS TEMAS DEL PAÍS
Por Pablo Vignone, Cancha Llena.com, 14 DE JUNIO
La muerte de Jorge Luis Borges, el más grande escritor argentino de todos los tiempos, ocurrida hace hoy treinta años, produjo una congoja de dimensiones comparables a la de la alegría que, como la otra cara de la moneda, generaba la consagración del mejor futbolista argentino de todos los tiempos, en México, a medio mundo de distancia y gracias al Mundial.
Esa alegría no era un sentimiento menor en un país que todavía respiraba el optimismo que le había producido el retorno de la democracia pero que atravesaba grandes dificultades entre un pasado que lo atenazaba y un futuro incierto.
El presidente Raúl Alfonsín solo llevaba 30 meses a cargo de la máxima investidura de la República. Sus deseos de curar, educar y alimentar con la democracia no alcanzaban a cumplirse; el tenebroso poder militar que se había replegado en diciembre de 1983 y había recibido un golpe furibundo con el Juicio a las Juntas y el Nunca Más, quería trazar allí una raya, a base de insinuaciones y planteos.
El recambio ministerial de comienzos de junio de 1986, cuando Alfonsín reemplazó a Germán López, un funcionario de su extrema confianza, por Horacio Jaunarena al frente de la cartera de Defensa, revelaba el alcance de las presiones. La joven democracia estaba tan jaqueada en junio de 1986 como las defensas rivales en el Mundial ante la carga de Maradona con la pelota al pie.
"La Historia Oficial", la película de Luis Puenzo con Héctor Alterio y Norma Aleandro como protagonistas, que había ganado en marzo el primer Oscar de la cinematografía argentina, mostraba qué tan candente era entonces el tema de los desaparecidos.
El plano de la economía estaba lejos de generar fervor popular. Los efectos del Plan Austral, con el que el gobierno radical intentó estabilizar la economía a mediados de 1985, se diluían sin remedio. Los argentinos arrancaron el Mundial desayunándose con el índice de inflación de mayo: 4%. Desde febrero, cuando el índice había descendido a 1,7%, la cifra más baja de todo el Plan, las cuentas iban recalentándose. En once meses desde la implementación del Plan, la inflación acumulada trepaba al 33,8%.
No eran las únicas cuitas económicas que arrinconaban al gobierno: el plan de lucha del titular de la CGT, Saúl Ubaldini (a quien el presidente había tachado de "mantequita y llorón") se traducía en una serie de paros generales que detenían al país; y la deuda externa se tornaba agobiante, superando los 50 mil millones de dólares de servicio.
Las discusiones por la sanción de la ley de divorcio enfrentaban al poder legislativo con la jerarquía eclesiástica, que amenaza con excomulgar a los senadores que voten favorablemente el proyecto. "El divorcio conduce a la creciente drogadicción, la violencia y a la delincuencia precoz" proclama el arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Juan Carlos Aramburu.
El contexto internacional tampoco alentaba el optimismo. Con conceptos como "glasnost" (transparencia) y "perestroika" (reconstrucción), el reformista Mikhail Gorbachov intentaba modernizar la rígida Unión Soviética para asegurar su supervivencia; la otra superpotencia global, los Estados Unidos, sonreía frente al proceso pero no le daba tregua. El presidente Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II deseaban con fuerza la caída de la Cortina de Hierro y el fin del comunismo, y en ese contexto se movían sobre el tablero mundial los distintos actores. Ignorando por completo a América Latina, Reagan dejaría la presidencia en 1988, un año antes de la caída del Muro de Berlín; perdida la carrera armamentista con su rival, la URSS se desintegró en 1991.
No era sencilla la Argentina de entonces. Pero al menos la gente contaba con Maradona.
La muerte de Jorge Luis Borges, el más grande escritor argentino de todos los tiempos, ocurrida hace hoy treinta años, produjo una congoja de dimensiones comparables a la de la alegría que, como la otra cara de la moneda, generaba la consagración del mejor futbolista argentino de todos los tiempos, en México, a medio mundo de distancia y gracias al Mundial.
Esa alegría no era un sentimiento menor en un país que todavía respiraba el optimismo que le había producido el retorno de la democracia pero que atravesaba grandes dificultades entre un pasado que lo atenazaba y un futuro incierto.
El presidente Raúl Alfonsín solo llevaba 30 meses a cargo de la máxima investidura de la República. Sus deseos de curar, educar y alimentar con la democracia no alcanzaban a cumplirse; el tenebroso poder militar que se había replegado en diciembre de 1983 y había recibido un golpe furibundo con el Juicio a las Juntas y el Nunca Más, quería trazar allí una raya, a base de insinuaciones y planteos.
El recambio ministerial de comienzos de junio de 1986, cuando Alfonsín reemplazó a Germán López, un funcionario de su extrema confianza, por Horacio Jaunarena al frente de la cartera de Defensa, revelaba el alcance de las presiones. La joven democracia estaba tan jaqueada en junio de 1986 como las defensas rivales en el Mundial ante la carga de Maradona con la pelota al pie.
"La Historia Oficial", la película de Luis Puenzo con Héctor Alterio y Norma Aleandro como protagonistas, que había ganado en marzo el primer Oscar de la cinematografía argentina, mostraba qué tan candente era entonces el tema de los desaparecidos.
El plano de la economía estaba lejos de generar fervor popular. Los efectos del Plan Austral, con el que el gobierno radical intentó estabilizar la economía a mediados de 1985, se diluían sin remedio. Los argentinos arrancaron el Mundial desayunándose con el índice de inflación de mayo: 4%. Desde febrero, cuando el índice había descendido a 1,7%, la cifra más baja de todo el Plan, las cuentas iban recalentándose. En once meses desde la implementación del Plan, la inflación acumulada trepaba al 33,8%.
No eran las únicas cuitas económicas que arrinconaban al gobierno: el plan de lucha del titular de la CGT, Saúl Ubaldini (a quien el presidente había tachado de "mantequita y llorón") se traducía en una serie de paros generales que detenían al país; y la deuda externa se tornaba agobiante, superando los 50 mil millones de dólares de servicio.
Las discusiones por la sanción de la ley de divorcio enfrentaban al poder legislativo con la jerarquía eclesiástica, que amenaza con excomulgar a los senadores que voten favorablemente el proyecto. "El divorcio conduce a la creciente drogadicción, la violencia y a la delincuencia precoz" proclama el arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Juan Carlos Aramburu.
El contexto internacional tampoco alentaba el optimismo. Con conceptos como "glasnost" (transparencia) y "perestroika" (reconstrucción), el reformista Mikhail Gorbachov intentaba modernizar la rígida Unión Soviética para asegurar su supervivencia; la otra superpotencia global, los Estados Unidos, sonreía frente al proceso pero no le daba tregua. El presidente Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II deseaban con fuerza la caída de la Cortina de Hierro y el fin del comunismo, y en ese contexto se movían sobre el tablero mundial los distintos actores. Ignorando por completo a América Latina, Reagan dejaría la presidencia en 1988, un año antes de la caída del Muro de Berlín; perdida la carrera armamentista con su rival, la URSS se desintegró en 1991.
No era sencilla la Argentina de entonces. Pero al menos la gente contaba con Maradona.
miércoles, 29 de junio de 2016
RECORDANDO EL MUNDIAL 86: ARGENTINA CAMPEÓN DEL MUNDO
El video del glorioso 3-2 a Alemania
Y llegamos al glorioso domingo 29 de junio. Pero, como todo el tiempo, no presté atención ni siquiera cuando mi país jugaba la final ante Alemania. Esa gris mañana leía como siempre el FAMOSO DIARIO Clarín Y SU SUPLEMENTO DE AVISOS Clasificados por las propagandas de Renault, tan fanático que era, en el suelo de la pieza de mis padres. Y allí había un par de avisos que, además de vender un auto, decían ‘’Vamos Argentina’’ y ‘’Vamos Maradona’’. Hasta la publicidad llegaba la expectativa por la gran final.
Miré el primer tiempo en el comedor, donde MI HERMANO Fabián se la pasó tomando agua mineral como era su costumbre por los nervios. Que se le fueron tras el gol de cabeza de Brown. Terminada la etapa, fui a mi habitación a estudiar Geología, la unidad 3 y 4 de Geografía DEL COLEGIO SECUNDARIO, que debía rendir al día siguiente. Aunque no lo crean, me quedé estudiando y no volví abajo a ver el partido.
Y entonces, mi papá desde abajo me iba diciendo el resultado. ‘’Gol de Argentina’’, me avisó cuando Valdano marcó el 2-0. Así también con tristeza me dijo del descuento y el empate alemán. Parecía que los dos iban al alargue; mientras, si bien yo quería que ganara Argentina, ni me inmutaba y seguía con el libro de López Raffo y la geografía del secundario.
Y cuando Burruchaga logró el glorioso gol del título, nuevamente mi papá: ‘’Goool de Argentina, dale, bajá que falta poco...’’. Ahí sí bajé y vi los últimos minutos parado. Cuando terminó, todos gritamos el emotivo ‘’vamos vamos Argentina...’’.
Luego fuimos en el flamante Peugeot 505 verde agua por la ciudad, envuelta en una euforia impresionante. Yo agitaba una bandera por el techo corredizo del lindo auto antes de llegar al puente de Panamericana y San Lorenzo. Y estuvimos un largo rato en el puente repleto de hinchas, autos, banderas y bocinazos. Esa gris tarde fue tan gloriosa como inolvidable. También para mí, aunque no lo haya seguido con atención, claro.
LA ANÉCDOTA RISUEÑA
GEOGRAFIA POR ARGENTINA CAMPEON. La más increíble del secundario y de mi vida, seguramente. Corría el glorioso 29 de junio de 1986, día de la gran final Argentina-Alemania. Da la casualidad que al día siguiente tenía que recuperar la Unidad 3 y 4 de Geografía, la geología, volcanes y más. Y tuve la gran idea de estudiar MIENTRAS LA SELECCIÓN JUGABA LA FINAL DEL MUNDIAL. Pero lo mejor fue que cuando Burruchaga hizo el gol del triunfo, YO SEGUIA EN MI PIEZA ESTUDIANDO. Es decir que, mientras 33 millones de argentinos gritaban el gol de Burru, yo estudiaba. Sí, en lugar de hacerlo el sábado o el lunes a la mañana. Genio...
martes, 28 de junio de 2016
RECORDANDO EL 86: LA EXPERIENCIA DE CAMPO DE BIOLOGÍA
La profesora Elena de Biología junto con dos chicos aquella helada tarde de sol en Bella Vista
Uno de los mejores recuerdos de 1º A del Instituto Martín Güemes del secundario aquella soleada, fría tarde en el hermosísimo Club de Polo de Bella Vista, un lugar de pura naturaleza. Allá fuimos a fines de junio en micro con la profesora para realizar un denso trabajo de campo, para el que ya habíamos preparado una batería de elementos.
Tras el divertido viaje de ida, al llegar los varones (excepto yo) tuvieron que empujar el micro. Luego nos dividimos en grupos, yo con Solé y algunos más. Como de costumbre no hice casi nada; apenas trabajé con unas plantas por encargo de Solé, pero dejé al rato y sólo miré lo que hacían los demás, aparte de saber que Cristian Rodríguez se cayó en un lago cercano. Por su parte, mi amada Carla Salvetti insistía: “Dale, terminemos antes así tomamos la chocolatada...”. Antes de irnos del campo Solé me dijo con gran onda “te portaste, eh”. Y a eso de las 5 volvimos en otro lindo viaje; yo me senté adelante con Débora Ruiz Díaz, a quien le convidé galletitas Caritas y que me preguntó de nuevo quién me gustaba. Más tarde la profesora anunció que no iba a tomar prueba a pedido nuestro, antes de bajar ya que vivía por esa zona. Y entre charlas y más cerramos una muy agradable tarde.
NIÑO LLORANDO POR MESSI: ALGO ANDA MAL
El video superfamoso, una muestra de la estupidez intelectual
La derrota del domingo de la Selección argentina ante Chile, por la Copa América Centenario, ya no sólo duele, es lógico, sino que deja al desnudo cómo está la sociedad. Es cierto, quién puede discutir los sentimientos de un chico de unos 10 años llorando porque Lionel Messi, el excesivamente idolatrado crack del equipo, anunció su retiro del mismo. Pero algo anda mal, porque para que un chico llore así, con ese estrépito, como si se hubiera muerto alguien, sus valores de vida no están bien ordenados. Y peor, la estupidez intelectual que domina al mundo, a la Argentina, a su sociedad y sobre todo a los insoportables medios de incomunicación hace que la escena, tierna o no, se viralice en todos los canales, redes, sitios, etc. Cero respeto por la privacidad de las personas, cero respeto por el televidente, cero respeto por todo. Desastre como siempre. Cómo estaremos como sociedad para sentir la renuncia de un jugador de fútbol, por más astro que sea, como la muerte de un ser querido, como la falta de trabajo, como cualquiera de los gravísimos problemas que sin duda importan y afectan más al país. Algo falla, algo está suelto. O no está, que es peor. Por lo menos, así lo siento yo.
lunes, 27 de junio de 2016
COPA AMÉRICA: ¿Y AHORA DE QUÉ TE DISFRAZÁS, ARGENTINA?
Una nueva chance, no muy repetible, acaba de desvanecerse, y van… Es ya una insoportable colección de tristezas, que “nao tem fin” como le sucedió un tiempo a Brasil. Argentina perdió otra vez, con el cruel agravante de que fue en los penales y contra Chile, esa circunstancia triste de aquella final de 2015 a la que esta noche esta Selección quería dejar en el olvido y no pudo.
No es cuestión de refrendar el mal tan argentino de que todo es un desastre, todos deben irse, nadie sirve, sólo porque cinco remates desde once pasos marcaron la victoria para otro, en este caso la buena roja de Pizzi. Por qué olvidar y tirar al tacho todo lo bueno que la Selección había hecho hasta esta dolorosa noche de New Jersey. Goles, goleadas, récord de Messi (de buena Copa hasta que otra vez se pinchó en el momento clave), buenos rendimientos, juego aplomado y delicioso como hace mucho no se veía. Pero la realidad es incontrastable: no se ganó, se jugó pobremente el partido más importante.
Y entonces, de nuevo a recordar. De nuevo a escribir y leer de México 86, esa película gloriosa de la que el miércoles se cumplirán 30 años. De nuevo, también, a emocionarse con las Copas América de Alfio Basile, con la de los goles de Batistuta a México en 1993. Con ésa a la que nadie le quería dar importancia. A seguir viviendo de recuerdos. O a mirar para adelante, cuando el destino, seguramente, ponga por delante otro mazo de cartas para barajar y dar de nuevo. Por el momento, todo es frustración, encima con el peso del desastre de la AFA, que puede excluir a Argentina de toda competencia por un tiempo. Quizá sea mejor, nos ahorraremos tristezas. Seguro que no, nadie piensa en semejante golpe. Quién sabe de qué se disfrazará Argentina y su fútbol, su selección, de ahora en adelante.
No es cuestión de refrendar el mal tan argentino de que todo es un desastre, todos deben irse, nadie sirve, sólo porque cinco remates desde once pasos marcaron la victoria para otro, en este caso la buena roja de Pizzi. Por qué olvidar y tirar al tacho todo lo bueno que la Selección había hecho hasta esta dolorosa noche de New Jersey. Goles, goleadas, récord de Messi (de buena Copa hasta que otra vez se pinchó en el momento clave), buenos rendimientos, juego aplomado y delicioso como hace mucho no se veía. Pero la realidad es incontrastable: no se ganó, se jugó pobremente el partido más importante.
Y entonces, de nuevo a recordar. De nuevo a escribir y leer de México 86, esa película gloriosa de la que el miércoles se cumplirán 30 años. De nuevo, también, a emocionarse con las Copas América de Alfio Basile, con la de los goles de Batistuta a México en 1993. Con ésa a la que nadie le quería dar importancia. A seguir viviendo de recuerdos. O a mirar para adelante, cuando el destino, seguramente, ponga por delante otro mazo de cartas para barajar y dar de nuevo. Por el momento, todo es frustración, encima con el peso del desastre de la AFA, que puede excluir a Argentina de toda competencia por un tiempo. Quizá sea mejor, nos ahorraremos tristezas. Seguro que no, nadie piensa en semejante golpe. Quién sabe de qué se disfrazará Argentina y su fútbol, su selección, de ahora en adelante.
sábado, 25 de junio de 2016
¿VOLVEREMOS A SER CAMPEONES COMO EN EL 93?
Este domingo puede ser un gran día para la rica historia de la selección de Argentina. Uno de los ocho campeones del mundo, aunque parezca irreal, no gana un título mayor desde hace 23 años, justamente la Copa América, la que ahora intentará volver a alzar ante Chile, su verdugo en la última en 2015.
Y aunque sea un torneo continental, que no tiene por estas latitudes tanta relevancia como en otras, no dejaría de ser un regalo grande para la albiceleste. No sólo por regar la sequía de títulos, también porque la tercera final en tres años (tras el Mundial 2014 y la citada Copa 2015) sea la vencida y nuestros compatriotas puedan gritar campeones. Y, sobre todo, porque sería el primer halago para la generación Messi, no solamente compuesta por el crack sino por veteranos de selección como Romero, Rojo, Mascherano, Di María, Higuaín, Agüero. Astros errantes, reyes aún sin corona, jugadores que necesitan una consagración de este tipo, con la camiseta de su país, para terminar de grabar sus nombres en la historia.
También sería la frutilla que le falta a esta torta de grandes victorias, actuaciones y golazos. El team del Tata Martino, tan castigado hasta no mucho tiempo atrás, ha mostrado una jerarquía y contundencia como hacía mucho no se veía, volviendo a enamorar al siempre exigente hincha argentino. Y en ese camino se incluye el rotundo 2-1 del inicio del certamen a Chile, su rival en la final en New Jersey. Sin duda, aunque el plantel no quiera decirlo o diga lo contrario, es la revancha esperada, siempre hablando sobre fútbol. La amarga derrota por penales en Santiago hace casi un año se podría revertir con un triunfo ante un equipazo como la roja.
Sin duda que los dos mejores del torneo han arribado al partido cumbre. Con semejanzas: figuras, goles, contundencia, solidez, buen juego. Quizá Chile tiene la ventaja de disponer de más jugadores, debido a las lesiones argentinas que han acortado el banco de suplentes. Será un partidazo más allá de las preferencias, un choque de dos potencias hoy por hoy del subcontinente. Y Argentina viene con buen pie ante su vecino, habiéndole ganado en Santiago en marzo por las eliminatorias y el citado 2-1 de la primera ronda. Pero en una final poco cuentan los antecedentes. Igual, justo en los 30 años de aquella epopeya de México, Argentina tiene pasta para volver a ganar un campeonato, algo que debería ser normal y que por tanto tiempo es muy valioso. Para que volvamos a ser campeones como en el 93.
Y aunque sea un torneo continental, que no tiene por estas latitudes tanta relevancia como en otras, no dejaría de ser un regalo grande para la albiceleste. No sólo por regar la sequía de títulos, también porque la tercera final en tres años (tras el Mundial 2014 y la citada Copa 2015) sea la vencida y nuestros compatriotas puedan gritar campeones. Y, sobre todo, porque sería el primer halago para la generación Messi, no solamente compuesta por el crack sino por veteranos de selección como Romero, Rojo, Mascherano, Di María, Higuaín, Agüero. Astros errantes, reyes aún sin corona, jugadores que necesitan una consagración de este tipo, con la camiseta de su país, para terminar de grabar sus nombres en la historia.
También sería la frutilla que le falta a esta torta de grandes victorias, actuaciones y golazos. El team del Tata Martino, tan castigado hasta no mucho tiempo atrás, ha mostrado una jerarquía y contundencia como hacía mucho no se veía, volviendo a enamorar al siempre exigente hincha argentino. Y en ese camino se incluye el rotundo 2-1 del inicio del certamen a Chile, su rival en la final en New Jersey. Sin duda, aunque el plantel no quiera decirlo o diga lo contrario, es la revancha esperada, siempre hablando sobre fútbol. La amarga derrota por penales en Santiago hace casi un año se podría revertir con un triunfo ante un equipazo como la roja.
Sin duda que los dos mejores del torneo han arribado al partido cumbre. Con semejanzas: figuras, goles, contundencia, solidez, buen juego. Quizá Chile tiene la ventaja de disponer de más jugadores, debido a las lesiones argentinas que han acortado el banco de suplentes. Será un partidazo más allá de las preferencias, un choque de dos potencias hoy por hoy del subcontinente. Y Argentina viene con buen pie ante su vecino, habiéndole ganado en Santiago en marzo por las eliminatorias y el citado 2-1 de la primera ronda. Pero en una final poco cuentan los antecedentes. Igual, justo en los 30 años de aquella epopeya de México, Argentina tiene pasta para volver a ganar un campeonato, algo que debería ser normal y que por tanto tiempo es muy valioso. Para que volvamos a ser campeones como en el 93.
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