Que la música cayó
verticalmente estos últimos 20 años, nos cansamos de sufrirlo día a día.
Escuchar estos equipos de autos que pasan con esas melodías que revientan los
oídos y la paciencia ya es clásico. Y hablando de clásico, paradoja: cada vez
más radios transmiten música de antes, 70, 80, 90. Bueno, en realidad la música
no tiene edad, si no pobres los compositores clásicos. Más allá de eso, las
emisoras y otras plataformas de contenido están prefiriendo los clásicos, esos
que otros suelen tirar abajo o tildar de antiguo, viejo, de otro tiempo, hasta
aburrido. Porque claro, hoy la música es cada vez menos tal. Porque más allá de
gustos, no me pueden decir que estos reguetones insufribles se puedan
considerar música. Música es obra, es cultura, es arte, es trabajo, no agarrar
un tema Rhythm of the Night y mandarle dos taradeces. O esos larguísimos
monólogos donde ni siquiera se pronuncia bien, estos portorriqueños que hablan
en japonés con la L por la R. Música es cultura, y la cultura, claro, no es la
onda. Parece que se está revirtiendo. Y si no, que haya nueva, pero buena.
Mientras eso no pasa, porque ya no pasa, tenemos los éxitos que tan bien nos
hacen a todos.