martes, 11 de septiembre de 2018

A MIS MAESTRAS ETERNAS



Maruca y Patricia, mis maestras que enseñan en el cielo. Foto de 1984


Son, aparte de la madre, esas mujeres tan importantes de mi vida, tan decisivas. Mis maestras me educaron, me amaron, me dieron más vida que la que ya tenía. Me agregaron más felicidad a la que de niño tenía. Aunque en esos momentos no lo haya sentido, lógico porque estaba como todos los chicos despertando a la vida, con el paso de las décadas, ya tres y media, las valoro y las aprieto contra mi corazón de amor. Y especialmente en este nuevo Día del Maestro, de ese ser precioso, homenajeo a las de mi amadísimo San Antonio de Carapachay, sobre todo a quienes extraño físicamente. Maruca, de cuarto y su singular carácter fuerte pero su amor tan grande por la fe en Dios; Rocío, la española de la dulzura y la corrección permanente, sobre todo con 0; Patricia, la chistosa, simpática gordita de la voz potente, de las ironías, de los dichos, de la onda joven con los alumnos. Ellas tres fueron y serán grandiosos personajes de mi historia. Que, como toda historia, quedaron grabadas en mi alma. Como todas las demás maestras, con el fuego de la enseñanza, con el fuego del amor. Feliz Día a todos y todas, y sigan enseñando, amando, dondequiera que vivan, aquí o en el cielo.

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