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sábado, 15 de febrero de 2020

HISTORIAS DE INFANCIA: PLAYA OLIMPO

La playa de Pinamar que disfruté tantos años, a la que íbamos de mañana y tarde, casi siempre caminando con todo tipo de cosas y algún día en auto. Esos veranos de infancia merecen ser repasados uno a uno.

Ese 1980, mi primer verano en la bella ciudad balnearia, jugaba mucho con el recordado disco de plástico Hang Ten, surcaba las olas con el barrenador, hacía fútbol con la pelota de goma marrón, iba al agua o me deleitaba con los infaltables barquillos, pirulines y demás. Casi las mismas diversiones viví en el 81, donde parábamos en el increíble departamento El Atlántico.

En el 82 seguía con el Hang Ten, el barrenador o el fútbol con la pelota de goma marrón. A eso se sumaron las carreras de F1 playeros en la arena, el “hoyo” (una especie de golf pero con la mano, inventado por mis amigos Horacio y Cecilia) y el tenis con paleta de madera. No quería saber nada del mar, siempre renegaba con mis padres, pero un día me divertí con mi inseparable vecino Darito con unos lagos formados en la arena. También almorcé papas fritas, vi gente jugar vóley, paseé por la playa o el muelle y al atardecer ayudé a juntar almejas, otro clásico. Luego volvíamos a pie (me encantaba) y Nos limpiábamos la arena en la canilla de la cochera de Eolo, la paradisíaca calle de arena de nuestro departamento.

En el 83 leía el famoso diario Clarín y hacía la claringrilla (su singular crucigrama), aparte del barrenador, el fútbol con la pelota de goma, el hoyo, el tenis con paleta de madera y hasta las bombitas de agua. No quería saber nada del mar, siempre renegaba con mis padres. Y admiraba el reloj sumergible de Horacio, que un día me lo mostró en la orilla. También vi vóley, paseé por la playa o el muelle y al atardecer ayudé a juntar almejas. Luego volvíamos a pie (me encantaba) y nos limpiábamos la arena en la canilla de la cochera de Eolo.

En el 84, aparte de esos superclásicos juegos, merendé (recuerdo galletitas Media Tarde), vi a nuesstra perra Samanta haciendo pocitos en la arena, vi gente jugar vóley, paseé por la playa o el muelle y al atardecer ayudé a juntar almejas. Luego volvíamos a pie (me encantaba) y nos limpiábamos la arena en la canilla de la cochera de Eolo.

Y en el 85 seguía viviendo todo ese paraíso intensamente: el diario y a veces la claringrilla, el barrenador, el fútbol, el mar, el vóley, paseo por la playa o el muelle y al atardecer juntar almejas. Luego volvíamos a pie (me encantaba) y nos limpiábamos la arena en la canilla de la cochera de Eolo.

domingo, 19 de enero de 2020

¿SE ACUERDAN DEL LOOK-INT?

Recordando el verano y hablando de silueta, imagen y demás, ya en el de 1991 la cosa venía torcida. Estábamos espantados por modas ridículas de trenzas de madera, vestimentas estrafalarias y otras yerbas inaceptables, cuando ese 91 las chicas comenzaron con eso de ir a la playa en corpiño y bombacha, símil de la acostumbrada bikini. Una estupidez a la que muchas se plegaron, como siempre sucede en esta sociedad, y que se dio en llamar "look-int", look interior. Volvamos al presente y a la cultura, por favor.

sábado, 26 de enero de 2019

POSTALES DE VERANO: PLAYA A LAS 7 DE LA TARDE

Así como escribí del mediodía al sol playero, el momento opuesto, el atardecer, es toda una postal. Esas increíbles tardes de cielo azulino se prolongan tanto que parecen no terminar en plena playa, mientras uno sigue tomando mate, escuchando radio o hasta mojándose en el mar. La caminata, el deporte, algo de asoleo, también puede ser parte del paisaje de las 7. Como también el Buzo, la carpa o algún deporte acuático o terrestre. La playa y el verano, cuando están en esplendor, no tienen horario. Y el atardecer es uno de los más increíbles.

lunes, 31 de diciembre de 2018

LA MAGIA DEL AÑO NUEVO EN LA PLAYA

Seguramente en estas horas, mucha gente debe haberse ido o se está yendo para la hermosísima costa atlántica argentina, por ejemplo Mar del Plata o Pinamar, a disfrutar de sus playas justo en este 31. Tal vez alguno se haya aventurado con esta crisis a viajar afuera. Bueno, sea donde sea, estar en una playa o cerca del mar en Año Nuevo es una experiencia única, bellísima, más allá de los paisajes costeros y de las escenas de fiesta. Imagínense este conjunto: noche, estrellas, viento suave (o fuerte), la postal de la arena bañada por las olas. Ese marco para cenar, PASAR en familia y brindar. Seguramente algún restaurante de algún balneario ya debe estar abriendo sus puertas, sus terrazas de ensueño, para recibir a quienes van a tener el privilegio de mezclar la magia del Año Nuevo con la del verano. Dos tesoros de la vida para una vida increíble.

miércoles, 3 de febrero de 2016

LOS PEQUEÑOS ENCANTOS DE LA PLAYA

Ya que estamos en la playa, si duda el lugar epicentro de un verano de puro sol y calor, hablemos de pequeños tesoros que uno recoge en su andar diario por la inmensidad de arena y agua. Quizá esperan que escriba de mujeres, y sí, son tesoros, no lo niego, pero hay otras cositas a las que me refiero, y que no son necesariamente deportes o paseos superorganizados.

Caminar descalzo en la playa o fuera de ella por calles de arena que la rodean, hacer trote en los médanos, zona ideal para un asoleo íntimo o romántico, o simplemente para descansar lejos del bullicio playero. Caminar, también, por las primeras aguas del mar, lo que es muy buena gimnasia ya que uno tiene las olas y el agua marina como escollo de sus piernas y tiene que moverse con fuerza para ir derecho. Barrenar, como dije, es bárbaro y una forma genial de bañarse. Pisar las conchillas, caminar por la arena mojada y ensuciarse los pies de ella en la orilla, y luego enjuagarse los mismos con el agua marina. Claro que ver el paisaje, aunque mucho más estático, también es un gran momento para la mente. Tomar sol escuchando radio o alguna música veraniega con los murmullos playeros de fondo. Esas caminatas largas al atardecer, cuando uno debe ponerse aunque sea una remera para que el viento no lo enfríe, y pasear hasta varios kilómetros y volver. Los muelles por donde uno avista toda la playa y el mar, otro lindo paseo que yo disfruté en mi juventud. El buscar almejas, los juegos ya descriptos, el viento fuerte, el suave, poner la sombrilla inclinada para guarecerse de una fuerte corriente, la marea baja, el sol fuerte, el sol tibio, las nubes, hasta la misma lluvia. El cielo azul sólo cortado por pájaros o esos parapentes multicolores. Las olas que a uno lo revolean para todos lados y por qué no el agua salina que es buena para el organismo, dicen. La playa tiene muchos más encantos escondidos de lo que muchos creen. Sólo hay que descubrirlos.