sábado, 21 de diciembre de 2019

CÓMO EMPECÉ A ESTUDIAR PPERIODISMO

Hoy son ya 26 los años que soy periodista, el mayor título de mi vida, el único realmente profesional. Y en este 21 de diciembre, a dos décadas y media de esa inolvidable noche, quiero recordar el kilómetro cero de esta infinita, eterna historia.

Mi historia de mis estudios terciarios comenzó mucho antes de que pudiera averiguar sobre ellos. Una soleada tarde de 1989 escuché al gran Víctor Hugo Morales en una previa de fútbol en Radio Continental hablar de un lugar donde se daba periodismo. “Muchos me preguntan dónde pueden estudiar, y yo les digo que vayan a TEA, hay prácticas de relato y comentario...”. Allí le presté atención, pero luego me olvidé. Con el tiempo lo recordaría bien.

PROPAGANDA DE TEA EN SÓLO FÚTBOL

Pero todo comenzó recién ese abril 91 y tras otros aislados intentos. Una vez más, como tantas veces, un golpe de suerte solucionó el gran problema del año. Una nublada mañana leía sentado en el patio un ejemplar de la recordada revista semanal Sólo Fútbol, y de repente vi una propaganda que me parecía haber visto antes, pero que no recordaba. Decía en un costado: “¿Adónde puedo ir a estudiar periodismo deportivo?” Ahí puse el ojo. Y en la otra punta en diagonal abajo, decía “ANDÁ A DEPORTEA” y todos los datos. No lo podía creer... Enseguida me entusiasmé y se la mostré a mi mamá, que estaba cerca baldeando. Y desde ese bendito momento empezó la gran historia de mi carrera favorita.

CHARLAS PREVIAS EN TEA

A fines de aquel abril fui forjando el inicio de mi estudio en el gran TEA (Taller Escuela Agencia), y más precisamente en DeporTEA, su división deportiva. Primero mis padres averiguaron a partir de la bendita publicidad. Y una fría mañana fui yo con ellos y mi cuaderno de la crónica que hice del Mundial Italia 90 hasta ese gran edificio en la calle Lavalle, en plena Capital. Subí la larga escalera hasta el hall del primero de los tres pisos y allí me vi y saludé por primera vez con el gran Guillermo Blanco, uno de los tres directores, a quien nunca había oído nombrar.
Tras una corta espera, de allí fui a una pequeña oficina y empecé a charlar con él. Cuando le dije mi nombre, el morocho acotó “otro Diego más, Maradona, Latorre...”. Y luego de hojear mi crónica del 90, dijo: “Veo que esto te gusta mucho”. Enseguida informó a mis padres: “Lo vamos a poner con Enrique Escande, el jefe de la agencia de noticias EFE”. Y un regalo extra: en breve él enviaría una carta a nada menos que Víctor Hugo Morales recomendándome... unos días después me inscribía. Estaba por comenzar mi gran sueño, ese que no muy atrás parecía irrealizable.

PROBLEMAS PREVIOS

Sin embargo, como tantas otras cosas de mi vida, no fue fácil. La idea de tener que ir al centro parecía un obstáculo insalvable. Y una mañana en el comedor lo discutimos en familia: yo ya pensaba no ir, mi mamá habló con mi hermano mayor Fabián que le sugirió que me mandara en los nuevos remises. Al final el lío se solucionó con que mi papá me llevaría.

Y LLEGÓ EL COMIENZO

Y aquella mañana de mayo, un mes más tarde del inicio de clases, arranqué mis sueños de periodista deportivo sentado en ese aula del primer piso, en uno de esos singulares bancos pequeños con pupitre, con mi carpeta negra y una birome. Allí estuve con el genial Enrique Escande, mi tallerista en este primer año, y unos 20 compañeros. Ese apenas recordado día fue el primero de mi nueva historia y el que cambió mi vida aquel 1991.

Como era previsible, mi primer año periodístico fue algo complicado. La nueva realidad de la etapa terciaria trajo muchos cambios a los que me costó adaptarme: nuevo estudio, método y nivel de excigencia, nuevo lugar y en Capital, otros compañeros y autoridades. Además no tuve gran aplicación al trabajo, llevándome dos materias, y poca relación con los chicos. Sin duda este 1º A fue el más difícil de los tres años y el reflejo de ese tiempo de transición. Pero, al menos, fue el comienzo de mi carrera. Nada menos.


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