viernes, 13 de diciembre de 2019

HACERSE EL TONTO, CLAVE CONTRA LAS AGRESIONES

En consonancia con lo que escribo más abajo, hay otro gran problema que tiene otra solución. Todos sufrimos la agresión espiritual, sea que la propinamos o que nos la propinan. En el primer caso, bueno, es fácil, revisemos nuestra conciencia y cambiemos nuestra actitud, depende de nosotros, está en nuestras manos. Pero ¿qué hacemos cuando somos agredidos? Aún sin motivo aparente recibimos mal trato de gente, amigos, profesionales. Pues bien, no responder. O responder con lo mismo de siempre. En una palabra, aquí no pasó nada, me ahgo el tonto, te doy la mano. Y, ojo, me voy de vos, no tengo interés en seguir con vos, me hiciste mal. Ahora, si te encuentro, te saludo normal, todo bárbaro, todo bien. Lo que según tengo entendido en psicología se le llama "cierre interno". No quiero decir, por favor, que hay que ser falso, que hay que devolver mal por mal, no, de ninguna manera. Pero sí que el golpe, la agresión, sea del tenor que sea, nos roce apenas. O nos pegue pero no duela. Que no sea la noticia principal de nuestro día. Así no nos "colgaremos" con la agresión, y evitaremos muchos males mayores. Eso y el aquí y ahora citado en la entrada anterior evitan muchos problemas, morales y hasta físicos. Evitan la famosa mala sangre, la rabieta, el veneno interno. En lugar de eso, el "zafar" como decía mamá Anita es buenísimo. Para ellos, aunque no lo sepan, y para nosotros.

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