Como fue hace unos días, cuando visité mi Colegio San Antonio, este sábado por la noche viví otro momento de emoción, de esos que llenan el alma. Otra vez en mi Carapachay de toda la vida, pasé una noche de recuerdo y presente. Y encima con lo que tanto me gusta: cantar. En efecto, invitado por mi amigo Guillermo Marceca y su cálida familia, participé en una cena de la legendaria Sociedad de Fomento Drysdale, la misma de mi infancia, donde hacía pileta, gimnasia o más acá computación, incluso donde ya había estado en julio de 2010 con mi guitarra. Ahora la cosa fue con pista, cantando Nada Personal y Ticket to Ride de The Beatles. Una, la de Soda, fue como conté la de fin de curso 85, la otra (según mis maestras) la cantaba de chiquito en el también glorioso Jardín de Infantes Mafalda. Además comimos, charlamos, pasamos, pasé, otra noche que sólo la música y Carapachay pueden regalarme. Gracias a todos quienes estuvieron ahí para vivirla y seguirme, y gracias a Dios que siempre me bendice, cómo no. Y encima con la música. Y encima, en Carapachay.
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