Siempre se dice, cuando
uno vive lamentando ausencias, faltas de lo que sea, que hay que ser feliz con
lo que se tiene. Es totalmente aplicable a este tiempo de coronavirus, donde
todos vivimos insultando al destino, al virus, al aislamiento y hasta a China.
Es aplicable. Porque de una vez, tenemos que cambiar nuestro pensar, nuestra
mentalidad. Por qué, me pregunto siempre, el ser humano desde su creación
protesta por su debe, valora lo que no está. Es comprensible 1000 por ciento,
pero no nos vamos a quedar frente al
Muro de los Lamentos. Entonces, yo aprendí, démosle valor a lo que tenemos.
Démosle atención a lo que poseemos, porque eso queda, se ve, lo tenemos, es
realidad. Si nos quedaron 200 pesos en lugar de 500 (ojo, es un decir)
quedémonos con esos 200 y saquémosle provecho. Si no tenenmos una casa,
valoremos que al menos alquilamos y estamos bajo techo. Si nos falta algún
sentido o parte del cuerpo, Dios no lo permita, vivamos bien con lo que nos
queda. Si perdimos uno de varios seres queridos, no dejemos de costado al que
está. He sabido de casos de gente enferma terminal que ha vivido lo mejor
posible su cierre. Porque a todos nos tocará el cierre. La clave es ver cómo
llegamos. Si lo valoramos, con lo que queda ante nuestros ojos.