domingo, 30 de agosto de 2020

MARAVILLAS ASÍ ES LA VIDA: COLORES DE BANDERAS

He tratado de averiguar una curiosidad de las tantas que me invaden la mente. Sabemos que la bandera de un país es su símbolo más identificatorio frente al mundo. Que es un orgullo, una majestad. Pero ¿qué se sabe del por qué de sus colores? Nada en general y mucho en particular. Muchos tienen un motivo para los colores de su enseña, de todo tipo, otros no y otros quién sabe, aunque no creo que haya muchos casos de antojo. La argentina, se dice, está inspirada en el celeste y blanco del cielo, aunque hay versiones de que su creador don Manuel Belgrano quería que fuera turquesa y no conseguía tela de tal color. La más antigua en aparecer, la de Dinamarca, es roja y blanca por una leyenda que habla de que la sangre de Jesús cayó sobre un pañuelo blanco. Varias naciones africanas usan verde, rojo y amarillo, que hablan de su geografía (selva, desierto) y de sus cruentas guerras y la sangre derramada. Las árabes usan verde y rojo por religión. Hay casos como el loco naranja y granate de Sri Lanka (sudeste de Asia), o la bellísima de Antigua (Caribe) con un sol emergiendo y una V amarilla sobre azul y rojo, símbolos de varias cuestiones históricas. El sol rojo de Japón simboliza el nombre de la isla en japonés, país del sol naciente. Y qué hablar de los adornos y diseños de cada una, pero eso es para entrada aparte. Las banderas son todas lindas e importantes, pero por sus colores, pueden serlo más. Tanto como una maravilla.

viernes, 28 de agosto de 2020

HISTORIAS DE INFANCIA: DEPORTE EN LIVING

Alrededor de mis ocho o nueve años, jugaba al fútbol con mi pelota por toda la casa, pero en especial en el living principal de casa, un lugar muy característico de esos tiempos. A cualquier hora, especialmente cuando volvía del colegio y de noche, me ponía a patear corriendo el riesgo de romper algo o voltear alguno de los mil adornos del living. A veces también jugaba al básquet con la misma pelota tirando contra la pared de los almohadones. Y en alguna ocasión al vóley, haciendo rebotar la pelota contra el techo.

jueves, 27 de agosto de 2020

EL PRIMER PARTIDO DE FUTBOL POR RADIO

En este cumpleaños 100 de la radio, cómo dejar de lado el fútbol, uno de sus emblemas inconfundibles a través de su vida. Sí, una de las grandes pasiones tribuneras de escuchar partidos con la portátil tuvo su primer capítulo el 2 de octubre de 1924. Y nada menos que Argentina y Uruguay fueron los protagonistas.

La celeste venía de ser campeona olímpica en los Juegos de París y para festejarlo jugó dos amistosos con su vecino. El primero fue el 21 de septiembre en Montevideo y terminó 1 a 1, y la revancha era el 28 en la vieja cancha de Sportivo Barracas en Buenos Aires, pero tuvo que ser suspendida porque el público superó la capacidad del recinto y casi invadía la cancha, por lo que se lo reprogramó para ese 2 de octubre.

Se tomaron medidas para que no ocurriera ese desborde, aumentando el precio de las entradas y restringiendo el acceso. Además se colocó un alambrado rodeando a las tribunas por primera vez. Unas 30.000 personas fueron a ver el amistoso desquite, dicen entre ellos el excepcional cantor de tango Carlos Gardel junto a su guitarrista Guillermo Barbieri. En una tarima sobre uno de los vestuarios, se ubicaron hombres de Radio Argentina para por primera vez narrar el encuentro: el radioaficionado Horacio Martínez Seeber, su comentarista Atilio Casime, cronista del famoso diario Crítica, Alfredo Tonazzi, Oscar Péndola y el dueño de la emisora, Teodoro Prieto, además de su fundador Enrique Susini, uno de los "locos de la azotea", que estaba atento a cualquier inconveniente.

Martínez Seeber era un profundo conocedor de los aspectos técnicos de la radiotelefonía y tenía la licencia oficial de radioaficionado nº 1. Instaló 3 micrófonos: uno para él, otro para Casime y un tercero de ambiente para registrar el bullicio del público. Para mayor complacencia del oyente, en los diarios se publicó el campo de juego subdividido en pequeños cuadrados numerados, para que el relator pudiera decir que la pelota iba de tal a cual cuadro y las personas poco entendidas tuvieran cierta idea de cómo se desarrollaba el juego.

Estos pioneros de lo que hoy vivimos tan intensamente como una transmisión radial nunca imaginaron lo que tuvieron que contar. Un partido áspero, como eran la mayoría de los Argentina-Uruguay desde aquel primero de 1901. El primer gol argentino, el famoso de córner de Cesáreo Onzari a los 15 minutos, que por ser contra el campeón de los Juegos Olímpicos se denominó para siempre "gol olímpico". Pedro Cea igualó a los 29, pero el crack de Boca Domingo Tarascone desniveló a los 53 para el 2-1 final. Los uruguayos no aguantaron la mejor tarea albiceleste y abusaron del juego fuerte, con lo que el back nacional Adolfo Celli fue fracturado y reemplazado sólo por un gesto noble, en plenas brusquedades, de los orientales, ya que no existían los cambios. Por respuesta, la mal educada gente arrojó piedras y botellas contra algunos visitantes, como el arquero Mazali, que nada tenía que ver. A los 89 minutos, los uruguayos se fueron del campo. Los locales les fueron a pedir que completaran el match, y cuando lo hicieron, la gente invadió la cancha y agredió a los rivales.

Bien a lo clásico del Río de la Plata, ese encuentro terminó en escándalo y no dio paz a esa primera tarea radial. Verdaderamente, Martínez Seeber y su equipo también fueron los locos de la azotea con semejante debut.

FELICES 100 AÑOS, RADIO QUERIDA...

Es el medio más práctico y útil. Es lindo y lleno de magia. No hay otro que se lleve en un bolsillo, incluso en esta vida digital. La radio es un fabuloso invento que hoy cumple nada menos que 100 años. Larga y rica historia, que va de esos chicos de las primeras pruebas a la radio a válvulas, a la chiquita, al radiograbador doble cassettera, al autostereo o ahora al todopoderoso celular.

Argentina tiene el orgullo de ser el primer país de habla hispana en realizar transmisiones de radio, un elemento creado entre fines del siglo XIX y comienzos de los 1900. Un 27 de agosto de 1920, los estudiantes de Medicina Enrique Susini, Luis Romero Carranza, César Guerrico y Miguel Mujica tuvieron la idea de hacer una transmisión masiva con un primitivo equipo desde el techo del Teatro Coliseo de Buenos Aires, por lo que fueron llamados "los locos de la azotea". La misma fue la ópera de tres actos Parsifal de Richard Wagner, y su buena recepción generó que se empezaran a pasar conciertos de otras óperas, hacerlo desde otros lugares como el Teatro Colón y las primeras emisiones de noticias. De a poco la locura de estos cuatro aventureros se expandió y surgieron Radio Argentina, Splendid, El Mundo, Rivadavia, Mitre, Belgrano y un puñado de otras tantas, con lo que para mitad de los 20 teníamos interesante tráfico radial.

Pasó el tiempo, los conciertos y las óperas le dieron paso a los noticieros, y a un gran pilar del medio: el deporte, primero con el boxeo, la famosa pelea entre Luis Firpo y Jack Dempsey, y luego el gran fútbol, con un Argentina-Uruguay en 1924. Llegó el parlante, mejoró la calidad de sonido y los receptores comenzaron a ser populares. De ahí y de esa forma arrancó la carrera de la radio, que incluyó al recordado radioteatro, aquellos legendarios programas de tango o folklore, míticos locutores y animadores y una gran renovación década a década, hasta el surgimiento de las FM, la música moderna, las emisoras comunitarias y con el nuevo milenio, la era digital.

Una trayectoria que tocó a cada uno de nosotros y nuestra historia personal. Así yo pasé de las radios de bolsillo en los 70 al doble cassettera ochentoso, a los equipos de hoy más chicos y prácticos y de a poquito a poner radio en el celular. Así la escuché en la ducha, la pieza, el jardín, el comedor o la ccama. Así vibré con ella un domingo soleado de fútbol o intenté dormir con el volumen mínimo de noche. Y ni hablar cómo viajé por miles de paisajes con la del auto de turno de la familia. Y lo más grande, me metí en su cocina con mi trabajo, desde aquel programa Hot Dog con los pibes de la secundaria a mi tarea periodística, que me sienta mejor en este medio. A la que retorné este 2020 en Tribunero, justamente en sus 100.

La radio no tiene imagen, tira algún raro. No le hace falta, el sonido crea la imagen. Crea la magia de la radio. Esa magia, esa vida que ya es bellamente centenaria.


martes, 25 de agosto de 2020

BURBUJA, LA NUEVA DEL COVID

Desde marzo con la pandemia de coronavirus, los argentinos nos hemos acostumbrado a una nueva terminología, entonces rara pero con tanta repetición ya clásica. Primero conocimos el coronavirus, que veíamos de lejos con indiferencia. Cuando tocó acá, empezamos con la cuarentena, primero la optativa (¿se acuerdan la optativa?, una semanita), luego la que pasamos hoy, la obligatoria. Entonces se nos recomendó el distanciamiento social y el barbijo. Luego se habló del sexting o sexo virtual. Después, la curva de contagio y el famoso pico de la pandemia que recién ahora nos pega. Empezamos con el AMBA, abreviatura jamás usada para el aglomerado Buenos Aires Provincia y Ciudad. Con los meses hablamos de flexibilización o desconfinamiento. Ahora el virus se llama Covid en lugar de coronavirus. Y ahora, al diccionario pandémico agregamos burbuja. Que no es la de un champagne o de gaseosa, es la sanitaria, es decir, un espacio con acceso restringido para evitar contagios. Clubes deportivos, como el fútbol, ahora se hospedan en burbujas. Muy pintoresco. Ahora, la irresponsabilidad de la insociedad, la desobediencia, las dudas de los gobiernos, la impaciencia pública, eso no varió nunca. Igual que el bombardeo mediático, peor que el de una guerra, que a veces nos destruye como aquélla. Claro, la burbuja suena más lindo. Pero los demás términos siguen siendo pandemia.

viernes, 21 de agosto de 2020

HISTORIAS DE INFANCIA: ESTACION DE SERVICIO

Uno de los más lindos juguetes de mi infancia, allá por 1979. Me la regaló mi tío y era enorme, con un techo rojo que decía YPF y dos pisos: uno para guardar los autitos que venían en ella y el otro con compartimentos de lavado, engrase e increíbles surtidores hasta con su manguerita sobre el piso amarillo que decía ‘’estacionamiento’’. Y al costado, una rampa blanca que permitía a los auttitos subir y bajar por allí. Con ella jugaba sobre la cama (en donde casi siempre lo hacía con todos mis juguetes), como lo hice una mañana de semana.

miércoles, 19 de agosto de 2020

A 30 AÑOS DE AQUEL FRUSTRADO MUNDIAL DE BASQUET

Si hoy decimos básquet en Argentina decimos gloria, generación dorada, Ginóbili, etc. Pero hace 30 años, en agosto de 1990, el panorama era completamente contrario y negativo. En el país, que se reponía del pésimo 89 de hiperinflación bajo el primer mandato de Carlos Menem, se jugó el Mundial. Y resultó un fracaso rotundo. Es que ese Mundial no dejó nada. No dejó infraestructura, ya que no se construyeron ni refaccionaron estadios. Tampoco difusión del deporte, porque el torneo fue utilizado, ante todo, políticamente. Y mucho menos beneficios deportivos, luego de una actuación del seleccionado tan mínima como descolorida, ya que dirigido por Carlos Boismené fue octavo sobre 16 equipos, con sólo dos triunfos, el recordado épico a Canadá y a Egipto.

Al menos, para mí fue un lindo recuerdo de mi fin de adolescencia, en pleno quinto año del Güemes de Carapachay. Igual que en junio con el Mundial de Italia de fútbol, viví el de básquet con intensidad. Todas las tardes tras el colegio y las noches seguí también en ATC los partidos de Argentina y los demás; al mediodía veía la previa del primer encuentro del día. Al inicio me alegré y luego me decepcioné con la Selección, mientras me entretuve con otros equipos, el juego, las síntesis en Clarín y algún relato por radio o un dúplex de la TV. Incluso quise ir a Villa Ballester, sede del grupo de Estados Unidos, pero no pude. Todo a la par que jugaba con aquel aro regalo del Día del Niño; el torneo me daba ganas de ir al fondo y así hacía los fines de semana. Por todo eso el Mundial fue una alegría en esos duros días y un placer que disfruté. En cambio, para el país fue un evento frustrado.

Fuente: Revista Básquet Plus