domingo, 29 de enero de 2017

MIS VERANOS DORADOS: EN LA CASA DE TÍA CHICHE

La espectacular casa de mi tía paterna, en el elegante Barrio Golf, fue un hermoso recuerdo de este verano. Un caminito de baldosas sobre el pasto precedía al garage, la casa y el otro garage ubicado más abajo, en un lugar paradisíaco, lleno de arboleda y pasto bien cortado. Allí almorzamos y cenamos y, sobre todo, yo jugaba como siempre, en este caso ‘’manejaba’’ el Fiat 600 del garage de abajo, o andaba con un juego electrónico una noche con Mariana y Gabriela, las hijas de Chiche. Una gran casa para un gran momento.

¿SERÁ POSIBLE UN BOCA-RIVER SIN LÍO?

Boca y River simbolizan sana pasión, y más si juegan una Copa, aunque sea la Luis Nofal de verano. Sin embargo, parece que el superclásico ahora es excusa para que los jugadores, en general de muy mal comportamiento, quieran ganar a lo guapo, como si fuera el barrio. Profesionales, en varios casos de larga trayectoria, que no lo demuestran en la cancha.

Faltas, algunas blandas, otras duras, otras descalificadoras,líos entre futbolistas, tumultos, amonestados, expulsados, incidentes no entre hinchadas, que también es criticable, sino entre los que manejan una pelota. Para colmo, el árbitro Pitana contribuyendo con algunas decisiones amparadas en un reglamento ridículo expulsando técnicos. Para colmo, Guillermo Barros Schelotto, entrenador de Boca, entrenador repetimos, es decir, quien debe impartir calma desde el banco, protestando como en su época de jugador, haciendo un innecesario show escondido en el banco tras ser expulsado. Y la locura del cierre que derivó en tres tarjetas rojas a Insaurralde, Benedetto y Driussi, aunque Pablo Pérez y Centurión, que llevaron la voz cantante de la escaramuza, se quedaron en el campo.

Como comentamos anoche, es una lamentable repetida costumbre, nada sana, que los dos grandes del fútbol argentino hagan semejantes papelones a la vista del mundo, porque los partidos salen para todo el mundo. Que pensarán en Europa de ver que el gran espectáculo nacional, en lugar de ser un juego, un disfrute, un deporte, es una escalada de violencia que es tan o más preocupante que la de las tribunas. Porque si los de adentro la generan, estamos listos. Ya pasó en la Sudamericana 2014, en el escándalo del gas pimienta de la Libertadores 2015. Pero también pasó los dos veranos anteriores.

En 2015, en la victoria de Boca 1-0 con gol de Cristaldo, Leonel Vangioni le pegó duro a Pavón y no lo dejó seguir en la cancha, fue amonestado y luego, por algo similar, expulsado, igual que Maidana que metió un codazo. El año pasado, cinco rojas, una (la de Jonathan Silva en Boca) a los 10 minutos, encontronazos como anoche, Maidana, Tévez, agresiones, de todo menos superclásico. Ayer, de nuevo, tres expulsados, tres DT afuera, uno correcto, los otros dos no, mucha pierna fuerte, mucha fricción. La famosa mentalidad, muy errada, de jugarse la vida, de poner todo. Hay que poner con la pelota al pie, no con los pies y sin pelota.

Todo el mundo habla del partido, del 2-0, del fútbol, y está bien. Pero no dejemos de costado que estos líos Boca-River vienen de tiempo atrás, y ya parecen un indisoluble de cada súper. Como no era antes, más allá de la rivalidad; 30 años atrás ambos protagonizaron un 3-3 inolvidable. Hoy sólo parece que se gana con temperamento mal entendido. A ver si en el próximo, sea la ocasión que sea, se dejan de ensuciar y se dedican a lo que saben y a su profesión: jugar. A ver si un superclásico sin violencia es posible. Sin violencia de jugadores.

sábado, 28 de enero de 2017

30 AÑOS DE UN BOCA-RIVER IMBORRABLE

Hoy se juega otro Boca-River de verano en Mar del Plata. Y hoy, justamente, hace 30 años, en la Feliz los colosos del fútbol argentino dieron un espectáculo
imborrable, soñado. Como un verano antes River y Polonia lo habían dibujado en el José María Minella, la calurosa noche del 28 de enero de 1987 quedó para
siempre en la mente de cualquier futbolero. Especialmente, los del xeneize. 

Era el partido decisivo de la Copa de Oro, por entonces realmente un torneo, que ese 87 contó con los dos gigantes, Independiente con Bochini y compañía
y el Colonia de Alemania con figuras como Schumacher, Haessler o Allofs. Ambos habían vencido al rojo 3-2, Boca al Colonia y River no pudo con los alemanes,
por lo que el conjunto boquense, dirigido por César Luis Menotti, llegaba con un punto de ventaja sobre el de Héctor Veira, con lo que el empate le alcanzaba
para quedarse con la Copa. 

Y Boca pareció ratificar la conquista desde el primer tiempo, cuando a los 23 minutos Carlos Tapia mandó un centro de tiro libre y Jorge Rinaldi cabeceó
impecable para el primer gol. Pero el poderoso, lujoso River del Bambino, que venía de aquel 5-4 con Polonia del 86, lo remontó en un periquete. Patricio
Hernández a los 45 de esa primera etapa de penal, el inolvidable Juan Gilberto Funes a los 62 de cabeza y Antonio Alzamendi dos minutos más tarde ponían
un 3-1 muy lejano de revertir para cualquiera. 

Menos para Boca, que con su típica garra de esos tiempos que todo lo podía, se puso a tiro del objetivo a los 67 minutos, sólo tres después. Otro tiro libre
de Tapia, Jorge Higuaín de cabeza estremeció el travesaño y Jorge Comas apareció para empujar la pelota al descuento. Ingresó el hábil Gustavo “Tuta” Torres
en Boca para buscar el empate, mientras el chico Claudio Caniggia  y Pablo Erbín hacían lo propio en River. El reloj corría hacia el final con el 3-2 de
los millonarios. 

Pero pasó lo inesperado. A los 90 minutos, Milton Melgar fue a buscar sobre la derecha y como rodeado de rivales no pudo sacar el centro cedió atrás a Torres,
que enganchó para su zurda y le pegó desde el borde del área. La pelota en comba dio en el palo y Enrique Hrabina, el símbolo de la fuerza xeneize, llegó
para cabecear y marcó el 3-3 que hizo estallar a medio estadio Mundialista. Los de Veira protestaron al árbitro Ricardo Calabria una supuesta posición
adelantada de Comas en la jugada, pero el gol fue nomás. 

Y nomás Boca empató de 1-3 a 3-3, con menos plantel y fútbol que su primo, y alzó la Copa de Oro que ya lo había visto ganador varias ocasiones en esa década.
El Flaco Menotti, recién llegado al banco boquense, se dio el gusto de comenzar con un empate y un título su campaña. Pero no cualquier empate y cualquier
título, fue uno contra aquel gran River. 

Reviva en este video semejante superclasicazo:


viernes, 27 de enero de 2017

MIS VERANOS DORADOS: BAR DE LA PLAYA

Un gran recuerdo de antes. El lindo bar cerca de la entrada, sobre la arena blanda, que visité a veces para almorzar una buena milanesa y Coca Cola o tomar algo de tarde. Eso sí, el aroma a paty era muy fuerte, inundaba el lugar. Cerca del bar había una canilla de donde yo tomaba agua.

martes, 24 de enero de 2017

MIS VERANOS DORADOS: PLAYA EL OLIMPO DE PINAMAR




La playa que disfruté tantos años, a la que íbamos de mañana y tarde, casi siempre caminando con todo tipo de cosas y algún día en auto. Casi por 15 años fue un símbolo de mis veranos en la preciosa ciudad balnearia, epicentro de la mayoría de mi tiempo. Arena, mar, sol, fútbol, juegos, helados, pirulines, el bar, oír radio, mate, hasta pizza. La mañana, la tarde, el cielo celeste, azul, el atardecer. La gente y sus rarezas, el color, los parapentes, los triciclos, la pesca, el increíble muelle. Marea baja, olas gigantes, lagos en la orilla, médanos, el tobogán de agua. Días y tardes, incluso con cielo gris y llovizna, seguro con mucho viento, una historia sin igual dentro de mi gran historia de las vacaciones. Eternamente, vamos a la playa.

LAS VENTAJAS DEL CALOR

Con estos días de intenso calor y sol en Buenos Aires, vuelve a surgir el lindo, interesante debate de qué temperatura es mejor. Porque cada vez que la vida nos somete a clima extremo enseguidita extrañamos el opuesto. Si hace mucho frío, cuándo subirá la temperatura, cuándo vendrá el calor. Cuando toca calor, qué bueno sería que haga frío, estábamos mejor con el frío. Bueno, para no quejarnos tan seguido, hay que establecer qué nos gusta más, o mejor dicho, qué nos molesta menos. Y ahí el debate.

Todas las opiniones y preferencias son respetables, pero a mí me gusta y quiero más el calor. ¿Por qué? Por varias ventajas a mi humilde entender. El calor, el verano, da ganas de salir a todos lados, más aún de noche, cuando uno en invierno no puede asomar la nariz al exterior. Y eso es clave, porque el ser humano nació para salir, para el aire libre, no para vivir encerrado tipo el caracol o el avestruz. El frío, está comprobado, suele aparejar depresión.

El calor, el sol, permite salir, más allá de tener que cubrirse la cabeza y las lógicas precauciones, y eso alegra, estimula, ayuda al espíritu. Y encima, lo estoy viendo yo mismo, la tempranísima y potente luz solar, ya tipo 5 y 40 de la mañana, hace que quien se tenga que levantar lo haga más predispuesto. Hasta yo, que no suelo tener horarios madrugadores, me levanto tipo 7 y media, ocho, sin problema de sueño y con ganas de actividad, con los beneficios de tiempo y demás que eso lleva.

El calor permite el juntarse, las salidas, una vida más natural, no tanto encierro, y todo lo bueno que eso trae. Y yendo al clima en sí, mejor es estar liviano de ropa, vestido más como persona que como esquimal, aunque me encanta la ropa de cuero y los zapatos, pero es más disfrutable así.

Otra: el calor te obliga a comer un poco menos, más sano, tomar más líquido, y eso es otro puñado de beneficios. Incluso, es más fácil usar aparatos de aire o ventiladores, manejar electricidad, que estar alertas con el gas, la estufa, el encierro, la ventilación o no y claro, la factura correspondiente.

Repito, piensen lo que quieran, prefieran lo que se les dé la gana. Yo prefiero el calor, más ventajoso que el frío.






viernes, 20 de enero de 2017

MIS VERANOS DORADOS: DEPARTAMENTO EL ATLÁNTICO DE PINAMAR

Uno de los más hermosos lugares que cobijaron mis veranos en Pinamar y donde comenzó mi historia en esa pintoresca ciudad. Ese espectacular edificio estaba sobre la larga avenida Libertador, en una vereda blanca con preciosos canteros con flores en su entrada. Allí había puertas de vidrio y modernos pasillos y escaleras que llevaban a aquel tercer piso propiedad de mi tío, pequeño pero coqueto, con un living comedor, un balcón y un par de habitaciones. Era un lujo para la vista mirar por las ventanas abajo, hacia el enorme parque que rodeaba al departamentto, donde había autos estacionados.